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jueves, 31 de marzo de 2011

El fantasma del Hotel Central

Santander, después del incendio de 1941.
Foto. http/portal.ayto-santander
CUADERNO DE VIAJE

El fuego comenzó en la calle Cádiz, muy cerca de los muelles. Soplaba viento del sur. Las calles eran estrechas, las casas de madera.

El fuego trepó por la puebla medieval, alcanzó la catedral, que se convirtió en una antorcha, y contagió las llamas a las calles adyacentes.

El fuego, sordo como el de Cortázar, se enredó en los miradores de las casas, se elevó sobre los tejados, sin remedio, y durante dos días muy largos arrasó la mayor parte del barrio viejo sin que nadie pudiera hacerle frente.

Llegaron bomberos de todas partes para sofocar las llamas. De Bilbao, de San Sebastián, de Palencia y Burgos, de Oviedo y de Madrid. Pero poco pudieron hacer contra el viento. El incendio era pavoroso. Lo devoraba todo en un radio de 37 calles y solo al tercer día, con el aire en calma, pudieron dominarlo. Al final, las llamas dejaron un charco negro de 14 hectáreas de extensión, miles de vecinos sin techo, una ciudad asustada por la desgracia y un bombero muerto.

Eso sucedió en 1941, en los años duros de la posguerra. En una ciudad burguesa, con puerto de mar. Y la culpa de todo, repito, la tuvo el viento. Un viento que llegó a soplar a más de 140 kilómetros por hora, avivando la chispa de un cortocircuto o de una chimenea mal ventilada.

La historia me la contaron el pasado jueves en Santander, una ciudad que apenas conozco, y donde yo acababa de presentar una novela sobre unos soldados y un desierto, y un agujero negro que se los tragaba a todos, como hizo el fuego con el barrio viejo. Me contaron esa historia y otra todavía peor; la de la explosión del Cabo Machichaco, el barco de vapor que estalló en los muelles tras incendiarse matando a mas de quinientas personas un mal dia de 1893. Después me alojaron en un hotel con un fantasma habitando en el ático, y antes de dejarme solo, me dijeron que tiempo atrás, aquel espíritu insomne le habia dado muy mala noche al escritor Agustin Fernández Mallo, el autor de Nocilla dream, quiza molesto con su literatura.


El vapor Cabo Machichaco, ardiendo en la bahía de Santander
el 3 de noviembre de 1893. Foto dominio publico.



Hotel Central. en la calle
General Mola de Santander

Y yo solo en la cama de una habitación de la tercera planta, con la cabeza llena de viento del sur, a punto de explotarme entre las sienes la dinamita del Cabo Machichaco; yo solo dando vueltas en aquella cama tan ruidosa, digo, trazando círculos cerrados sobre la almohada, aguardando el momento en el que viniera a visitarme el espectro del hotel, molesto, sin duda con mi literatura fantástica, que no se parece a la de Cortázar; yo solo, repito otra vez, sentí que mi otro yo, ese que siempre desconozco y que de vez en cuando se desdobla de mí en los espejos, cavaba un agujero en el colchón y el colchón me devoraba.

Cuando me levanté, muy temprano, la habitación olía a quemado, y Agustín Fernández Mallo ya había dejado el hotel sin haber pegado ojo.


RESEÑA DE JAVIER MENÉNDEZ LLAMAZARES
Diario Montañés, 25 de marzo de 2011

Malas hierbas


Glicinia en flor en la Casa de los Escudos de Ponferrada.
Hoy Museo de la Radio (Foto http://www.esacademic.com/)

CUARTO CRECIENTE.
Diario de León. Martes 29 de marzo de 2011

La glicinia vino de Oriente y echó raíces a los pies de un caserón blasonado, en el casco antiguo de Ponferrada. Nadie sabe quién la trajo, qué viajero intrépido se encaprichó de ella en algún lugar remoto de Asia y recorrió miles de kilómetros con su semilla en un bolsillo para plantarla hace un siglo y medio en la zona más vieja de la ciudad, a la sombra del Castillo de los Templarios.

