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martes, 23 de diciembre de 2014

La trampa


Foto: Asier Menéndez

CUARTO CRECIENTE
Diario de León, Jueves 11 de diciembre de 2014

 
La trampa es la siguiente; el juez Ruz podrá seguir con el caso Gürtel si lo pide. Pero si lo pide, se arriesga a anular todo el proceso. Un juez de apoyo en la Audiencia Nacional sólo puede dedicarse a «asuntos de nuevo ingreso o pendientes de señalamiento» y es el magistrado titular el que se debe encargar de los casos «en tramitación».

No lo digo yo. Lo dice la Ley Orgánica del Poder Judicial. Y los abogados de Bárcenas lo saben. Los asesores del PP lo saben. El presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, lo sabe también. Y lo sabe, por supuesto, el propio juez Ruz.

Lo repito, por si no ha quedado claro. El Poder Judicial, un órgano donde son mayoría los jueces nombrados por el PP, ha sacado a concurso la plaza que ocupa de forma interina el juez Ruz en lugar de prorrogar su comisión de servicios para que acabe la instrucción del mayor caso de corrupción de nuestra democracia. Lo hace a pesar de que el juzgado ya tiene titular hasta 2016, el juez Carmona, al que ofrecieron un puesto de nueva creación como magistrado de enlace en la embajada española en Londres para que no diera guerra. Y si Ruz pide continuar en la Audiencia Nacional como juez de refuerzo del nuevo ‘titular suplente’ de Carmona puede anular todo el proceso.

Si no lo pide, quienes han diseñado toda esta sucia maniobra argumentarán que ha sido el propio juez el que no ha querido continuar la investigación. El PP ganará tiempo, posiblemente un año, antes de que el nuevo titular se ponga al día. Lo justo para que pasen las elecciones.

Será, además, un juez amedrentado. Está por ver si tendrá el coraje de Garzón, el primer magistrado apartado del caso, el valor que ha demostrado Pablo Ruz, que le salió rana al Gobierno cuando se atrevió a registrar la sede del PP en la calle Génova y señaló a Ana Mato como beneficiaria de la trama, o la independencia de Gómez Bermúdez, el juez del 11-M, al que también cerraron la puerta pensando que Ruz sería más dócil.

Es un escándalo. Se mire como se mire. Lo cuenten como lo cuenten. Y quien mejor lo está contando es el periodista Ignacio Escolar: «Cuando al PP le va mal con un juicio, no cambia de abogado, cambia de juez».

lunes, 15 de diciembre de 2014

Jueces


Escultura de Gabriel Carvajal Pérez, en Colombia.
Foto: Biblioteca Pública Piloto de Medellín

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 4 de diciembre de 2014

Atentos a lo que dice Joaquim Bosch portavoz de Jueces para la Democracia: «Por desgracia, en nuestro país los corruptos cuentan con más medios para eludir la Justicia de los que tiene nuestro sistema judicial para perseguirles».
 
Dice Joaquim Bosch que no existe voluntad política para actuar contra la corrupción. En lugar de pactos, hacen falta más peritos especializados, más policías con experiencia, más recursos para la Fiscalía, ademas de las reformas procesales que agilicen los sumarios. «Cuando cae en un juzgado un asunto de estas características hay muchas dificultades para poder hacer avanzar la investigación», explica. Y eso extiende la sensación de impunidad «porque no acaban de existir condenas, hay muchas causas abiertas pero no acaban de avanzar con la rapidez que sería deseable».

Más controles y menos asesores, pide Bosch para frenar «la enorme discrecionalidad» de las administraciones cuando adjudican contratos. Y más jueces. Las cien nuevas plazas anunciadas en el Congreso por Rajoy, que lleva todo su mandato negando que la corrupción sea un fenómeno generalizado, ya figuraban en los Presupuestos Generales del Estado del próximo año «y no tienen nada que ver con la corrupción», añade Bosch. De hecho, ni siquiera cubren las bajas por jubilación, incapacidad o fallecimiento.

Pero si hay algo que deja en evidencia al Gobierno de Rajoy y al partido que le sostiene, el del dinero B y los sobres de Bárcenas, el que ha alimentado a personajes como Matas, Fabra o Granados, es el olor a putrefacción que desprenden las maniobras para apartar al juez Ruz de la instrucción del caso Gürtel, la trama que más corroe al PP. Aquí la Justicia sí ha sido muy rápida para ‘desimputar’ al vocal del Consejo General del Poder Judicial nombrado por los populares que puede inclinar la balanza a favor de quienes quieren sacar a concurso la plaza de la Audiencia Nacional que ocupa Ruz de forma interina. Será que en el PP no se acaban de fiar del voto de calidad del presidente del organismo, Carlos Lesmes, el mismo que hace unos días reconocía, en la línea de Joaquim Bosch, que la ley «está más pensada para castigar al robagallinas que al gran defraudador».  

miércoles, 10 de diciembre de 2014

No lean esto

El pequeño Nicolás, personaje de Sempé y Goscinny, popular en Francia

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 27 de noviembre de 2014

El sábado apagué la tele. Todas las cadenas hablaban del pequeño Nicolás.
 
El sábado no leí la exclusiva de un periódico, al tercer párrafo, lo dejé. No podía entender que los entrevistadores se tomaran en serio al personaje, aunque no le falte elocuencia y desparpajo al muchacho para presentarse así mismo como una suerte de agente secreto que ha colaborado, sin cobrar, con los servicios de inteligencia del Estado; tan bien conectado que es capaz de desimputar, si lo dejan, a la infanta Cristina y evitar la independencia de Cataluña.
 
El sábado nos desayunamos con el pequeño Nicolás y cenamos con él. Qué perdida de tiempo. Por momentos, antes de cerrar el periódico, poco antes de cambiar de canal, todo me parecía un fake. Una falsa entrevista. Sólo falta que Jordi Evolé, me dije, tire de los hilos sueltos y anuncie mañana en su programa que Nicolás, el pequeño fabulador, el conseguidor que se movía en el barrizal del tráfico de influencias y quiso ser algo más grande, más importante, le ha contado quién era el elefante blanco que esperaban los golpistas del 23-F, qué político está detrás de la X de los GAL, la conexión secreta de ETA con Al Qaeda, el nombre de todos los hijos bastardos de los últimos reyes, y, por qué no, quién mató a Kennedy, dónde están las armas de destrucción masiva de Sadam y en qué isla del Pacífico vive en la clandestinidad el viejo Elvis Presley.
 
