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miércoles, 28 de octubre de 2015

Campos de Flandes

El poema de John MaCrae, In Flanders Fields sirvió para vender bonos de guerra


Poppy Day. El día en que
acabó la Gran Guerra

Fue a las 11 horas del día 11 del mes 11 de 1918. El día en que acabó la Gran Guerra. Y para recordarlo, cada vez que se acerca noviembre, en el Reino Unido tienen la costumbre de colocarse amapolas en las solapas de las chaquetas y de los abrigos (hasta un entrenador de fútbol como Mourinho, que es portugués, lo ha hecho estos días).


Las amapolas son las flores de los muertos. Crecían en los cementerios militares donde enterraban a los caídos. Y de las amapolas que nacían en los campos de Flandes hablaba el poema del médico canadiense John McCrae In Flanders Fields, que reproduzco más abajo traducido y que estoy usando para acercaros el tono y la atmósfera que he tratado de captar en La Sombra Blanca, mi segunda novela.

Porque de las amapolas, del rastro que dejan los fantasmas, también habla La Sombra Blanca, editada por Reino de Cordelia y que en estos días cercanos al Poppy Day, aniversario del final de la guerra de trincheras, voy a presentar en Valladolid (viernes 30 de octubre en la librería Oletvm) y en Madrid (jueves 12 de noviembre en la Casa del Libro de la Gran Vía).

Luis A. Espuny explica muy bien en este artículo de Jot Down que me ha hecho llegar Fernando Tascón el significado de un símbolo que recorre la historia que he escrito.

La Sombra Blanca, os lo recuerdo, es un juego de voces, una historia de intriga que escarba en el misterio de un recluta escocés y en su viaje de ida y vuelta de las trincheras. Es un viaje al horror. Y usa las armas de la poesía, el ritmo, la frase corta, el espacio en blanco que separa los párrafos, para darle más intensidad a la narración.




Viernes 30 de octubre, Librería Oletvm de Valladolid,
con Antonio García Encinas y Gustavo Martín Garzo

La librería Oletvm acoge el viernes 30 de octubre a las 19.30 horas la presentación de La Sombra Blanca. Me acompaña mi amigo Antonio García Encinas, periodista de El Norte de Castilla, compañero de estudios en la Universidad Complutense cuando teníamos la misma edad que los reclutas que combatieron en la Gran Guerra, autor de cuentos que prometen y de poemas que no deja ver a casi nadie.

También contaré con el escritor Gustavo Martín Garzo. Y es una feliz coincidencia que su última novela Donde no estás, (Destino 2015) también hable de una fantasma y sea una historia de misterio.

De nuevo proyectaremos, como hicimos en León, Ponferrada y Bembibre, el audiovisual con fotografías como las que véis en esta entrada, la música de Tarna y Flanders Fields y la voz de Fernando Tascón recitando el poema de John McCrae.



Jueves 12 de noviembre,
Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid,
 con Javier Sierra, Luis Alberto de Cuenca y Jesús Egido

En Madrid, la Casa del Libro de la Gran Vía, una de las librerías más antiguas de la ciudad y situada en una calle que no me canso de pisar, será el 12 de noviembre, un día después del Poppy Day, el lugar donde daré a conocer la novela a los lectores de la capital. A las 19.30 horas, me acompañará el escritor Javier Sierra, que ha logrado llegar a miles de lectores con sus historias de intriga (desde La cena secreta a El maestro del Prado). Y el poeta Luis Alberto de Cuenca, lector de cómics (y algo tuvo que ver Tardi con el origen de La Sombra Blanca), conocedor de la literatura fantástica como pocos y al que hace unos días le concedían el Premio Nacional de Poesía por su poemario Cuaderno de vacaciones (Visor, 2015).

Aquí les agradezco a los cuatro su generosidad. Porque sé lo importante que es su tiempo. Y os doy las gracias también a todos los que os habéis parado a leer esto. Porque el vuestro también lo es.

Mención aparte para mi editor en Reino de Cordelia, Jesús Egido, que también nos acompañará en Madrid y al que le agradezco la apuesta que ha hecho por la novela y el buen gusto a la hora de editarla.
CARLOS FIDALGO

In Flanders Fields, de John McCrae
Traducción de Borja Aguiló y Ben Clark


En los campos de Flandes las amapolas se mecen
entre las cruces, fila sobre fila,
que marcan nuestro sitio; y en el cielo
las alondras, aún cantando embravecidas,
vuelan sin oírse apenas entre los cañones.

Somos los Muertos. Hace pocos días 
vivimos, sentimos el amanecer, vimos el brillo del ocaso,
amamos y fuimos amados, y ahora aquí yacemos 
en los campos de Flandes. 

Retomad la disputa que fue nuestra: 
estas débiles manos os entregan 
la antorcha; levantadla bien alto.
Y si falla esta fe que compartimos
no podremos dormir, aunque crezcan las amapolas
en los campos de Flandes.



Lo que ha dicho la crítica de La Sombra Blanca

"Una novela maravillosa. Atención a este autor, con una de las prosas más interesantes que me he encontrado". 
MARTA RIVERA DE LA CRUZ. La Linterna de la Cope.

"Espléndida novela corta que recuerda al mejor Henry James".
SANTOS DOMÍNGUEZ. Encuentros de lecturas.



"Una novela torrencial e inquietante que consigue cautivar al lector con su fuerza narrativa".
JAVIER MENÉNDEZ-LLAMAZARES. Diario Montañés.


"Transita entre la impronta de una colección de estampas impactantes, rociadas con las gotas exactas de lírica, y una cierta indefinición que le sienta de fábula a un giro final que no puede ni debe resultar sorprendente".
MILO J. KRMPOTIC. Librújula.