Su nombre significa Dulce Amistad y desde 1870 se ha ido enredando en la fachada de lo que hoy es el Museo de la Radio, tapando la piedra. Sus ramas han crecido de tal forma que han trepado hasta el tejado. Su tronco se ha ensanchado tanto que muchos confunden el arbusto con un árbol. Y los años han comenzando a pesarle demasiado, hasta el punto de que necesita un lugar donde apoyarse para no caer.

A la glicinia centenaria la sostienen unas andas. Y el espectáculo de luces y sonido que el pasado viernes organizó el Ayuntamiento de Ponferrada para presentarlas, poniéndole voz a la Dulce Amistad, demuestra que el viejo arbusto oriental se ha convertido en un emblema de la ciudad, más importante incluso que el caserón blasonado donde se enreda.

Sabiduría
Pero esa glicinia que ha sobrevivido durante siglo y medio en tierra extraña también es una metáfora. La de Oriente y Occidente; dos mundos dispares, muchas veces enfrentados, y que han vivido en demasiadas ocasiones dándose la espalda, se encuentran en sus ramas. En tierra de castaños y tejos, ha crecido una especie bastarda, que nos trae el eco de otros paisajes, de otra mentalidad, más contemplativa, y que una vez más nos vuelve a enseñar que la naturaleza siempre es más sabia que el hombre.

 Por eso no estaría de más, ahora que se acercan las elecciones y los candidatos a la alcaldía buscan nuevas amistades, presumen de saber escuchar a los ciudadanos y afilan su oratoria para encontrar las debilidades del rival, que todos ellos se dejaran caer por el viejo caserón alguna tarde, a ver si es verdad que la glicinia les dice algo.

Y si después de eso, todavía están dispuestos a morderse entre ellos y a morder en nuestros votos para morder después en el Ayuntamiento, que es la casa de todos, estaremos en condiciones de saber que no van a sembrar nada bueno. Que harán oídos sordos. Y que un puñado de malas hierbas está queriendo crecer a costa de nosotros.


Caricatura de FARO

martes, 29 de marzo de 2011

Guerras justas


Dresde, después de los bombardeos aliados del 13 y el 15 de febrero de 1945.
Foto de RICHARD PETER (dominio público) tomada a finales de aquel año
desde la torre del Ayuntamiento

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 22 de marzo de 2011
 
Dice Ramón Lobo que las guerras son ingobernables. Se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Desde hace unos días tenemos una guerra en Libia. Una guerra justa. Gadafi, un sátrapa paranoico, un criminal, estaba masacrando a su población para aplastar una revuelta y había que hacer algo antes de que cayera el bastión de Bengasi.

Soy de los que piensan, sin embargo, que ninguna guerra es justa. Algunas son inevitables. Parece que sirvan para contener males mayores, pero eso no lo sabremos nunca. La Segunda Guerra Mundial, nos cuentan, fue una guerra justa. Había que pararle los pies a Hitler, al Duce y al emperador del Sol Naciente. Pero cuando los aliados bombardeaban indiscriminadamente ciudades como Dresde o Colonia o asesinaban a 220.000 civiles en Hiroshima y Nagasaki con dos bombas atómicas -para evitar males mayores- se estaban poniendo a la misma altura que los dictadores a los que pretendían derribar.


Caricatura de Hitler, Mussolini y Franco sosteniendo a la
Segunda República Española. Apareció en la prensa francesa de los años 30.
COLECCIÓN PRIVADA DE TRISKU


Quería ser justa la guerra contra Franco, un reaccionario que sembró las cunetas de muertos, como bien sabemos en el Bierzo porque todavía estamos desenterrándolos. Quería ser justa, pero se volvió ingobernable, porque en el bando republicano también se cometieron crímenes espantosos.


Del blog Negro sobre Blanco.
Caricatura de LATUFF.