Si le das tiempo para pensar, el pequeño Nicolás te convencerá de que los templarios descubrieron América. Que los chinos inventaron la sopa de sobre hace mil quinientos años. Que Alejandro Magno era un alienígena. Que el hombre nunca pisó la Luna. Que los extraterrestres construyeron las pirámides, ayudaron a los árabes a inventar los números, y las estatuas de la Isla de Pascua son astronautas del futuro que viajaron en el tiempo a través de un agujero negro.
 
Y en este esperpento, tanta culpa tienen quienes se han dejado embaucar. Los que le cedieron un chalé, un coche, una escolta. Los que le cogieron el teléfono. Y si me apura, también los periodistas que le han entrevistado. Incluso yo, por dedicarle este artículo. Incluso ustedes, por leerlo hasta el final.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Monterías

Cartel de la película de Berlanga, que no pierde actualidad.

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 20 de noviembre de 2014

Se reunían en fincas de nombres castizos; La Parrilla, La Solana y El Collado de San Benito. Desayunaban migas con huevos fritos. Después sorteaban los puestos de caza. Soltaban a los perros, que ladraban por el monte detrás de los corzos y de los ciervos. Disparaban a los astados con sus escopetas. Y cuando ya se habían cobrado suficientes piezas, se fotografiaban con los cuernos de los venados muertos a sus pies.
 
Entre medias hacían negocios.


Aquello costaba dos mil euros por persona. Lo pagaba todo una constructora, que invitaba a promotores inmobiliarios, y dirigentes del PP, incluido un antiguo presidente del Senado. Pero resultaba una buena inversión si de aquella verbena salía una jugosa adjudicación de parcelas por valor de 600.000 euros.

Berlanga no lo hubiera contado mejor.

El problema es que todas esas monterías que investiga ahora la Operación Púnica ocurrieron ayer y recuerdan peligrosamente a las del tardofranquismo que veíamos en La escopeta nacional.

Pasan los años y los negocios se siguen haciendo en los palcos de los estadios, en los reservados de los restaurantes y en el monte, después de matar unos ciervos.

No es de extrañar que sea este Gobierno, que tan poco ha hecho por atajar los malos hábitos del régimen anterior —el «¿qué hay de lo mío?», que aún le preguntaban a Manuel Fraga a los postres de aquellas cenas en un restaurante de Villafranca del Bierzo con las que cerraba alguna que otra jornada de pesca en el Burbia— este Gobierno cercado por los escándalos de corrupción que afectan a su partido, que concede prioridad a los cazadores frente a los senderistas que pasean por el monte, el que ha levantado la protección a los parques nacionales, entregados al capricho de los grandes propietarios con fincas y mansiones dentro de su perímetro.

De nada ha servido que once de los quince directores de estos espacios se hayan quejado. Lugares como el Parque Nacional de Cabañeros quedarán abiertos a las grandes cacerías, a las grandes monterías. Y ya no tenemos a ningún Berlanga que nos cuente lo que pasa cuando callan las escopetas.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El fantasma de Bobby Fischer

Spassky y Fischer no dejaron de ser dos peones de la Guerra Fría.
Imagen. Reportaje de la partida en The New York Times.
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 13 de noviembre de 2014
 
Boris Spassky todavía sueña Bobby Fischer algunas noches. La almohada se convierte en un tablero de ajedrez cuando se duerme y el campeón del mundo destronado juega otra vez con el hombre que le derrotó hace 40 años, en aquella memorable partida celebrada en Reikiavik con el mundo asomado al abismo de un conflicto nuclear.
 
Spassky, el héroe deshonrado de la Unión Soviética, habla con su verdugo en sueños. Le consulta movimientos de peones. Y el fantasma de Bobby Fissher le responde con su mejor apertura.
 
1 d4.
 
Spassky, talento nacido en la vieja Leningrado, asiste estos días al Campeonato del Mundo de Ajedrez de Sochi en silla de ruedas. Hace cuatro años sufrió un grave derrame cerebral y hace dos huyó de París, donde vivía exiliado, porque se sentía secuestrado por su tercera esposa, que dirigía su programa de rehabilitación con mano férrea.
 
Dama amenaza a rey. Enroque.
 
Y Fischer, genio excéntrico de Chicago, 'reclutado' para dejar el orgullo ruso por los suelos, murió hace seis años, convertido en un enfermo mental que negaba el holocausto o expresaba su alegría por el desplome de las Torres Gemelas.
 
Peón come a dama.
 
Pero no se lo tengan en cuenta.
 
Bobby Fischer también se sentía un exiliado. Un refugiado político. En 1992, al cumplirse veinte años de la partida del siglo, se había enfrentado de nuevo a su amigo Boris Spassky. Le ganó otra vez y se llevó cuatro millones de dólares en premios. El problema es que lo hizo en la antigua Yugoslavia, en los albores de la última guerra de los Balcanes, y violando una resolución de la ONU.
 
A Fischer, que jamás regresó a los Estados Unidos porque podían encarcelarle, le falló un riñón en Reikiavik, la ciudad que escogió como última residencia. Pero seguirá vivo en la cabeza de Boris Spassky mientras su amigo y su rival no encuentre la jugada perfecta. "Hoy más que nunca necesitamos el ajedrez. Mover esas piezas de madera y pensar en su estrategia nos permite olvidar las desgracias de este mundo", ha dicho en Sochi el hombre que aún sueña con él.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Antología de la corrupción

Serrat en 1973, cuando soñaba con otro país. (Cartel de un concierto en México).
  
CUARTO CRECIENTE
Diario de León, Jueves 6 de noviembre de 2014
 
Leo una entrevista con Joan Manuel Serrat, icono de la canción de autor en los años setenta, bandera de un tiempo muerto. «El proyecto de la Transición se ha desmoronado», dice el titular escogido por el periodista. Y en la foto que ilustra el texto aparece el cantante serio y envejecido, quizá cansado, a punto de iniciar la promoción de su último disco.
 
Son cincuenta canciones de su repertorio de siempre. Nuevas versiones. Duetos. Un repaso a medio siglo sobre los escenarios que ha titulado Antología desordenada. Aquel Serrat que renunció a Eurovisión porque no le dejaban cantar en catalán, el Noi de Poble Sec que fue emblema de la Nova Canço, se tuvo que exiliar a México cuando criticó las últimas condenas a muerte del franquismo y no regresó hasta después de la muerte del dictador. «Había un sueño colectivo», dice de la Transición, de los cambios que trajo. «Una esperanza compartida en que el país pudiera avanzar». Y reconoce que «ese proyecto se ha desmoronado, carcomido desde dentro».
 
La carcoma tiene nombres. Demasiados. Algunos muy cercanos a nosotros, aferrados a las instituciones como garrapatas. Durante años.
 