"La agilidad de la escritura, el dinamismo de la acción o la sorpresa ante lo inesperado, los rostros desencajados que el lector ve ante sí o las conversaciones entrecortadas a las que asiste encogido, todo lo maneja Carlos Fidalgo con la maestría del escritor que se siente creador y aliado de sus personajes".
TOMÁS-NÉSTOR MARTÍNEZ. astorgaredacción.com

martes, 29 de septiembre de 2015

Primeros pasos de La Sombra Blanca

Soldados de un regimiento de Yorkshire. Fotografía de NLS. HAIG

Un otoño de sombras

Este otoño acercaré La Sombra Blanca, -la novela que me acaba de publicar la editorial Reino de Cordelia-  a todos aquellos lugares donde estén dispuestos a escuchar una historia de fantasmas: haré escalas en Madrid, Valladolid, León, y en el Bierzo, en Ponferrada, Bembibre y Torre. También iré a algunas ciudades más del norte, del sur y del centro de España.  Y estaré siempre bien acompañado. Agradezco su generosidad a escritores, periodistas,  cineastas y amigos como Javier Sierra, Luis Alberto de Cuenca, Gustavo Martín Garzo, Fernando Tascón, Joaquín S. Torné, Juan Carlos Franco, Antonio García Encinas, Tomás Néstor Martínez, Miguel Ángel Varela, Nicanor García Ordiz y Gabriel Folgado, además de  los músicos del grupo leonés Tarna (Rodrigo Martínez y Diego Gutiérrez) y de la banda holandesa de jazz Flanders Fields (Richard de Nooij, Hans Kuykens, Robert Jan Koelman y Roland Knoppe) que ya me están ayudando a extender la sombra.

A medida que se acerquen las fechas, os iré informando en este blog.

LEÓN. Jueves 1 de octubre.

17.30-19.00 horas. Me encontráis en el Departamento de Libros de El Corte Inglés (Planta 4º) para firmaros la novela.

20.00 horas. Presentación del libro en el Club de Prensa de Diario de León. Gran Vía de San Marcos 8. Entrada por la calle Fajeros.
Estaré acompañado por Joaquín S. Torné, director de Diario de León y por el escritor Tomás Néstor Martínez.

El viernes 27 de noviembre volveré a León para relacionar La Sombra Blanca con la literatura de la Primera Guerra Mundial en una charla en la Biblioteca Pública.

PONFERRADA. Jueves 15 de octubre.

19.30 horas. Presentación en la Casa del Libro del centro comercial El Rosal. Me acompañan Juan Carlos Franco, delegado de Diario de León, Miguel Ángel Varela, director del Teatro Bergidum, y el escritor y periodista Fernando Tascón.

Proyectaremos el audiovisual que incluye fotografías de la Primera Guerra Mundial y las Tierras Bajas de Escocia, música del grupo  Flander Fields y la voz de Fernando Tascón, que se une así a la de los fantasmas de la novela para recitar el poema de John Alexander McCrae, En los campos de Flandes (In Flanders Fields).

miércoles, 9 de septiembre de 2015

La Sombra Blanca

Portada de La Sombra Blanca, editada por Reino de Cordelia


Una novela de fantasmas
en las trincheras
de la Primera Guerra Mundial


La llamaron la Gran Guerra, porque nunca se había visto un horror mayor. Un conflicto absurdo, que comenzó como resultado de un juego de alianzas entre naciones, y que cambió para siempre la percepción de la lucha armada. Aparecieron los tanques, los lanzallamas, los aviones, las armas químicas que cegaban a los soldados. Se cavaron trincheras laberínticas, pasaron inviernos y veranos con las tropas estáticas, se sucedían los ataques suicidas, el tedio, el barro y la disentería. Y el miedo. Miedo a la muerte.

No es extraño que se produjeran alucinaciones colectivas -en Mons, en agosto de 1914, soldados británicos creyeron ver a sus antepasados de la Guerra de los Cien años, que habían combatido en las mismas tierras durante la batalla de Agincourt (1415), disparando flechas a los alemanes para protegerles en su retirada, o así lo contó el escritor Arthur Machen en el Evening News, en un texto que acabó por crear una auténtica leyenda urbana- cegueras histéricas (el cabo Hitler de ingrato recuerdo la sufrió), o traumas de por vida. Fue la guerra de los mutilados, una generación de jóvenes sacrificada, la guerra interminable, la guerra de desgaste...

Soldados australianos en una trinchera de Yprés en 1917.
Foto del capitán FRANK HURLEY

Este es el escenario en el que sitúo mi segunda novela. Os recuerdo que la primera, El agujero de Helmand, (Premio Tristana de Novela Fantástica en 2010) ya se trataba de otro relato de atmósfera inquietante con un grupo de soldados como protagonistas; marines destinados en el Afganistán actual que oyen hablar en ruso y descubren extrañas señales luminosas cada noche, mientras hacen guardias tediosas en lo alto de un promontorio amurallado por el que había pasado Alejandro Magno dos mil años atrás, camino de la India.

Si El agujero de Helmand estaba basado en sucesos reales, en La Sombra Blanca todo es inventado.

O no.

Empecé a escribir la novela hace diez años. Sus primeras versiones cogieron polvo en un cajón. Después de publicar la historia sobre el río Helmand, y entre cuento y cuento, la recuperé, le cambié el título dos veces, añadí algunos personajes secundarios que ayudan a entender mejor la trama, la sucesión de narradores en primera persona que guían al lector hasta el desenlace, y corté algunas escenas que sólo añadían confusión.  La Sombra Blanca es, por tanto, mi primera y mi segunda novela a la vez. Y este desdoblamiento encaja muy bien con la fusión de voces que se produce en el relato...

Los versos de In Flander's fields se hicieron tan populares que sirvieron para vender bonos de guerra.

Es una historia de misterio. Una carrera de relevos. Un relato de intriga que no es ajeno a la sensibilidad de poemas tan famosos en el mundo anglosajón, y en especial en Canadá, como In Flander's fields, del oficial médico y poeta John McCrae, que describió los campos de amapolas, la flor de los muertos, que crecían en los cementerios de soldados de Flandes.  

Me entra un ligero escalofrío al hablar de McCrae. El poema y la tragedia de su autor, que murió de neumonía antes de que acabara la guerra, me llegó con más detalle con la novela ya terminada y entregada al editor. Desconocía que esos versos los había escrito después de ver morir a un buen amigo. En la novela, ¿es casualidad? ¿alguien me lo susurró al oído? hay un médico militar que oye la voz de un buen amigo después de muerto. Y los pétalos tienen un papel importante en la trama.

Gassed, de John Singer Sargent

La portada es un detalle del famoso cuadro que John Singer Sargent pintó entre 1918 y 1919 para retratar a un grupo de soldados cegados por el gas mostaza. Cegados por la guerra. Por un concepto trasnochado del honor y la gloria que se desvaneció muy pronto. (Recordad el fervor con el que se movilizaron los jóvenes en Europa para alistarse en el verano de 1914). Acostumbrado a realizar retratos de la burguesía de su época, el pintor norteamericano se inspiró, posiblemente, en la fotografía tomada por el segundo teniente Thomas Keith Aitken durante la Batalla de Estaires en abril de 1918 para reflejar la pesadilla de la guerra de forma realista.