La guerra contra Gadafi es una guerra inevitable. No una guerra justa. Las bombas nunca son inteligentes. Nunca discriminan a las víctimas. Nunca preguntan. Y quizás hubiera sido una guerra innecesaria si nuestros gobernantes hubieran actuado de otra forma. Gadafi ya era un tipejo despreciable cuando Aznar recibía un caballo suyo de regalo, Zapatero se entrevistaba con él en una jaima, Sarkozy le besaba la mano y aceptaba su dinero para financiar su campaña, y Berlusconi, el presidente-empresario, firmaba contratos con su clan y un tratado de buena amistad. Ése monstruo, no se engañen, lo alimentaron todos ellos consintiendo su régimen de terror a cambio de petróleo. Porque Gadafi, el tirano útil que 'contenía' a los islamistas radicales, ya torturaba a sus opositores en 1988, cuando sus terroristas hacían estallar un avión sobre Lockerbie. 

Y ahora tenemos una guerra contra ese iluminado. Una guerra inevitable. Y los que la dirigen, convertidos en defensores de la revolución, son los mismos que hasta hace poco aceptaban su dinero, su petróleo y sus caballos. Perdónenme, si no contengo la arcada.


Viñeta de Forges, que publica en El País.
(Si alguna vez descubre este blog, espero que le guste verla aquí)

martes, 22 de marzo de 2011

Un agujero entre Santander y Ponferrada

 
Para los curiosos. Un estudio de portada para
El agujero de Helmand, de Menoscuarto Ediciones
CUADERNO DE RUTA

LITERATURA Y REALIDAD
Coloquio-presentación de la novela El agujero de Helmand. Club de Prensa de Diario de León.
León. Martes 29 de marzo. 19.30 horas.
Un fotógrafo que ha pisado Afganistán y que nos enseñará algunas de sus imágenes, José Manuel López, una autora de novela negra que también es periodista,  Noemí Sabugal, una poeta que escribe versos indestructibles (y qué casualidad, también es periodista), Ester Folgueral, un profesor de Lengua y Literatura que no se muerde (la lengua), Tomás Néstor Martínez, y el equipo que se encarga del suplemento cultural Filandón, el crítico Nicolás Miñambres, el escritor Luis Artigue, y Alfonso García, que ejecerá de moderador. A toda esta gente he invitado para presentar la novela que Menoscuarto Ediciones está empezando a distribuir en las librerías.
Presentará el acto el director de Diario de León, Pablo R. Lago. Y no faltaré yo, claro.
El editor tiene miedo de que no me dejen hablar...


...Pero antes tengo que viajar al norte.
EL AGUJERO DE SANTANDER. CICLO LECTURAS EN EL RÍO
Presentación  de El agujero de Helmand, Premio Tristana de Novela Fantástica 2010.
Bodega del Riojano (Río de la Pila, 5)
Jueves, 24 de marzo, a las 20.30 horas.
Introduce el periodista y escritor Javier Menéndez Llamazares.


Y el círculo se cierra en casa...
EL AGUJERO DE PONFERRADA
Librería Bertrand (a punto de ser Casa del Libro).
Centro comercial El Rosal. Avenida de la Constitución. (La Rosaleda)
Jueves 7 de abril. 19.30 horas (por confirmar).
Presenta el director del Teatro Bergidum, Miguel Ángel Varela.
Y luego pisamos algunos bares... 

Portada definitiva (os la recuerdo)