No son casos aislados. Púnica, Pokemon, Bárcenas, Guerra, Pujol, Filesa, Eres, Noós. No son versos sueltos ni canciones desordenadas. Gürtel, Palau, Roldán, Campeón, Malaya, Palma Arena, tarjetas Black, Marbella. Son eslabones de una cadena que ahora está a punto de romperse.
 
Y todos tienen la misma letra. Todos suenan igual. Son la herencia de una forma de hacer las cosas; la del tres por ciento. La del saqueo de lo público y el gasto desordenado, los concursos sin publicidad y los procedimientos negociados. Hasta el Tribunal de Cuentas, que debía velar por la legalidad de los presupuestos, ha sido un nido de nepotismo durante estos años.
 
Había un sueño y nos hemos despertado. Y no podemos esperar que hagan limpieza quienes por acción o por omisión, porque pusieron la mano o miraron para otro lado, están empozoñados en la misma mierda.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Fosas y mordidas

Portada del informe sobre los 14 años de actividad de la Asociación
para la Recuperación de la Memoria Histórica
  
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 30 de octubre de 2014

A Mariano Rajoy lo han pillado cazando elefantes. «Pido perdón en nombre del PP a todos los españoles por haber situado en puestos de responsabilidad a quienes en apariencia han abusado de ellos», dijo el martes en el Senado, emulando al Rey Juan Carlos tras su accidentado viaje a Botswana.

Pero pedir perdón no basta. La pocilga huele demasiado. Y tampoco soluciona nada un pacto como el que el PP y el PSOE se disponían a firmar antes de las últimas detenciones. A ninguno de los dos grandes partidos que se han alternado en el poder desde hace 40 años les ha interesado atajar la corrupción. No han dotado de medios a los jueces. No han destinado suficientes policías ni inspectores para investigar los delitos económicos de los grandes defraudadores, los sobornos y las comisiones ilegales. Y en lugar de fiscales independientes, han usado al Ministerio Público como correa de transmisión de sus intereses.

Si es verdad que quieren luchar contra la podredumbre deberían empezar por apoyar a los jueces y crear unidades policiales bien equipadas. Deberían seguir por la escuela. Hace falta una buena educación cívica para cambiar la mentalidad de un país donde el clientelismo ha colocado a demasiados mediocres «en puestos de responsabilidad». No somos eficaces. Y la corrupción genera pobreza.

Y no debería faltar una reforma profunda del sistema; limitación de mandatos, listas abiertas, mecanismos de control en manos de los ciudadanos y un cambio en los procedimientos de enjuiciamiento criminal. «La ley está pensada para el robagallinas y no para el gran defraudador», decía hace unos días el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, en otra frase antológica.

Alguno se preguntará dónde empezó todo. Dónde está el pecado original para que hasta el Rey pida disculpas. Yo les dejo aquí mi opinión por mucho que me duela; nuestra democracia nació con la semilla de la impunidad. De un país que tiene a más de cien mil muertos en cunetas y una Ley de Amnistía que dejó sin juzgar «los delitos cometidos por funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas» no se puede esperar otra cosa. Fosas y mordidas. ¿A qué les recuerda?

lunes, 3 de noviembre de 2014

Sorpasso

La historia de la democracia está llena de 'trileros'
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 21 de agosto de 2014
 
Se veía venir. Mariano Rajoy acaba de confirmar que usará la mayoría absoluta del PP en el Congreso para reformar la ley electoral. Sin consenso. El alcalde más votado, ha dicho Rajoy, gobernará a partir de las elecciones municipales de 2015,  aunque su mayoría sea relativa y el resto de la corporación se haya puesto de acuerdo para ofrecer una alternativa.
 
Rajoy dice que es una medida de regenaración democrática. Pero a nadie se le escapa que un intento tan burdo de cambiar las reglas del juego, una reforma de tanto calado -sin consenso y a sólo unos meses de las elecciones- sólo obedece al miedo a perder poder.
 
No les cuento nada nuevo si les digo que Rajoy y quienes le sostienen temen el ascenso de alternativas ‘populistas’, -Podemos, Ganemos, y todos los herederos del 15-M- que defienden un cambio más profundo del sistema que ha alimentado al bipartidismo, ha generalizado la corrupción -consintiendo, por ejemplo, la ‘ley del tres por ciento’ que ha engordado la fortuna de los Pujol- y ha agravado la crisis con recortes que sólo han servido para aumentar el desempleo, priorizar el rescate de bancos mal gestionados, privatizar servicios públicos para repartir prebendas entre empresarios afines, y entrar en una profunda recesión sin haber resuelto el problema de la deuda.
 
Al contrario. La deuda crece. Y vivimos en una espiral de autodestrucción de la que nos costará salir.
 
Rajoy ha hecho sus cálculos y ha llegado a la conclusión de que la mejor forma de frenar la irrupción de los movimientos ciudadanos y los partidos asamblearios que quieren cambiar el orden de prioridades es reformar la ley electoral. Blindar a la mayoría. Y aunque su propuesta desprende un tufo insoportable a pucherazo -sigue la línea de la Ley d `Hont, que sentó las bases de un nuevo turno de partidos- el presidente se defiende con el argumento, desvergonzado, de la supuesta regeneración democrática. Y lo que va a conseguir el señor Rajoy, que no pisa mucho la calle, es que la reforma le explote en la cara y esos ‘populistas’ a los que tanto teme, se presenten a las elecciones con una sola voz y conformen la nueva mayoría. Blindada.

viernes, 24 de octubre de 2014

Adán y Eva

Adán y Eva, un clásico de la pintura...
 

CUARTO CRECIENTE
Diario de León, Jueves 23 de octubre de 2014
 
Hay un programa en la tele donde dos parejas desnudan sus cuerpos y sus miserias. Adán y Eva, se llama. Y los protagonistas del espectáculo demuestran que además de ninguna ropa, tampoco tienen gran cosa en la cabeza.
 
En Adán y Eva no pixelan los desnudos. Pero la piel no escandaliza. Son las palabras de quienes se someten al escarnio público lo que de verdad asusta.
 
Una de las chicas dice que busca «un tío con buena economía porque yo siempre he vivido muy bien. Es importante que tenga un buen coche, a poder ser Mercedes o BMV porque yo nunca he conducido una gama inferior, y también quiero que sea un caballero, que siempre conduzca él y que pague las cenas, nada de hacerlo a medias». La otra chica seleccionada trabaja como maquilladora de cadáveres y quiere «un chico acicalado». Ella se ducha mucho, añade, y así se quita «la peste a muerto».
 
Uno de los chicos afirma que le gustan las chicas que huelen bien porque «yo huelo a hombre». Y su rival asegura que está «orgulloso de su miembro viril».
 