Soldados británicos gaseados en la Batalla de Estaires. 18 de abril de 1918.
Foto del segundo teniente THOMAS KEITH AITKEN

El cuadro, un encargo del Comité Británico de Guerra para conmemorar la cooperación anglo-estadounidense durante el final del conflicto, cuelga hoy de las paredes del Museo Imperial de la Guerra en Londres. 

La Sombra Blanca es una historia de fantasmas. Enlaza con las leyendas tradicionales de la Dama Blanca, una figura recurrente en el folklore europeo. Y el impulso de escribir nació de una escena de una novela semidesconocida de Bram Stoker, La dama del sudario (posterior a Drácula), que comienza con el descubrimiento de una aparición espectral en el mar. 

Han pasado diez años desde que escribí la primera frase. 'Ahora sé que soñé contigo...'. La escritura me ha acompañado más de una noche. Y ahora espero que también os quite el sueño a vosotros... 

CARLOS FIDALGO


Campos de amapolas, la flor de los muertos

 Primeros pasos de La Sombra Blanca

Este otoño acercaré La Sombra Blanca a todos aquellos lugares donde estén dispuestos a escuchar una historia de fantasmas: haré escalas en Madrid, Valladolid, León, y en el Bierzo Ponferrada, Bembibre y Torre, además de algunas ciudades más del norte y del sur y del centro de España.  Y estaré siempre bien acompañado. Mi agradecimiento a escritores, periodistas, cineastas y amigos como Javier Sierra, Luis Alberto de Cuenca, Gustavo Martín Garzo, Fernando Tascón, Joaquín S. Torné, Juan Carlos Franco, Antonio García Encinas, Tomás Néstor Martínez, Miguel Ángel Varela, Nicanor García Ordiz y Gabriel Folgado, además de los músicos del grupo leonés Tarna (Rodrigo Martínez y Diego Gutiérrez) y de la banda holandesa de jazz Flanders Fields (Richard de Nooij, Hans Kuykens, Robert Jan Koelman y Roland Knoppe), que ya me están ayudando a extender la sombra.

A medida que se acerquen las fechas, os iré informando en este blog.


LEÓN. Jueves 1 de octubre.

17.30-19.00 horas. Me encontráis en el Departamento de Libros de El Corte Inglés (Planta 4º) para firmaros la novela.

20.00 horas. Presentación del libro en el Club de Prensa de Diario de León. Gran Vía de San Marcos 8. Entrada por la calle Fajeros.
Estaré acompañado por Joaquín S. Torné, director de Diario de León y por el escritor Tomás Néstor Martínez.

El viernes 27 de noviembre, volveré a León para relacionar La Sombra Blanca con la literatura de la Primera Guerra Mundial en una charla en la Biblioteca Pública.

PONFERRADA. Jueves 15 de octubre.

19.30 horas. Presentación en la Casa del Libro del centro comercial El Rosal. Me acompañan Juan Carlos Franco, delegado de Diario de León, Miguel Ángel Varela, director del Teatro Bergidum, y el escritor y periodista Fernando Tascón.

Proyectaremos un audiovisual que incluye fotografías de la Primera Guerra Mundial y las Tierras Bajas de Escocia, de fondo un tema del grupo Tarna y otro de Flanders Fields y la voz de Fernando Tascón, que se une así a la de los fantasmas de la novela para recitar el poema de John Alexander McCrae, En los campos de Flandes (In Flanders Fields).

miércoles, 11 de marzo de 2015

Promesas


Imagen tomada de www.img.irtve.es

CUARTO CRECIENTE
Diario de León Jueves, 26 de febrero de 2015

Puedo prometer y prometo.., decía Adolfo Suárez en uno de sus discursos más célebres. Y la expresión —pronunciada por un hombre encumbrado a su muerte como padre de la patria por los mismos que primero quisieron encerrarle en el ostracismo y después construyeron en torno a él uno de los mitos de la Transición— suena como un eco en la cabeza de los españoles después de escuchar las intervenciones de nuestros políticos durante el Debate sobre el estado de la Nación.
 
Prometo crear tres millones de empleos en los próximos cuatro años, ha dicho Mariano Rajoy en el Congreso. Y la pregunta que muchos nos hacemos es si el presidente puede prometer lo que promete. Especialmente después de que haya incumplido casi todo lo que anunció hace tres años, cuando se presentó a las elecciones generales con un programa de gobierno B, el que nos ha conducido al austericidio, que ocultó deliberadamente.
 
«Su gestión ha sido un fraude», le ha dicho a Rajoy, por su parte, el líder del principal partido (todavía) de la oposición, el socialista Pedro Sánchez. Y tampoco faltó una promesa en su boca. El PSOE traerá «la España de las oportunidades, con una recuperación justa y una política limpia», prometió después de reprocharle al presidente sus promesas falsas, los duros recortes sociales, los sobresueldos en su partido y que su particular forma de entender la regeneración democrática sea «golpear a martillazos el ordenador de Bárcenas».
 
«Vamos a cerrar el grifo corrupto que lleva el dinero de lo público a lo privado», ha prometido Alberto Garzón. Y los cronistas aseguran que si Pablo Iglesias, el líder de la oposición emergente, hubiera estado en el Congreso en lugar del portavoz de Izquierda Unida, hubiera prometido algo parecido.
 
La última pregunta que me hago es si puede Podemos prometer lo que promete Garzón desde su escaño antes de que la corrupción vacíe los depósitos del Estado. Y poder, puede, claro. Otra cosa es que aquellos que han puesto la mano en el grifo del que fluye el dinero, el que aportamos cada año los españoles con nuestros impuestos, les cedan el paso sin hundir antes su reputación. 

lunes, 2 de marzo de 2015

El día en que Azaña caminó por la Calle del Agua


Manifestación a favor de Azaña. Villafranca, febrero de 1936. Foto. A. PARRA

Diario de León. Domingo 1 de marzo de 2015

Ocurrió un 17 de septiembre de 1932. La República era joven, los viajes por carretera más largos y Manuel Azaña presidía del Consejo del Ministros y se encargaba de la cartera de Justicia. A la una de la tarde, y en una escala de un viaje «de riguroso incógnito» a Galicia, Azaña y su mujer se detuvieron en Villafranca del Bierzo. Y les recibió una verdadera multitud de vecinos que marchó a su encuentro por el viaducto de hierro para darles una calurosa bienvenida


De aquella escena entusiasta quedan unas pocas líneas en periódicos como La Libertad y quién sabe si algunas imágenes por descubrir tomadas por el fotógrafo de la localidad Antonio Parra, autor de otras fotografías históricas de apoyo a Azaña como  las de la manifestación que recorrió la villa en febrero de 1936, un mes de triunfo para el Frente Popular, y cuyo rastro se pierde al estallar la Guerra Civil. El paradero de Parra, que también retrató al último alcalde republicano de Villafranca, Antonio Gabelas —fusilado tras un juicio sumario y recién rehabilitado— es hoy un misterio, hasta tal punto que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha comenzado a buscar las huellas del hombre que fotografió la histórica manifestación que aquel febrero húmedo llenó el viaducto del Burbia de banderas tricolores y carteles de apoyo a un político que cuatro años atrás ya había caminado por la Calle del Agua en medio del fervor popular. 