ENTREVISTA de GUILLERMO BALBONA
El Diario Montañés. Martes 22 de marzo de 2011

"Lo fantástico es el territorio de la incertidumbre y del desasosiego"
De El agujero de Helmand, V Premio Tristana de Novela Fantástica del Ayuntamiento de Santander, se alabó su «concisión, amenidad, eficacia narrativa y profundidad». La primera incursión en el género del periodista y escritor leonés Carlos Fidalgo (Bembibre, 1973) ve la luz en Ediciones Menoscuarto. El autor presenta su libro el próximo jueves en el ciclo 'Lecturas en el Río', en la Bodega del Riojano.
-¿Cómo definiría su libro?
-Es una novela sobre la muerte y el tiempo, y sobre el círculo que forman en un paisaje pedregoso como el de Afganistán y en mitad de una guerra que se ha convertido en un callejón sin salida, como tantas otras.
-¿Considera que crear una atmósfera,una textura, una geografía física es esencial a la hora de narrar?
- En muchas ocasiones, intento crear una determinada atmósfera y la historia va surgiendo sobre ese fondo. El paisaje puede ser un condicionante o incluso un desencadenante. Pero no creo que sea esencial en una narración. También me gusta hurgar en los personajes y en sus motivos. Tienen su propio paisaje interior.
-¿El relato existía ya, o lo escribió pensando en el género y en el concurso?
-El relato parte de un suceso real, el descubrimiento de una fosa de soldados soviéticos en el Afganistán de nuestros días y en un lugar dominado por supersticiones ancestrales. Me pareció que podía llevar ese suceso a mi terreno y construir una historia de ficción. Lo que empezó siendo un cuento, se convirtió en una novela. Y sólo cuando vi que me acercaba al final de la historia, empecé a pensar que podía encajar en un premio como el Tristana.
-La idea cíclica, la de que el tiempo y la historia se repiten ¿es inherente a su ficción?
--Muchas de mis ficciones son círculos. Antonio Pereira decía que el final de un cuento está en su comienzo.
-El lenguaje periodístico ¿en qué medida está presente en su obra? ¿Es una rémora o lo contrario?
-Del lenguaje periodístico me quedo con la claridad. Pero la sencillez de una frase corta puede esconder un ritmo narrativo más literario. Escribo a base de párrafos y me gusta pensar que son unidades con vida propia, parecidos a las estrofas, aunque formen parte de una cadena narrativa. Intento eliminar lo que sobra y no ponerme 'estupendo' escribiendo. De todas formas, pienso que algunos géneros periodísticos como el reportaje y la crónica están más cerca de la literatura de lo que pueda parecernos. Se puede contar la realidad con las armas de la ficción. Creo que es al revés. El lenguaje literario influye más en mi trabajo como periodista que a la inversa.
-Esta semana coinciden en Santander Juan Pedro Aparicio, Julio Llamazares. Hace poco visitó la ciudad Luis Mateo Díez. ¿qué factores llevan a la profusa y fértil existencia de narradores/contadores leoneses?
-En algún lugar he leído que es el paisaje, aunque León es una provincia de contrastes. No es lo mismo El Páramo que el Bierzo, La Cepeda que La Cabrera. Aunque ya ve que yo me ido a miles de kilómetros para montar mi propia fábula...
-Lo fantástico, ¿es un territorio para proponer una f ábula moral?
-No ha sido mi intención construir una fábula moral. Lo fantástico es el territorio de la incertidumbre y del desasosiego. El territorio del misterio. Es algo más existencial. Aunque es verdad que la novela deja claro que la guerra deshumaniza.
-'El país de las nieblas', 'El agujero..' ¿hay en su caso un paisaje de lo oscuro, una idea de exploración en el enigma como metáfora vital?
-Volvemos al territorio del misterio. Lo que se oculta debajo de una piedra. Lo que no vemos por que lo esconde la niebla o lo arrastra una nube de polvo. Es una metáfora de la vida. O del final de la vida, que es volver al principio. Y sólo podemos intuirlo.
-¿Llegaría a plantearse abandonar el periodismo por la literatura?
- Me gustaría tener más tiempo para la literatura. Pero no abandonar el periodismo. Disfruto escribiendo. El periodismo es un esfuerzo por ordenar la realidad. No deja de ser una construcción aproximada porque la realidad nunca puede contarse del todo. Siempre se nos escapa algo.
-¿Qué uso hace de las nuevas tecnologías y qué territorio le augura al libro?
-Internet te acerca a las fuentes documentales y es una fuente en sí misma. Sin Internet, me habría sido imposible documentarme. Me he trasladado virtualmente a Afganistán y me he sentido un poco como Julio Verne, escribiendo de lugares donde nunca he estado. Internet y las redes sociales, aparte de ayudar a las revoluciones modernas, son una revolución en sí mismas. Son una herramienta fabulosa, aunque tengan el problema de la privacidad. Empiezo a pensar que los blogs, por ejemplo, pueden convertirse en algo más que un soporte, casi son un género literario propio.
-Memoria, tránsito...en el siglo XXI el oficio de narrar ¿responde a la necesidad primaria de contar historias?
- La necesidad de contar y escuchar historias es algo ancestral. Va en la condición humana. Necesitamos la ficción para vivir. Aunque siempre estemos contando las mismas historias con lenguajes y soportes diferentes.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pesadillas