Uno dice que no lee, pero le gusta el arte. Otra responde que sí lee libros de Dan Brown, «donde cuenta cosas de Da Vinci y eso», pero no sabe que el Manzanares es un río que pasa por Madrid. «Me suena a fruta», reconoce.
 
Yo no he visto el programa. A las horas a las que se emite me pongo un clásico en DVD y me olvido de la caja tonta. Pero he leído en la prensa digital las frases del cuarteto. Y me entero de que el show ha sido un éxito de audiencia.
 
Luego me encuentro con una manifestación de quinientos estudiantes en Ponferrada. Quinientos chavales que piden un plan de futuro para el campus del Bierzo, el fin de los recortes, y claman contra la desigualdad; «el hijo del cantero, a la universidad», gritan.
 
Pienso entonces en los hijos de la maquilladora de cadáveres. Del que huele a hombre. Del que no lee libros. Y de la que busca un tío que le pague las cenas. Me pregunto si tendrán una oportunidad o volverán a ir desnudos por la vida, como sus padres. Y me doy cuenta del gran salto en la evolución social que tenemos a nuestro alcance; sólo hay que apagar la tele o cambiar de canal.

martes, 21 de octubre de 2014

Claudio cavó su tumba

Voluntarios de la ARMH recuperan los restos de Claudio Macías en Villalibre.
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
Diario de León. Domingo 12 de octubre de 2014
 
Detrás del carbón y las patatas, Claudio Macías Fernández se metía en un arcón en la bodega de su casa cada vez que tocaban a la puerta. Era el invierno de 1937, o quizá los primeros meses de 1938, no había luz eléctrica ni ventanas en el sótano y nadie husmeaba nunca en el fondo de la estancia, oscura y lóbrega, donde el ex combatiente republicano acabó por cavar su propia tumba cuando enfermó de pulmonía y se sintió morir. Los restos de Claudio, que no quería meter en más problemas a su madre y sus hermanas después de que los falangistas asesinaran a su hermano de 16 años por no delatarle, aparecieron ayer bajo una chapa metálica y 70 centímetros de tierra blanda, en una nueva exhumación iniciada por los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en Villalibre de la Jurisdicción.
 
Y todo bajo la mirada de la sobrina de Claudio y de Arsenio, la octogenaria Celia Fernández, que viajó desde Madrid para ser testigo de la exhumación y de paso, rellenar con su testimonio algunos huecos de la historia trágica de sus dos tíos, pero también de la soledad y el miedo de su tía Manuela, que durante cuatro décadas residió en la misma casa de la calle Falcón sin contarle a nadie que no fuera de su confianza que tenía a un hermano enterrado en una cuneta y a otro en la bodega.
 
Manuela, cuenta su sobrina, vivió toda su vida con una herida abierta por ello. «Ella le decía a mis hijos que lo desenterraran una noche y lo llevaran al cementerio. ‘Pero tía, cómo vamos a hacer eso, entonces sí que nos la cargamos», le respondían, según Celia.
 
Se escondía en el arcón
 
La anciana era una niña cuando su tío Claudio se ocultó en el sótano. «Porque no lo buscaran, se metía en el arcón para que nadie lo viera y como no había luz, ni agua, nadie pasaba de aquí, de donde guardaban el carbón y las patatas», relata Celia mientras al fondo de la bodega, los voluntarios de la ARMH están a punto de descubrir las rodillas y el cráneo del fallecido, rodeados de periodistas y familiares, algún vecino y algún curioso.
 
Pasadas las 12.30, el arqueólogo forense de la ARMH, René Pacheco, anuncia que han aparecido los restos y revela un detalle estremecedor. «Él mismo se excavó el agujero para meterse dentro. Las marcas del pico que usó están en la pared».
 
El cuerpo de Claudio se encuentra «en una especie de bañera», según la define Pacheco, en el mismo lugar, con los pies hacia la pared del fondo, donde hace tres cuartos de siglo lo había colocado su hermana Manuela, que por entonces servía en una casa de Ponferrada y todas las semanas acudía a ver a su madre y a su hermano escondido en la bodega. «Se lo encontró muerto y ella misma lo echó al hoyo», narraba minutos antes Celia, que a sus 83 años oye poco y se ayudaba ayer de su hija Raquel para responder a las preguntas del periodista.
 
El temor de Claudio, que aun enfermo encontró fuerzas para cavar su propia fosa, no era infundado. El ex miliciano había regresado a Villalibre en el otoño de 1937, tras la caída de Asturias en manos de las tropas de Franco, y se encontraba en la bodega cuando un grupo de falangistas llegó a la vivienda preguntando por él. Tuvo que oír cómo se llevaban a Arsenio. Es casi seguro que también escuchara los tiros que recibió su hermano pequeño, asesinado a poco más de quinientos metros de la vivienda, en la curva de Villalibre por donde hoy circula la N-536. Y sin duda vio las huellas del escarnio que sufrió su madre, María Fernández—viuda y con sus hijas casadas o sirviendo fuera de casa— cuando se atrevió a acercarse hasta el lugar donde habían matado a su hijo adolescente para cubrir el cadáver con una manta.
 
El arqueólogo René Pacheco muestra los restos de Claudio Macías a sus familiares
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
Rapada y humillada
 
Los asesinos todavía estaban allí y también la tomaron con ella. «Le cortaron el pelo y le pusieron lacitos de colores. Después le dijeron que no se lo contara a nadie o le pasaría lo mismo», cuenta Cecilia en la bodega, rodeada ahora sí, de otros periodistas. Entonces calla. Contiene el llanto.
 
Pero enseguida se oye la voz de René Pacheco, que anuncia que han dado con los restos de Claudio. «Están bien conservados», dice cuando ya asoman las rodillas y el cráneo.
 
Con espátula y paciencia, los voluntarios de la ARMH dedican el día a retirar la tierra del esqueleto. A las siete de la tarde, los restos están prácticamente listos para la exhumación, que la asociación completará hoy, según confirmó a última hora la familia.
 
Antes, Pacheco, —y a preguntas de dos activistas uruguayos que preparan un reportaje para un digital de su país y desconocen la falta de medios y de apoyo del Gobierno español con los que la ARMH lleva a cabo sus exhumaciones— había informado al pie de la fosa de que un forense portugués se ha ofrecido a examinar gratuitamente los restos en noviembre. «El Estado no interviene. No tenemos ningún tipo de ayuda, ni económica ni judicial, pero tratamos de hacer esto con una metodología científica para que, si algún día la Justicia se decide a hacer algo, que tenga un informe», se quejó. Y lo repitió de nuevo, por si los uruguayos, —Waldemar García y Iara Bermúdez, que escriben para elreporte.com.uy— no lo hubiera oído bien: «El Estado no hace absolutamente nada. Se desentiende y desampara a estas familias».
 