Que Antonio Parra es un misterio por resolver lo dicen todos los que se han acercado a sus fotografías, desde el vicepresidente de la ARMH, Marco González, hasta el nieto de Gabelas, el cirujano Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas. «Es como si se hubiera esfumado al llegar los nacionales», asegura el médico.

La represión dejó 61 asesinados y 110 encausados en procesos militares en Villafranca del Bierzo, una población que pagó caro su respaldo a líderes como Azaña. El jefe del Gobierno y futuro presidente de la República durante la Guerra Civil había recalado en la villa cuando se desplazaba  por carretera a La Coruña en viaje privado junto a sus esposa, María Dolores de Rivas Cherif, en los últimos días del verano de 1932. «Numeroso público acudió a recibirlos tributándoles una entusiasta acogida» cuando se detuvieron a almorzar, contaba La Libertad para reflejar la ilusión que despertaban los cambios sociales que traía la República. «Los señores de Azaña —decía el periódico— fueron obsequiados con un concierto, mientras almorzaban, por la Agrupación La Rondalla. Como los vítores y aplausos continuaban, el jefe del Gobierno se vio obligado a asomarse al balcón para corresponder al entusiasmo de la muchedumbre». Y hubo más. «Una comisión femenina integrada por jóvenes de las distintas clases sociales —continuaba el redactor— obsequió a la señora Azaña con un magnífico ramo de flores».

Fue entonces cuando el político, recibido como una suerte de mesías laico, se dio un paseo por Villafranca. «Terminado el almuerzo, el jefe del Gobierno manifestó su deseo de visitar la antigua Calle del Agua, hoy de Ribadeo, la cual recorrió seguido de todo el vecindario. Se detuvo a admirar sus monumentos, también la casa donde nació Enrique Gil y Carrasco. Luego estuvo en los jardines públicos y seguidamente se dirigió a su automóvil para reanudar el viaje. Antes entregó una importante cantidad de dinero para los pobres».
 
Cuatro años después, Antonio Parra, que tenía su estudio en la calle Arén, tomó varias imágenes que revelaban el buen recuerdo que había dejado Azaña. La ARMH ha podido rescatar dos fotografías hasta el momento, una de ellas en manos de su presidente, Emilio Silva, donde se aprecia a su padre a los nueve años, portando un cartel en el que reclama un grupo escolar. Los familiares de Gabelas también conservan otras tres con el sello de Parra, dos de ellas reproducidas en este reportaje.
 

El alcalde Antonio Gabelas (sentado izquierda) con unos amigos en el estudio
de A. Parra. Sostiene el cuadro con fotos el teniente de alcalde Camilo Meneses,
también fusilado el 21 de septiembre de 1936 junto a toda la corporación de Villafranca.
FOTO A. PARRA
Lo que sucedió con su autor después de 1936 es una incógnita que nadie en Villafranca ha podido resolver. Su rastro como fotógrafo tampoco aparece en ningún archivo, ni hemeroteca, confirma Silva. «Es como si lo hubieran borrado del mapa». Pero la ARMH aún tiene esperanzas de que todavía se encuentren sus negativos. «Igual que apareció una maleta de Capa, puede haber una maleta de Parra», concluye Silva.

 

 

Fotografía sin restaurar que Modesta Santín, viuda de Emilio Silva Faba, escondió
doblada y protegida por un plástico en la rendija de la pared de su casa en Pereje.
 Su hijo Emilio Silva Santín sostiene la pancarta que pide un grupo escolar.
Villafranca del Bierzo, febrero de 1936. FOTO A. PARRA


Una imagen escondida en la rendija de una pared 45 años


La fotografía estuvo escondida durante casi medio siglo en una rendija de la pared, en la vivienda de Modesta Santín en Pereje. Santín, viuda del comerciante de Villafranca Emilio Silva Faba, propietario del almacén de coloniales La Preferida y abuelo del presidente de la ARMH, Emilio Silva Barrera, tenía la imagen de la manifestación de 1936 doblada y protegida por un plástico. No la sacó de su escondite hasta unos años después de la muerte de Franco y quemó otra en la que su marido aparecía con el propio Azaña, recuerda su nieto. La imagen es un pedazo de historia y recoge el inicio de la manifestación, con Emilio Silva Santín, hijo del comerciante, portando un cartel en la que reivindicaba un grupo escolar para Villafranca. Banderas republicanas y otras pancartas que bien podrían haber salido de una manifestación actual como la que denunciaba «a los ladrones del tesoro nacional» aparecían en la imagen, con la ventana de La Preferida al fondo. Cuatro años después, asesinaban a Emilio Silva Barrera y lo enterraban en una cuneta en Priaranza del Bierzo.
  

Antonio Gabelas, con su familia. FOTO A. PARRA


Catalá rehabilita al alcalde fusilado


Lo firma Rafael Catalá, ministro de Justicia, y dice lo siguiente: Ha quedado acreditado que don Antonio Gabelas Álvarez, alcalde de Villafranca del Bierzo, sufrió las consecuencias de la Guerra Civil, siendo condenado en sentencia dictada en Consejo de Guerra el 12 de septiembre de 1936 en Ponferrada (León) por un delito de rebelión militar a la pena de muerte y fusilado el 21 de septiembre de 1936 en Ponferrada. Y visto que Don Antonio Gabelas Álvarez tiene derecho a obtener la reparación moral que contempla la Ley 7/2007, de 26 de diciembre, mediante la cual la Democracia española honra a quienes injustamente padecieron represión o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, expide a su favor la presente declaración de reparación moral y reconocimiento personal. 
 