Varsovia. Enero de 1945. Cuando los soviéticos se decidieron a cruzar el río
Vístula, los nazis habían destruido prácticamente toda la ciudad.
Foto. M. SWIERCZYNSKI (dominio públíco)


CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 15 de marzo de 2011

El 1 de agosto de 1944, la resistencia polaca se sublevó en Varsovia contra los nazis. El Ejército Rojo se encontraba en los suburbios de la capital, en las orillas del río Vístula, y la Armia Krajowa decidió levantarse en armas para liberar la ciudad antes de que lo hicieran los soviéticos.

Los polacos no tenían apoyo extranjero. Los aliados combatían a miles de kilómetros de allí tras desembarcar en Normandía y apenas les arrojaron algún cargamento de armas desde el aire. Tampoco se podían fiar de los soviéticos, que en 1939 se habían repartido el país con los alemanes, así que decidieron adelantarse y a las cinco de la tarde, cincuenta mil hombres y mujeres mal armados se echaron a la calle para expulsar a los nazis.

 
Miembros de la resistencia polaca, patrullando en Varsovia
el 1 de septiembre de 1944.
Foto. STEFAN BALUCK (dominio público)

No lo consiguieron. Aislados unos de otros, tuvieron que levantar barricadas para resistir el contraataque alemán, mientras el Ejército Rojo detenía su avance y dejaba que la Lutwaffe bombardeara la ciudad. Finalmente, los rebeldes capitularon el 2 de octubre y los nazis aún tuvieron cuatro meses, -antes de que los soviéticos cruzaran el Vístula- para destruir gran parte de la ciudad y cumplir la orden de Hitler de convertir Varsovia en un lago.

Ahora cambien las fechas, los nombres. Pongan 1936, España. Pongan 2011, Bengasi. Hitler y Stalin. Franco y Gadafi. Y comprobarán, una vez más, que la historia es el cuento de la pescadilla que se muerde la cola.

Y también, una paradoja.

De otra forma no se explica que un país que empezaba a vivir el terror de una dictadura cuando nosotros entrábamos en la Transición a la democracia, quiera atarnos ahora los cabos que dejamos sueltos. Hablo, por supuesto, de la actuación de la Justicia argentina contra los crímenes de Franco, apuntalada en la última semana con el caso de un berciano fusilado en Valdueza y enterrado en una fosa que todavía está por exhumar, como tantas.

Sobre un tanque en Bengasi. En fechas recientes.
Foto cedida por MAHER 27777 a dominio púlbico.

Pero los libios lo tienen peor, por mucho que el Tribunal Penal Internacional haya advertido a Gadafi. Los libios que se han levantado en armas contra su dictador han chocado en la última semana con las leyes del periodismo y el tsunami de la información, que les relega a la segunda página ante el horror atómico que se adueña de Japón. Y cambien otra vez las fechas, los nombres. Pongan 1945, Hiroshima. Un avión en lugar de una ola. Y comprobaran que nuestras pesadillas también se repiten.

Hiroshima, 1945. Cómo se parece a Varsovia...
(Del blog http://www.lialdia.com/. Desconozco el autor de la imagen)

viernes, 11 de marzo de 2011

Círculos

 
Primera página del diario Ya, Domingo 7 de abril de 1974


CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes, 8 de marzo de 2011

El tiempo es un círculo y de vez en cuando, nos devuelve a la casilla de salida. Domingo, 7 de abril de 1974. Primera página del diario Ya . Titulares. «Noticias confusas sobre el relevo del coronel Gadafi en Libia». «Hoy entra en vigor la limitación de velocidad para los automóviles». Comentario de fondo. «Problemas de la economía española»...