El arqueólogo René Pacheco, frente a la urna donde hallaron los restos de Claudio.
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
...y a su hermano lo degollaron
 
La muerte de Arsenio Macías es un relato de terror. Y un trauma que ha marcado a su familia.
 
Arsenio, de 16 años, no dejó que los falangistas que buscaban a su hermano Claudio se llevaran a su madre. Lo contaba ayer su sobrina Celia Fernández, a sus 83 años uno de los pocos testimonios familiares que todavía pueden ayudar a reconstruir la historia de los dos hermanos Macías.
 
«El día que vinieron a preguntar dónde estaba escondido (Claudio) no se lo dijeron. ‘Como no lo digáis, venís uno conmigo’,», cuenta Celia que amenazó uno de aquellos hombres a su tía abuela María y a su tío adolescente. La madre de los Macías —viuda desde que su marido Venancio se ahorcara 16 años atrás en el corredor de la casa, cuando ya se encontraba embarazada— se ofreció a acompañarles, pero su hijo se lo impidió y fue en su lugar.
 
Arsenio no habló y los falangistas que buscaban a Claudio «lo ataron a un árbol, le dieron con un machete en los hombros y le destrozaron la cabeza», cuenta Celia. Al adolescente, «el niño» al que María y sus hermanas mayores se había esforzado por criar, «lo degollaron», añade su sobrina. Y no puede evitar emocionarse. «Que se lo mataran por no delatarle... eso no lo hacen todos los hermanos...».
 
A Arsenio lo buscarán mañana en la curva de la N-536, en una finca de mil quinientos metros cuadrados. La ARMH ya ha localizado al propietario y pedido ayuda al alcalde de Priaranza, José Manuel Blanco. En caso de que la fosa se encuentre cerca de la carretera, el vicepresidente de la ARMH, Marco González, advertía ayer de que será necesario solicitar un permiso al Ministerio de Fomento para excavar.
 
El otro escondido
 
Claudio y Arsenio, recuerda Celia, tuvieron menos suerte que su padre, Antonio Fernández Abella, que permaneció escondido 36 meses en su casa de Columbrianos. Celia niega que su padre se entregara a al regimiento de Larache acampado en la zona después de la guerra, según creía la ARMH. «Mi padre no se entregó, lo detuvieron los moros», puntualiza, indignada. Era el verano de 1939, los odios habían sedimentado un poco y su padre, juzgado por un tribunal militar, resultó absuelto.

viernes, 17 de octubre de 2014

La tumba de Claudio está en la bodega

 
El arqueólogo René Pacheco, en la bodega de la casa de Villalibre.
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
Diario de León. Jueves 9 de octubre de 2014
 
Detrás de una puerta verde de madera, con el nombre de la última habitante de la casa, Manuela Macías Fernández, escrito en el dintel para que el cartero le dejara las cartas, aparece la bodega. A la izquierda se vislumbra un viejo aparador cubierto de telarañas, revistas del corazón de hace quince años esparcidas por el suelo, una balanza romana junto a la pared de piedra y un despertador carcomido sobre una repisa, parado a las tres y media. Al fondo, en el rincón más oscuro de la estancia y el más húmedo, se encuentra la tumba de Claudio.
 
Condenado a diez años de cárcel por participar en la revolución de 1934, amnistiado por el Frente Popular y combatiente en el Ejército republicano durante el primer año de la Guerra Civil, Claudio Macías Fernández había regresado a su casa de Villalibre de la Jurisdicción (Priaranza) en el otoño de 1937, al igual que otros cientos de milicianos bercianos, cuando el frente de Asturias se derrumbó y las tropas de Franco entraron en Gijón. Soltero y de poco más de treinta años, Claudio murió posiblemente de una neumonía, mientras se escondía en su casa de las represalias que ya le habían costado la vida a su hermano Arsenio, de 16 años, asesinado por no delatarle y enterrado en la curva de la N-536 en Villalibre, a quinientos metros del pueblo.
 
Claudio se sintió morir y preparó su entierro. Pidió a su madre y a sus hermanas que envolvieran su cuerpo en unas mantas, lo metieran en un arcón de madera, y lo enterraran sin hacer ruido en la misma bodega de la casa para evitarles la venganza de quienes le buscaban.
 
En la vivienda, situada en la calle Falcón de Villalibre, vivió hasta hace unos años su hermana Manuela, soltera, callada, que se ganaba la vida vendiendo fruta en el mercado de Ponferrada, y ni la muerte de Franco hace cuarenta años, ni la exhumación de la fosa con ‘Los Trece de Priaranza’ en el año 2000, tan sólo unos metros más arriba de su casa, consiguieron que venciera el miedo a desenterrar a su hermano. Y es ahora, con Manuela fallecida y la casa deshabitada, la bodega cubierta de humedades y telas de araña, la puerta verde cerrada, cuando la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha podido rastrear la historia del hombre enterrado en su bodega y se ha puesto de acuerdo con sus sobrino-nietos para exhumar el cuerpo en los próximos días. «Esto tiene que respirar», decía ayer Alejandro Fernández, uno de los cuatro miembros de la ARMH que se desplazaron a Villalibre para preparar la exhumación.
 
La herida de la familia de Claudio Macías es muy profunda, pero nada en la bodega, sin ningún punto de luz natural salvo la puerta, indica que allí dentro reposen los restos de un hombre. René Pacheco, el arqueólogo forense de la asociación, observaba las humedades en la pared del fondo y se hacía una idea del deterioro del arcón donde metieron el cuerpo. Nuria Maqueda retiraba material en un carretillo. Alejandro encontraba la romana con la que Manuela pesaba la fruta. Y el vicepresidente de la ARMH, Marco González, acercaba un foco para iluminar el rincón donde enterraron a Claudio. En toda la estancia sólo hay una triste bombilla que cuelga del techo, pero no alcanza a alumbrar la esquina donde yace el cadáver.
 
«Ni siquiera sabemos cuándo murió. La familia nos ha dicho que fue por una tuberculosis, pero lo más lógico es pensar que se debió a una neumonía. Quién sabe si no pasaba el día en el monte y venía por la noche a dormir en la casa», contaba González.
 