«Es una revocación de la condena a muerte», explicaba ayer el nieto de Gabelas, Manuel Juaneda, satisfecho porque la figura de su abuelo ha sido rehabilitada de forma oficial por el Gobierno 78 años después de ser fusilado junto a toda su corporación. La reparación moral, fechada el pasado 23 de octubre, ha sido una de los primeros documentos firmados por Catalá a su llegada al ministerio.
 
Gabelas sólo fue alcalde unos meses, desde las elecciones de febrero de 1936 al estallido de la guerra. Carpintero de profesión, pertenecía a la Unión Republicana integrada en el Frente Popular. Llegó a dimitir cuando el clima político se enrareció, pero el gobernador civil no lo aceptó. Cuando lo detuvieron, en los días posteriores a la rebelión militar, le acusaron de sedición por haber requisado todas las armas que pudo encontrar para evitar enfrentamientos. De nada sirvió que intercedieran por él las mujeres de los guardias civiles de Villafranca, a las que defendió cuando el cuartel se vació de agentes, movilizados para levantarse en armas contra la República en Ponferrada.


miércoles, 25 de febrero de 2015

Trofeos

De la tienda www.omgbcn.com

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 19 de febrero de 2015

En Berlín ha abierto un museo de ‘cadáveres eternos’. El hombre que ha vencido a la muerte, o se ha aliado con ella para convertirla en un objeto de arte perpetuo, se llama Gunther von Hagens, es médico de profesión, y se hizo famoso hace veinte años, cuando dio a conocer al mundo sus esculturas de cuerpos humanos plastificados y levantó una polémica que todavía perdura.

 
En Madrid continúan buscando en un convento los huesos eternos de Miguel de Cervantes, autor del inmortal Don Quijote y las Novelas ejemplares. Dedican tiempo y dinero a revolver en los nichos para dar con los restos de un hombre que murió pobre, a pesar de su éxito. Y el suyo, si aparece, es otro cadáver perpetuo, aunque apenas quede nada de él.
 
En Roma se encuentran las reliquias del pie derecho de Santa Teresa y la parte superior de su mandíbula. La mano izquierda se venera en Lisboa. El ojo izquierdo y la mano derecha, que Franco conservó hasta su muerte después de que sus tropas se la arrebataran al ejército republicano, descansan en Ronda. El brazo izquierdo y el corazón ocupan sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes. Y el resto del cuerpo «incorrupto» —según dice la wikipedia— reposa en un arca de mármol jaspeado, custodiado por dos ángeles, en el altar mayor del mismo templo.
 
Pero hay más. Un dedo de la santa, de la que este año se conmemora el quinto centenario de su nacimiento, permanece en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París y otro, en San Lúcar de Barrameda. Y como la religiosa, que fue una mujer adelantada a su tiempo, tenía dos manos y diez dedos, y dos brazos, y algunos otros miembros igual de venerables, hay otros restos suyos repartidos «por España y por toda la Cristiandad» (y entrecomillo otra vez el artículo de la enciclopedia universal).
 
Entre Los Espejos de la Reina y Barniedo, en Boca de Huérgano, aparecieron el lunes medio centenar de ciervos decapitados. A los animales, que murieron por falta de alimento, les habían cortado la testuz para quedarse con los cuernos y exhibirlos en alguna pared como trofeos de caza. Y todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza, escandalizado, cuando ha visto la sangre sobre la nieve.

jueves, 12 de febrero de 2015

2015


Nos hace falta otra novela de caballerías...

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 12 de febrero de 2015

En 2015, el rey Felipe VI se bajó el sueldo un veinte por ciento. Trece millones de españoles empezaron el año en riesgo de pobreza (uno de cada cuatro ciudadanos). Las urgencias de los hospitales rebosaban enfermos de gripe. Y Esperanza Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid y aspirante a suceder a Ana Botella en la Alcaldía de la capital, negaba en un programa de televisión, entre la desfachatez y el desparpajo de quien estaba acostumbrada a mandar, que los recortes hubieran afectado a la Sanidad pública en su autonomía.

En 2015, España amanecía enfangada en casos de corrupción y de evasión fiscal. Basculaba la balanza entre la paja en el ojo de la sociedad pantalla de Monedero —ideólogo de un partido nuevo que quería acabar con el espejismo de la Transición y que metía mucho miedo (a quienes vivían cómodos en el sistema)— y la viga de acero de la lista Falciani, una relación de defraudadores con cuentas en Suiza que incluía a un deportista famoso y al principal banquero del país, ya fallecido.
 
En 2015, un juez instruía a contrarreloj asuntos que hacían tambalear al Gobierno en año electoral; sobresueldos en el partido, dinero negro y financiación irregular. Otra magistrada ponía contra las cuerdas en Andalucía a la baronesa del principal partido de la oposición, perjudicada por el lastre de sus antecesores. Y el principal partido de la oposición, el mismo que se había alternado en el Gobierno durante cuarenta años con el partido de los sobresueldos y el dinero negro, firmaba un pacto de Estado que incluía la cadena perpetua, pero prometía derogarla si llegaba a gobernar.
 
En 2015 había mucha confusión en España. Un guerra en Ucrania. Otra en Siria y en Irak, donde nacía un Estado terrorista (y ese sí que daba miedo de verdad). Un órdago en Grecia. Psicosis en Francia. Inmigrantes detrás de una valla. Xenofobia en todas partes. En 2015 había un mundo desigual. Menos libertades. Y en un periódico de una provincia del interior andaba yo, sopesando la posibilidad de escribir otra columna de opinión sobre 1844, el bicentenario del autor de una novela de caballerías y el influjo de los escritores románticos, porque me daba asco la actualidad.

miércoles, 11 de febrero de 2015

1844

1844 fue el año en que se publicó 'El Señor de Bembibre' y también
'La suerte de Barry Lyndon' adaptada al cine por Kubrick.
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 5 de febrero de 2015
 
En 1844, la reina María Cristina regresa a Madrid de su destierro y se instala en el Palacio de las Rejas para tratar de tutelar el reinado de su hija Isabel, que sólo tiene 14 años. Atrás queda la regencia de Espartero, el abrazo de Vergara, la guerra entre carlistas e isabelinos y la desamortización de los bienes del clero.
 
En 1844, José Zorrilla publica Don Juan Tenorio, que le dará fama, pero no dinero porque malvende sus derechos. Espronceda ha muerto. Larra lleva siete años enterrado. Y el Duque de Rivas ha logrado otro éxito con El desengaño en un sueño.
 