En el Bierzo, también hemos vuelto al principio. Escribimos de la crisis del carbón, del campo que no despega, del vino que no se bebe porque no se promociona lo suficiente, del tren turístico, que vuelve a arrancar cerca de las elecciones para después pararse, de Las Médulas, convertida en un caos de administraciones, de los malos vientos en el sector eólico, de los alcaldes que se eternizan en los ayuntamientos. Y de los alcaldes que lo fueron una vez y quieren volver a serlo.

Primera página del diario El Mundo, 18 de diciembre de2010

Fuera del Bierzo, el círculo es más grande, pero igual de cerrado. Estamos atrapados en los trajes de Camps, en los favores de la Junta de Andalucía, en la crisis de la energía, en la agonía de ETA, el paro endémico y en la conspiración permanente del 11-M, donde nadie dice la verdad, o quizá, donde hay alguien que nunca ha aceptado la verdad y se empeña una y otra vez en buscar una alternativa que le favorezca.

Un círculo, pero de sangre, es el que tiene encerrados a los libios. Volvemos al principio. Domingo, 6 de marzo de 2011. Las ediciones digitales de los periódicos narran la contraofensiva de Gadafi, la lucha por las refinerías de petróleo, el eco de las torturas del régimen, la rebelión que no avanza, las naciones que no intervienen. Todas las guerras civiles se parecen. ¿Y quién se atreve a romper ése círculo?

Primera página del diario Público, 10 de diembre de 2006.
Zapatero también tragaba con Gadafi y lo decía un
periódico que no suele tratar mal al Gobierno.

Al menos en Nueva York, hace tres años, no dejaron al dictador montar su jaima antes de pronunciar un discurso en la ONU. Porque en España, siempre dispuestos a sacrificar la ética por el petróleo, Aznar fue de los primeros en estrechar la mano de Gadafi cuando la comunidad internacional readmitió al sátrapa en el círculo de naciones por renunciar al terrorismo. Como premio, recibió un caballo.

Recorte de El País.11 de febrero de 2010
El mismo día el periódico titulaba en primera
"Mubarak se aferra al poder".

Ocho años después, seguimos en lo mismo. José Bono viajó hace unas semanas a Guinea para mantener el cordón umbilical del petróleo. «Nos unen más cosas que las que nos separan», le dijo a Teodoro Obiang. Y cuando me pregunto en qué se parecen España y Guinea Ecuatorial, sólo encuentro cuarenta años de dictadura.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sin mangas

 
José Luis Prada ha convertido su nombre en una marca.
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 1 de marzo de 2011
 
Empezó vendiendo botas camperas y zapatillas en una vieja tienda de calzado venida a menos. Los que la conocieron, cuentan que aquella zapatería acabó pareciéndose a los negocios de Carnaby Street o del Barrio Latino de París, pero en medio de Cacabelos. José Luis Prada Méndez sólo era un adolescente y todavía cabía en las mangas de una camisa.

Viendo que funcionaba lo de las botas, y los ponchos, y los pachulis, Prada, que había hecho la mili en la Legión y había vuelto de África sin mangas de camisa, comenzó a envasar cerezas en aguardiente para venderlas en la zapatería. Eran los años setenta y hasta el Bierzo llegaban de vacaciones emigrantes residentes en Francia, Alemania y Suiza que volvían a sus casas con los tarros de Prada en las maletas mientras conducían por aquellas carreteras del final del franquismo.


El viejo Renault 8 de Prada, en el Palacio de Canedo.

Las cerezas le llevaron al pimiento. Y el pimiento a las castañas en almíbar. La gente le identificaba por sus gafas de sol y por el extravagante Renault 8 de puertas de madera, pintado como si lo hubieran fabricado en el Verano del Amor. Prada comenzaba a ir a tope. Y a tope ha sido su lema desde entonces.