René Pacheco y Nuria Maqueda, de la ARMH, en la bodega de Villalibre
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
Claudio, que se ganaba la vida como jornalero, había vivido sus últimos años en el alambre. Conocido por sus ideas comunistas, había participado en la revolución de octubre de 1934 y tras su detención fue sometido a un consejo de guerra del que se conserva el expediente. «En la noche del día siete al ocho de octubre último circularon algunos grupos por las calles de Villalibre (León) a quienes oyeron decir algunos vecinos ‘no podemos hacer nada, aún hay luces’, refiriéndose con eso a un movimiento revolucionario que estaba preparado para cuando se apagase la luz, en Ponferrada. Uno de los que formaba parte de dichos grupos fue el actual procesado en esta causa, Claudio Macías Fernández», escribía el fiscal que llevó su caso, Hernán Martín-Barbadillo, en un documento firmado el 1 de febrero de 1935. El fiscal le acusaba de colocar un madero en la carretera para entorpecer la circulación de camiones militares. De darle el alto a un vecino que volvía a su casa en bicicleta. Y a un sastre y a su ayudante, que venían de Priaranza. A los tres les dijo que se metieran en sus casas y no salieran en toda la noche. También le oyeron decir —escribía el fiscal, sin citar al testigo— «que tenía cincuenta cajas de gasolina para quemar el pueblo». Y que ofreció «pistolas» a «dos individuos que le acompañaban» y a los que trató de alojar en la casa del alcalde.
 
El tribunal terminó por condenarle a diez años de prisión por «prestar auxilio a la rebelión militar». Y paradógicamente, una verdadera rebelión militar es lo que Claudio Macías trató de combatir en el frente norte después de que el triunfo del Frente Popular vaciara las cárceles de condenados por los sucesos de 1934. Lo que viene a continuación, y a falta de testimonios directos, entra en el terreno de la especulación, aunque está claro que Claudio fue uno de los ex combatientes bercianos que regresaron a sus casas tras la caída de Asturias, que pasó a la clandestinidad, se convirtió en un ‘topo’, —nombre que se le da a los escondidos en sus casas en los años de la represión—, enfermó y, viéndose perdido, le pidió a su familia que lo enterraran en la bodega y no le dijeran nada a nadie.
 
Y el silencio, más allá de su entorno y algunos vecinos más próximos, ha durado tres cuartos de siglo.
 
«Si Manuela viviera no estarían ahí», asegura uno de los pocos habitantes de Villalibre que sí conocía la historia de la familia Macías mientras los voluntarios de la ARMH entran en la bodega. «No se lo decía a cualquiera», añade. Y cuando el periodista le pregunta qué fue del padre de Claudio, de Manuela y de Arsenio, del que nadie la hablado, el vecino, que prefiere que no se sepa su nombre, le responde con una frase que da que pensar. «El padre se ahorcó», dice mirando hacia la casa. Y al otro lado de la puerta verde, la bodega parece aún más oscura.
 
 
Curva de Villalibre donde yace Arsenio Macías.
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
...y la de su hermano en una cuneta
 
La ARMH intentará recuperar los restos del hermano de Claudio Macías, el joven estudiante de 16 años Arsenio, que murió «asesinado en Villalibre por no delatar a su hermano» y fue enterrado en una fosa individual en la curva de la carretera N-536 próxima al desvío hacia Toral de Merayo, según cuenta el vicepresidente de la asociación, Marco González. «La ARMH hará lo posible por encontrarlo, aunque es más complicado, por la ampliación de la carretera Ponferrada- A Rúa (N-536)», añade.
 
Su cuñado, otro ‘topo’
 
Claudio Macías no fue el único ‘topo’ en la familia. Su cuñado, el vecino de Columbrianos Antonio Fernández Abella, consiguió zafarse en 1936 de la saca en la que fueron asesinados 11 hombres en la pedanía ponferradina. Antonio permaneció 36 meses escondido en su casa, hasta que, acabada la guerra, se entregó. El tribunal que le juzgó en León, sin embargo, no encontró motivos para encarcelarle a pesar de sus «antecedentes izquierdistas y de matiz socialista» y en una sentencia de enero de 1940 le absolvió. Oculto durante toda la contienda, el consejo de guerra lo dejó en libertad. «No consta que aquél interviniese en ninguno de los desmanes que las hordas marxistas cometieron en los pueblos mencionados en los primeros días del Glorioso Alzamiento», escribió el tribunal.

jueves, 16 de octubre de 2014

Matar a un perro

 
Lo que somos...
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 16 de octubre de 2014
 
Aquí matamos perros. Matamos galgos. Matamos toros. Matamos cabras y gansos en fiestas populares. Y presumimos de ello porque son nuestras tradiciones ancestrales.
 
Matamos rebecos en cacerías de señoritos. Matamos ciervos. Matamos lobos porque hacen daño a los rebaños. Y no matamos osos, aunque se coman la miel de las colmenas, porque hay pocos, todavía, y está muy perseguido.
 
Aquí matamos crías de gatos callejeros. No tienen utilidad. Apaleamos a los perros vagabundos. Nos desprendemos de los lebreles cuando ya no cazan, porque son viejos. Y los colgamos de los árboles en el monte, que así no molestan a nadie.
 
Eso es lo que somos. Unos salvajes. No tenemos sensibilidad.
 
Aquí nos extrañamos porque haya activistas dispuestos a manifestarse por un perro. ¿Por qué no hacen lo mismo con los negros de África? le he oído decir, en un alarde de demagogia, a mucha gente estos días a cuenta de Excálibur; el perro de la enfermera infectada de ébola sacrificado por las autoridades sanitarias.
 
 
Pero una cosa no quita a la otra y el perro también importa si nadie ha demostrado que haya riesgo de contagio. Quien no es capaz de tratar bien a un animal tampoco lo hará con un hombre, está comprobado.
 
 
Y aquí hemos matado a hombres como a perros. La propia expresión nos delata; 'lo mataron como a un perro'.
 
Eso hicieron con Arsenio Macías, que tenía 16 años cuando lo ataron a un árbol en la Curva de Villalibre, le clavaron un machete en los hombros, le destrozaron la cabeza y lo degollaron. 
 
Duele escribirlo. Dolerá leerlo. Pero más le duele a su familia el trauma que han arrastrado durante siete décadas. O a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica que el Gobierno no aporte dinero para exhumarlo.
 
Y a todos aquellos que ven exagerado manifestarse por un perro, encadenarse por un toro, quejarse por una cabra o un ganso, un urogallo o un lobo, habiendo cosas más importantes que hacer, no les estoy viendo protestar delante de la subdelegación del Gobierno —aunque sólo sea por coherencia— para que saquen de una vez a Arsenio de la cuneta.

miércoles, 15 de octubre de 2014

La puerta verde


Vivienda de la calle Falcón de Villalibre, con la entrada a la bodega.
FOTO, cortesía de L. DE LA MATA

 
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 9 de octubre de 2014

La casa está en la calle Falcón, en Villalibre de la Jurisdicción, a pocos metros del lugar donde en el año 2000 exhumaron a trece personas asesinadas durante los primeros días de la Guerra Civil.
 