En Francia reina Luis Felipe de Orleans, el rey ciudadano, y el folletín alimenta los periódicos. Alejandro Dumas escribe Los tres mosqueteros y Víctor Hugo ya es un autor consagrado. Balzac y Flaubert hacen avanzar la novela. Y ha muerto Stendhal, el autor de Rojo y negro.
 
En la Inglaterra de la reina Victoria, William M. Thackeray publica La suerte de Barry Lyndon en el Fraser’s Magazine y alcanza una cima de la novela satírica al narrar en clave de falsa autobiografía el ascenso y caída de Redmond Barry. Despunta Charles Dickens, empieza a escribir Willkie Collins, y las hermanas Brönte preparan sus mejores obras.
 
En los Estados Unidos del destino manifiesto, Poe ha publicado El gato negro, quizá su cuento más inquietante, y está a punto de escribir su poema El cuervo. Hawthorne imagina La letra escarlata. Y Melville aún anda enrolado en una fragata después de navegar en los Mares del Sur con la tripulación de un ballenero.
 
La competencia es muy grande para un joven escritor español de una provincia interior en 1844. Hay talentos en todas partes. Novelas, dramas, poemas que resistirán el paso de los años. Y eso le está ocurriendo a El Señor de Bembibre, «una pequeña obra maestra» de Enrique Gil y Carrasco, dice su paisano Juan Carlos Mestre, maltratada por la muerte temprana del escritor y la desidia de los editores que ahora reedita Valentín Carrera. Porque el mejor homenaje que puede recibir su autor, en el bicentenario de su nacimiento y 171 años después de que la escribiera, es publicarla otra vez sin erratas, sin errores, y con ilustraciones de Mestre. Para que ustedes la lean.

domingo, 1 de febrero de 2015

Juegos de invierno



Nieve.

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 29 de enero de 2015
 
Cosas que suceden en domingo.
 
Sucede que nieva. Y la nieve entorpece la circulación en las carreteras de montaña, aunque vista desde el valle parezca un signo de esperanza cuando llegue el deshielo.
 
Sucede que Syriza gana las elecciones griegas y Tsipras levanta una bandera contra el austericidio. Visto desde España, también parece algo esperanzador, aunque el camino esté sembrado de zancadillas. Y de tropezones. No habrá ninguna mujer en el nuevo Gobierno griego.
 
Ocurre que Susana Díaz, la primera mujer que preside la Junta de Andalucía, convoca elecciones anticipadas. La baronesa del PSOE juega sus bazas antes de que Podemos se organice. Y se inventa una excusa para romper el pacto con Izquierda Unida.
 
Sucede que el PP agita el fantasma del miedo. Lo hace en su congreso nacional. Ya no teme a los socialistas. Teme a Podemos.
 
Sucede que Pablo Iglesias, el hombre de Podemos que despierta odios y adhesiones porque quiere cambiar el sistema y negociar la deuda, como Syriza, se ha convertido en un demonio o en un ángel. En un peligro o en una esperanza.
 
Como la nieve.
 
Depende de hasta que punto quiera uno que cambien las cosas o se sienta amenazado por los cambios.
 
Sucede que un periodista argentino de origen hebreo huye a Israel porque se siente amenazado por el sistema, que no cambia. En Argentina hay un fiscal que se ha muerto después de acusar al Gobierno de negociar la impunidad de una masacre contra una mutua judía con un país que exporta petróleo y que siempre ha visto a Israel como un peligro. El periodista había sido el primero en dar la noticia de la muerte del fiscal en un tuit. Y el tuit evitó que alguien pudiera alterar el escenario del crimen. O del suicidio inducido, quizá nunca lleguemos a saber lo que fue.
 
Sucede que encuentran la tumba de Cervantes en un convento de Madrid. Pero luego se desdicen. Demasiadas prisas por anunciar un hallazgo histórico.
 
Sucede que nada es lo que parece. Sucede que la nieve en domingo nunca cae a gusto de todos. Depende, claro, de cómo se juegue con ella.

viernes, 30 de enero de 2015

Mestre reinventa 'El Señor de Bembibre'

 
'Hicieron volar la barca sobre las aguas del lago de Carucedo'.
 Ilustración de JUAN CARLOS MESTRE sobre un original de ZARZA Y BATANERO.
Cortesía de Valentín Carrera.
 
Diario de León. Jueves 29 de enero de 2015
 
Imagínense un unicornio en las páginas de El Señor de Bembibre. Una exótica ave de las selvas sudamericanas posada sobre un árbol en la orilla del lago de Carucedo mucho antes de que se descubriera el nuevo continente. Imagínense una fusión del paisaje medieval y la ilustración romántica con el lenguaje del cómic, el collage y los recortables, la pintura religiosa y el surrealismo. Imagínenselo y descubrirán que detrás de todo se encuentra el trazo inconfundible de Juan Carlos Mestre.
 
El ilustrador y poeta villafranquino, Premio Nacional de Poesía y mención de honor en el Premio Nacional de Grabado, se atreve ahora con un clásico. Y lo hace por partida doble, porque la nueva edición de El Señor de Bembibre que prepara el escritor y periodista Valentín Carrera no sólo reproduce el ensayo Historia secreta de la melancolía, que Mestre escribió sobre Enrique Gil y Carrasco en 2004 junto a Miguel Ángel Muñoz Sanjuan, también incluye 21 láminas con la reinterpretación que el artista villafranquino hace de las ilustraciones originales de Zarza y Batanero para la primera edición de la obra (Madrid, 1844).
 
«Es una relectura descontextualizada. Un divertimento para mi amigo Valentín Carrera», reconocía ayer el ilustrador, una de las voces que en los últimos años ha reivindicado no sólo la modernidad de su paisano Gil y Carrasco, antecedente del romanticismo poético de Bécquer, sino la vigencia de El Señor de Bembibre, novela que considera «una pequeña obra maestra».
 