Ya no era ningún jovenzuelo cuando decidió calzar mejor su negocio y convertir el antiguo Hospital de San Lázaro en un restaurante cotizado y en un taller de productos artesanos. Por entonces, en España había dos Moncloas; la del presidente Suárez, Calvo Sotelo o Felipe González y la de Prada A Tope en Cacabelos.
 

 
Palacio de Canedo. www.pradaatope.es
 


Luego llegó el Palacio de Canedo, los viñedos, las franquicias, el paisaje. Prada tuvo que aparcar el Renault 8, demasiado viejo para andar rodando por las carreteras de la democracia, se separó de su esposa, dejó La Moncloa, pero salió elegido alcalde dos veces. Y no se dejó crecer las mangas.

De hecho, aunque le han llovido los elogios por creer en lo que hace, por defender el campo y la arquitectura rural, Prada sigue sin guardarse nada en la manga y dice lo que piensa. «Hay que lavar la ropa dentro de casa», afirmó el pasado viernes, durante la entrega de la Castaña de Oro que concede su fundación, tirando de las orejas a los bodegueros que han expresado su malestar con la gestión del Consejo Regulador a través de este periódico. Y estoy de acuerdo. Completamente de acuerdo. La ropa sucia se lava dentro de casa, pero las manchas del vino secan mejor al sol.

martes, 1 de marzo de 2011

El agujero de Helmand


Portada  de El agujero de Helmand. (Menoscuarto)
CUADERNO DE RUTA

TEXTO DE CONTRAPORTADA. EDITORIAL MENOSCUARTO
 
En la guerra de Afganistán que sucede a los atentados del 11 de septiembre, un grupo de marines se enfrenta al enemigo talibán y a una presencia ominosa mucho más terrible. El agujero de Helmand, novela ganadora del Premio Tristana 2010, es un convincente relato sobre la circularidad del tiempo. El jurado resaltó en esta obra «el clima de ansiedad, incertidumbre y terror», así como su «concisión, amenidad y eficacia narrativa». El autor engarza la historia antigua de la expedición de Alejandro Magno al centro de Asia con la palpitante actualidad del terrorismo islamista, para contar la pesadilla de unos soldados amenazados por la muerte y su eco en el paisaje. Polvo y viento. Y el río Helmand, que se retuerce a punto de morder.



 Foto de la solapa del libro.
Autor: L. DE LA MATA
NOTA BIBLIOGRÁFICA 

CARLOS FIDALGO. (Bembibre, León, 1973), periodista y escritor, debuta en la novela con El agujero de Helmand (Menoscuarto, 2011) tras ganar con este título el V Premio Tristana de Novela Fantástica del Ayuntamiento de Santander, certamen donde ya fue finalista en la tercera convocatoria. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, desde 1996 trabaja como redactor en Diario de León. Ha publicado el libro de cuentos El país de las nieblas (2005), ilustrado por el pintor Juan José Albares, y su obra forma parte de la Antología de escritores bercianos. Narrativa breve (2008), junto a relatos de Ramón Carnicer, Antonio Pereira, Raúl Guerra Garrido, Fermín López Costero, César Gavela... 


LA PORTADA

La primera propuesta de Menoscuarto fue una calavera, y aunque era una idea potente, resultaba demasiado agresiva. La sombra borrosa de un soldado a contraluz me parece más sugerente y encaja mejor con el tono de la novela; un relato de intriga, un espejismo...

UN RÍO. UN DESTELLO. Y EL TIEMPO...

El agujero de Helmand  estará este mes en las librerías. No sé qué recorrido tendrá la novela. Aún desconozco la fecha exacta de la publicación. Y en el momento de escribir estas líneas, tampoco he visto el libro impreso. Pero saber que va a figurar en un catálogo que incluye obras de George Orwell, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Federico García Lorca, Ignacio y Josefina Aldecoa, o Juan Pedro Aparicio, hace que por momentos, me sienta como el protagonista del relato que he escrito, -y recuerdo otra vez que parte de un suceso real- oteando un páramo pedregoso desde una roca dura, con gafas de visión nocturna.