La casa está deshabitada y a ratos parece a punto de derrumbarse.
 
Es de piedra y el revoque pintado de blanco se va desprendiendo de su fachada. Tiene una escalera de madera y un corredor pintado de verde. Como la puerta de la bodega, donde una placa con el nombre de Manuela Macías Fernández todavía advierte al cartero del lugar donde tiene que dejar la correspondencia. Manuela, que vivió soltera y sin hijos, tuvo una vida muy dura, cuentan sus vecinos. Se ganaba la vida vendiendo fruta en el mercado de Ponferrada y no se fiaba de cualquiera.
 
Al otro lado de la puerta verde de la bodega se encuentran algunos muebles viejos, cubiertos de telas de araña, una balanza romana que Manuela empleaba para pesar la fruta, revistas del corazón atrasadas, y un viejo reloj despertador que no funciona.
 
 
"Un viejo reloj despertador..." FOTO, cortesía de L. DE LA MATA
 
La bodega no tiene ventanas, es de piedra y en la pared de fondo aparecen las humedades. Es allí donde está enterrado su hermano.
 
Nadie sabe con exactitud cuándo tiempo estuvo escondido en la vivienda familiar Claudio Macías Fernández, un jornalero de izquierdas que había participado en la revolución del 34 y combatido en Asturias hasta que el frente se derrumbó y volvió a casa en el otoño de 1937. Claudio debió morir de una neumonía. Quizá pasara el día en el monte y la noche en la casa y por eso enfermó. Y como ya habían asesinado a su hermano Arsenio, de sólo 16 años, porque no había querido delatarle, cuando sintió que la enfermedad podía con él le pidió a su madre y a sus hermanas que metieran su cuerpo en un arcón y lo enterraran en la bodega.
 
Bajo un suelo de tierra y junto a una pared de piedra húmeda, han reposado sus restos durante más de setenta años. Descubro que hay miedos que no caducan ni con la muerte de un dictador. Y me pregunto por qué pintaría de verde Manuela la puerta de la bodega de su casa en la calle Falcón.

viernes, 3 de octubre de 2014

¿Y ahora qué?

Cartel promocional del Mundial de Ciclismo de Ponferrada



CUARTO CRECIENTE
Diario de León, Jueves 2 de octubre de 2014

Llegó el otoño y nos han caído encima los Presupuestos Generales del Estado, como una losa, las cuentas del Mundial de ciclismo, el temor a que no sea cierto que no nos van a subir los impuestos en Ponferrada, la cosecha de pimientos, cada vez más reducida, y una sensación de soledad, de fin de fiesta, que tiene a la ciudad envuelta en un manto de melancolía.

No.

Me parece que no.

No es un buen arranque para este artículo de opinión. Rebobino.

Llegó el otoño y las hojas de la alameda de Villafranca del Bierzo arrastran el eco de un relato de Pereira por el parque. El autor de los Cuentos de la Cábila ya tiene una placa en su casa, su nombre en el parador nacional, su cara en un sello, y en un mural, enorme, abigarrado, dentro del complejo hotelero que cierra todos los inviernos.

No.

Tampoco.

Esto empieza a parecerse, pero al revés, a esa frase que tanto me gusta de Pepín Ramos, el poeta de un cuento del mismo Pereira que se sentaba escribir en la taberna que llamaban el Senado y le nacía un verso hermoso, todavía único, con el que iba a arrancar un poema. «Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos», escribía el poeta. Hasta que un parroquiano se acercaba con el vaso en la mano, leía lo que había escrito en la hoja y le decía; «Es un buen empiece Pepín. ¿Y ahora qué?»

Y esa es la pregunta que nos hacemos en Ponferrada después del Mundial. ¿Y ahora qué? Después de que los Presupuestos Generales del Estado sólo destinen 39.000 euros a la investigación, que se da por cerrada, de la combustión limpia del carbón. ¿Y ahora qué? A punto de que se extinga, como organismo independiente, la Fundación Ciudad de la Energía. ¿Y ahora qué? Y después de saber que el Gobierno sólo presupuesta para el próximo año 433.000 euros en una obra de 150 millones, la A-76, mientras el tren de alta velocidad sigue desaparecido.

¿Y ahora qué?

Pues eso.

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos...

jueves, 25 de septiembre de 2014

Adelaida


Fotograma de 'El Sur', adaptación al cine de Víctor Erice

  
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 25 de septiembre de 2014
 
Ha muerto Adelaida García Morales. Y alguno se preguntará quién era. Fue una mujer que no hacía ruido. Escribía novelas. Buenas novelas. Pero vivía de una forma tan discreta y alejada de las vanidades literarias que la primera vez que acudió a la Feria del Libro de Madrid se puso enferma.
 
No estaba hecha para las multitudes. Ni para los elogios. Y no le faltaron en sus inicios. «El éxito y la publicación de mis novelas me dejan fría, no siento nada», decía en una de las contadas entrevistas que circulan por Internet. «Escribo desde la memoria y nunca para publicar. Escribo desde el interior», decía.
 
Adelaida García Morales era parca en palabras. Tímida e introvertida. Y la noticia de su muerte ha pasado inadvertida, salvo un par de obituarios. Nada que ver con los despliegues de paginación que los grandes diarios dedican —con contenidos elaborados con meses de antelación— a la desaparición de alguna de las vacas sagradas de la literatura.
 
Adelaida García Morales no tenía nada que envidiarles. Era mujer y tendía a aislarse. Y eso, en un ámbito como el de la escritura, todavía dominado por las referencias masculinas, hizo que su nombre se diluyera con los años. «En el frágil —por olvidadizo— mundo editorial que no distingue las voces de los ecos Adelaida García Morales sorprendía por ser una autora casi secreta, ambigua, discreta», escribe de ella Eva Díaz en El Mundo, uno de los pocos periódicos que ha publicado unas líneas y una foto sobre la desaparición definitiva de la escritora desaparecida.
 
 
Adelaida García Morales
 
Y si les digo que Adelaida García Morales es la autora de El Sur, la novela que Víctor Erice llevó al cine cuando aún era un texto ‘interior’, quizás les suene su nombre. El Sur, esa historia generacional sobre la fascinación de una niña del norte por su padre en los años de la posguerra; un hombre callado y misterioso, del que poco a poco se desvela su pasado en un lugar más evocador.
 