Mestre le ha dado la vuelta a las ilustraciones de Zarza y Batanero, que otro escritor berciano como Ramón Carnicer calificó en su día de «mediocres», hasta transformarlas en algo completamente distinto del modelo original. Lo explica el propio Carrera en la nota del editor que acompaña a la nueva edición de la novela, el número nueve de la Biblioteca Gil y Carrasco donde está reuniendo las obras completas del autor romántico. «A la manera en que Picasso reinterpretó Las Meninas, Mestre ha reinventado los ‘mediocres’ grabados del siglo XIX en una lectura visual sugestiva, plena de imaginación y fantasía». Carrera continúa. «En esta reinvención de El Señor del Bembibre, el alquimista Juan Carlos Mestre ha fundido sentimientos, artes, estilos, la nobleza, el amor, la poesía, unicornios recién salidos del ciclo artúrico, miniaturas de manuscritos medievales, el lenguaje del cómic y los recortables, el Beato, los ciclos de los meses en el Panteón de San Isidoro, la pintura religiosa, el surrealismo... ¡Mestre en estado puro!», explica entusiasmado el editor.
 
Juan Carlos Mestre, por su parte, no desdeña, ni mucho menos, las ilustraciones originales del pintor Zarza y el xilógrafo Batanero, al contrario de lo que hizo Ramón Carnicer, autor de un prólogo sobre la novela convertido en un texto clásico que también incluye la nueva edición de Carrera. «Respondían al gusto de la época. Mostraban el mundo de los templarios como se veía entonces, que no había ni Wikipedia, ni Internet».
 
Completa la aportación desinteresada de Mestre a la nueva edición de El Señor de Bembibre el ensayo conjunto con Muñoz Sanjuan, publicado por primera vez en 2004. En Historia secreta de la melancolía, ambos enseñan a un Gil y Carrasco alejado de los convencionalismos, amigo íntimo del «revolucionario Espronceda», cuenta Carrera, y conectado a la corriente del liberalismo, que se había opuesto al absolutismo de Fernando VII. Un texto que ya se pregunta por los vínculos de Gil y Carrasco con la masonería y que dejaba entrever algunas dudas sobre su verdadera condición sexual, añade el editor. Un texto, en cualquier caso, donde Mestre y Muñoz Sanjuan defienden la importancia de la obra de Gil y Carrasco como antecedente del romanticismo poético de Bécquer, de la misma forma que Luis Cernuda y Ramón Sijé.
 
Escritor moderno
 
«La modernidad de Gil y Carrasco es incuestionable», decía ayer el poeta de su paisano decimonónico. Y lo es, además de por sus hallazgos poéticos o su labor como crítico teatral, que ha redescubierto Miguel Ángel Varela en un volumen anterior de la Biblioteca Gil y Carrasco, por la novedad que supone El Señor de Bembibre, vigente en el bicentenario del nacimiento de su autor. Mestre no comparte la visión de la novela de Azorín, que en una cita famosa la denostó por su trama «infantil» y sus personajes «poco coherentes», a la vez que la elogiaba porque introducía el paisaje en la literatura española. El villafranquino, sin embargo, afirma que Gil y Carrasco hace algo más, y de ahí su modernidad. «Gil y Carrasco convierte el paisaje en un personaje», afirma.
 
Y esa reinvención del paisaje del Bierzo hasta «elevarlo a la categoría de persona», según Mestre, no está lejos del espíritu con el que el autor de La bicicleta del panadero se ha acercado ahora a la iconografía clásica de Zarza y Batanero para darle otra vuelta de tuerca a una novela que nunca se agota.
 
 

'Doña Beatriz le aguarda al otro lado de la reja'.
Ilustración de JUAN CARLOS MESTRE sobre un original de ZARZA Y BATANERO

 
Un texto  "limpio de erratas y distorsiones" y con menos comas
 
Es sabido que Gil y Carrasco no pudo corregir las galeradas de El Señor de Bembibre porque partió antes para Berlín, donde moriría. La «desidia» de los sucesivos editores, cuenta Carrera, llevó a que la novela apareciera con erratas, errores de toponimía, cambios de nombre de personajes, números de capítulos repetidos y puntuación ajena al modo de escribir del autor. El primero en purgar el texto original en una edición crítica fue Ramón Carnicer en 1971. Carrera viene ahora «a hombros de gigantes» que también mejoraron la edición de la novela como el propio Carnicer, Campos, Picoche, Rubio, Mestre y Muñoz para ofrecer un texto «limpio de erratas y distorsiones», y con menos comas que interrumpan la lectura, en un intento de recuperar el ritmo fluido de otros escritos del autor.
 
 


Ilustración original de Zarza y Batanero



 
Así dibujaban Zarza y Batanero en 1844...
 
Los grabados originales de Zarza y Batanero responden "al gusto de la época", explica Mestre, que no es tan duro como Carnicer cuando calificó de "mediocres" las ilustraciones de 1844. La de Zarza y Batanero, cuyo rastro ha seguido el profesor Jovino Andina, es una visión "historicista" del mundo templario, aún hoy demasiado idealizado y que el poeta e ilustrador villafranquino no comparte. Un mundo de monjes guerreros, mercenarios, y una tradición, la de las Cruzadas, que a Mestre le resulta "ajena y distante" y que Gil y Carrasco sólo usó como telón del "discurso amoroso frente a la fuerza" de su novela.
 

Interpretación de Mestre de la lámina anterior

 
...y así lo ve Juan Carlos Mestre en 2015
 
Juan Carlos Mestre ha volcado toda su creatividad sobre las ilustraciones originales de Zarza y Batanero. El color, las imágenes surrealistas, cierto sentido del humor, el lenguaje del cómic, el lirismo y la fantasía que se desprende de las 21 láminas retocadas por el villafranquino, cuya faceta como ilustrador está igual de reconocida que su poesía, son uno de los mayores reclamos de la nueva edición de El Señor de Bembibre que Valentín Carrera quiere presentar a principios de febrero en la localidad que da nombre a la novela. Carrera compara el trabajo de Mestre con la reinterpretación de Picasso de Las Meninas. 



lunes, 26 de enero de 2015

Gil y Carrasco era rubio (o casi)

Imagen icónica de Gil y Carrasco, moreno, con los ojos oscuros y el pelo en retirada

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 22 de enero de 2015


Gil y Carrasco era rubio (o casi). Tenía los ojos azules, el mirar abierto, con aire de hombre del Norte. Así lo describe otro escritor como Ramón Carnicer —y la cita la ha recuperado estos días Nicanor García Ordiz— que en 1971, casi un siglo y medio después de su publicación, purgó de erratas y topónimos equivocados el texto original de El Señor de Bembibre porque su autor no tuvo tiempo de revisarlo.
 
Gil y Carrasco era tan rubio, tenía la piel tan blanca y los ojos tan azules que parecía «oriundo» de Alemania, ya había escrito de él en 1846 un contemporáneo como Ferrer del Río. Y si quedara alguna duda sobre sus rasgos, el propio autor trazó un retrato de sí mismo en un poema en prosa —Anochecer en San Antonio de la Florida— dónde decía que sus ojos eran azules apagados y su cabello claro.
 
De Gil y Carrasco nos queda mucho por saber. Y mucho por leer, claro. Todavía es un gran desconocido, me dice Jovino Andina, el mayor coleccionista de ediciones de El Señor de Bembibre. El congreso del bicentenario debe servir ahora para que ocupe su lugar en la historia de nuestra literatura, y que no debe estar muy lejos de aquella cita de Azorín que calificaba su novela más famosa de «candorosa e infantil» y «sin trabazón lógica», pero importante porque «en sus páginas nace, por primera vez en España, el paisaje en el arte literario».
 
Gil y Carrasco vestía a la moda, con cierta severidad, y tenía ademanes reposados y la mirada un poco triste. Ignoro si el congreso nos aclarará aspectos de su vida de los que apenas se ha hablado. Me refiero a su pertenencia a la masonería y su supuesta homosexualidad. Sin duda, ayudarían a entender su obra. Aunque no me extrañaría que, viendo la controversia que genera entre quienes aún deben de considerar una vergüenza la homosexualidad y una herejía la masonería, suceda lo mismo que con la imagen icónica del escritor que ha llegado a nuestros días, tomada de una pintura posterior y repetida erróneamente en bustos e ilustraciones; un hombre mayor, de pelo negro escaso y ojos oscuros. Aunque todos sepamos que Gil y Carrasco murió con 30 años. Y era rubio (o casi).

lunes, 19 de enero de 2015

Todos los Señores de Bembibre

 
Edición de Aguilar, con ilustraciones de José Bort


 
Diario de León. Lunes 19 de enero de 2015

 
El Señor de Bembibre es una caja de pandora en la que cabe de todo. En primer lugar, caben erratas y topónimos equivocados que su autor no pudo corregir para la primera edición de la novela —publicada en 1844 en Madrid por Francisco de Paula Mellado— porque ya se encontraba de viaje a Berlín, donde fallecería. Tuvo que ser otro escritor hoy convertido en un clásico como Ramón Carnicer el que en 1971, casi un siglo y medio después de la muerte de Enrique Gil y Carrasco, purgara el texto original para una edición de bolsillo en Seix Barral.
 

Caben hermanos y amigos, como Joaquín del Pino y Fernando de la Vera e Isla, responsables de la segunda edición del texto en 1883, junto a la novela corta El lago de Carucedo y algunos artículos de crítica, y Eugenio Gil y Carrasco, que prologó aquella publicación de la que apenas quedan copias localizadas en la Real Biblioteca de Madrid o en Alicante.
 
Caben y cabrán ilustradores de renombre; desde los originales de Zarza y Batanero de 1844, que encarecían la primera edición de ocho a doce reales, a José Bort, dibujante de La Familia Telerín y Los Lunnis, que llegó a ilustrar una edición infantil de la obra. Cabe el trazo del berciano Ángel Ruiz, que se encargó de la portada que en 1971 editó la desaparecida Librería Arriba y Castro en Ponferrada, con el mismo prólogo clásico de Carnicer.
 

 
Ilustración de Zarza grabada por Batanero para la primera edición
  

Y cabe el talento del poeta e ilustrador villafranquino Juan Carlos Mestre, que prepara una nueva reinterpretación de los grabados originales para la nueva edición de la obra que Valentín Carrera quiere presentar en Bembibre el próximo mes de febrero dentro de su proyecto de la Biblioteca Gil y Carrasco, que recopila las obras completas del autor por primera vez desde 1954.

 
Por caber, cabe hasta un maestro fusilado durante la Guerra Civil, Rafael Álvarez, que en 1925 editó con el seudónimo P.R.M. la primera versión para escolares de la novela.
 
Y el guardián de la caja de pandora más grande de El Señor de Bembibre, donde caben hasta 85 de las casi cien ediciones de las que se tiene constancia que se han publicado de la novela histórica más famosa del Romanticismo español, es Jovino Andina, un profesor jubilado que ha dado clase en Bembibre, claro, donde reside desde que en 1968 llegó al Bierzo desde Taramundi (Asturias). Andina leyó por primera vez El Señor de Bembibre en la edición escolar  de Álvarez y posteriormente pagó 90 pesetas para adquirir la obra completa editada por Toray. Fascinado por el Bierzo, donde acabó por echar raíces, en el último medio siglo no ha dejado de rastrear la huella de la novela en librerías de viejo y bibliotecas a la vez que se convertía en uno de los divulgadores más conocidos de la cultura de la comarca. «Es una afición que fue creciendo a fuego lento», decía ayer en la biblioteca de su casa, mientras mostraba a este periódico algunas de las ediciones más curiosas de la novela sobre la que prepara un catálogo y un estudio editorial que próximamente publicará el Instituto de Estudios Bercianos y el propio Valentín Carrera.
 
 
La afición de Andina le ha llevado a rastrear los pasos de los primeros ilustradores, o a descubrir que detrás del enigmático seudónimo del responsable de la primera «adaptación para la clase de lectura de las Escuelas Primarias» (Benito Izaguirre editor, Madrid, 1925) se escondía el maestro Rafael Álvarez, que vivió en Bembibre de niño y que iba a morir paseado años después. Y entre todas las ediciones, con erratas o en miniatura, con textos críticos de Carnicer, de Jean Louis Picoche en Castalia, de Enrique Rubio en Cátedra (que ha alcanzado la 13ª edición), traducidas al alemán o adaptadas al inglés como la titulada The mistery of Bierzo Valley (Gethen y Veaho, Londres, 1938), la más apreciada de todas es una de la que sólo se hizo una copia; la que la familia del profesor Martín Simón, compañero de aulas en el colegio Menéndez Pidal, le transcribió a mano a Andina para regalársela el día en que se jubiló.

Ilustraciones de José Bort

La primera edición
 
A Jovino Andina sólo le falta una decena de ediciones de El Señor de Bembibre, entre ellas la que se publicó en 1883 con prólogo de Eugenio Gil y Carrasco, pero en 2003 todavía se hizo en Internet con una copia "en muy mal estado" de la primera edición de 1844. Y sólo tres años después, encontraría un ejemplar mejor conservado en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid, en la caseta de un librero catalán instalada frente al Café Gijón. "La conseguí por un precio módico, sólo me pidió 80 euros", dice de un libro que hoy ya no se encuentra.