Adelaida escribió otras novelas, ganó algunos premios, y se ha ido sin llamar la atención. «¿Qué podemos amar que no sea una sombra?» dice la cita de Hölderlin que encabeza su obra más famosa. Viendo cómo ha vivido, se entiende por qué la eligió.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Elegido

De www.eldescodificador.com
 CUARTO CRECIENTE
Diario de León, Jueves 18 de septiembre de 2014

 
 
Se llamaba Elegido y su destino era morir alanceado. Elegido, y hasta su nombre parece un guiño macabro, era un toro corniveleto, de seiscientos kilos de peso y herrado con el número ochenta y nueve en la ganadería de Antonio Bañuelos.

Un toro peligroso y de buenas defensas, escriben los entendidos, que corneó a cuatro personas, una de ellas herida por asta, antes de morir acosado por los lanceros a pie y a caballo que desde hace quinientos años se reúnen a finales del verano en Tordesillas para prolongar una tradición medieval. La fiesta del Toro de la Vega, declarada de Interés Turístico, es un rito ancestral, dicen su defensores. Un sentimiento.

Y sólo hace falta ver las fotografías de los aficionados haciendo burla de los activistas antitaurinos desalojados a pulso por la Guardia Civil para darse cuenta de la clase de sentimientos que despierta el Toro de la Vega. En esas risas, en esos comentarios despectivos, emergen nuestros instintos más bajos. La excitación de la sangre. El elogio del dolor y de la muerte. Y que la celebración tenga un origen medieval no la hace menos bárbara y brutal. Al contrario. Es la herencia del depredador. La llamada de lo salvaje.

Lo demuestra el discurso del pregonero André Viard —presidente del Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas de Francia y sustituto del cómico Leo Harlem, desbordado por la avalancha de críticas contra el sufrimiento del toro— que llamó fanáticos a los defensores de los animales y recordó que las primeras leyes de protección las promulgaron los nazis, como si eso sirviera de aval a la tortura. «Tordesillas ha mostrado mucha humanidad. Podría haber soltado el toro a las once», pregonó Viard, desafiante, porque a esa hora, trescientos activistas bloqueaban la salida del corral para obligar a las autoridades a suspender la fiesta.

Sólo la retrasaron veinticinco minutos. Después llegaron las pedradas. Los gritos. Las cornadas. Tres lanzadas para abatir a Elegido. Y un lancero de 28 años, levantado a hombros, jaleado, aplaudido, y reclamado por un grupo de mujeres que querían besar al mejor cazador de la tribu.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Ignorancia

Grabado del castillo, antes del derribo del puente.

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 11 de septiembre de 2014

 
Cuesta creer que un alcalde de Ponferrada dijera esto del castillo hace menos de un siglo: «Lo mejor es que se lleven lo que sirva y el resto lo derriben». Se llamaba Cayetano Fernández, era boticario, y a lo que se ve, también un auténtico ignorante.

Sitúense en los años veinte del siglo pasado. Imagínense una ruina medieval abandonada en la colina más alta de la ciudad, dominando la ribera del río. Allí han guardado ganado, cultivado patatas y vendido la piedra de sus muros —los más escondidos son de la época de los templarios— como material de cantería. Y piensen en un grupo de jóvenes, «de esa clase que se ha dado en llamar niños bien», según los definió el arqueólogo Julián Sánz, empeñados en convertir el castillo en un patio de recreo para jugar al fútbol dentro del recinto amurallado. Había que nivelar el terreno, derribar algunas paredes para ampliar el campo, que resultaba un poco pequeño, y llegado el caso, volarlas con explosivos.

Menudo escándalo para nuestra mentalidad, porque el alcalde de aquella Ponferrada, don Cayetano, miraba para otro lado. «Yo no podré evitar que alguna noche, cualquier malintencionado destruya el castillo con dinamita», decía.

Otro alcalde anterior, Aniceto Vega, ya se había ganado una buena reprimenda del gobernador interino de León por haber demolido en 1914 uno de los arcos del puente de entrada al monumento. A Aniceto no se le ocurrió mejor solución para evitar que una piedra desprendida le abriera la cabeza a alguno de los vecinos que solían pasear por el perímetro de la fortaleza que tirar la estructura. «Aunque fuera cierto el estado ruinoso de la parte demolida, medios hay de evitar la inseguridad sin acudir al derribo», le reprochó el gobernador a Aniceto, la prueba de que se podía ser más ignorante que el boticario Cayetano.

Hoy cuesta creerlo, ¿verdad?, con el castillo reconstruido, mimado y convertido en emblema de la ciudad.

Y ahora pasen y vean los antiguos talleres de Renfe en el barrio de La Placa, con los raíles expoliados y los hangares destechados, a punto de caerse. ¿Cuántos de ustedes no están pensando ‘lo mejor es que se lleven lo que sirva y el resto lo derriben’?
 
 
Vista aérea de los antiguos talleres de La Placa
 
 






miércoles, 10 de septiembre de 2014

Ébola


África, el continente  invisible (en los medios occidentales)

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 7 de agosto de 2014


Miguel Pajares siempre quiere volver a África. Lo dicen los amigos que dejó en León después de ejercer durante siete años como capellán del Hospital de San Juan de Dios. Y en África se encuentra todavía, mientras escribo estas líneas, aislado en un hospital de Morovia, con fiebre alta, contagiado de ébola, y a la espera de que un avión medicalizado del ejército español lo traiga de vuelta a casa.

No hay mucha gente como Miguel Pajares en el mundo. Gente que se arriesga a lo peor. En Liberia se ha dedicado a formar personal sanitario local, como Patrick Nshamdze, que atendió a los afectados por el virus más mortífero desde la Peste Negra en el Hospital de San José hasta que también cayó enfermo.

Nshamdze murió la semana pasada, asistido por Miguel Pajares, y seguramente, nadie, incluido yo, estaría escribiendo su nombre en España a estas alturas si el sacerdote de 75 años que le dio la extrema unción no se hubiera convertido en el primer español en contraer la enfermedad, y si el Gobierno no hubiera autorizado su repatriación.

El ébola ha dejado de ser un problema de África. Han tenido que contagiarse los primeros blancos para que le prestemos toda la atención que merece. Así es como el regreso a España de Miguel Pajares ha desplazado al resto de temas de las portadas de los periódicos y de los informativos de televisión. Ha orillado la masacre de Gaza, la guerra en Ucrania, el manifiesto de un grupo de intelectuales contra un artículo antisemita de Antonio Gala, las críticas de Israel contra la reportera de TVE que informaba de los bombardeos desde la franja, el temor de Javier Bardem y Penélope Cruz a quedarse sin trabajo por apoyar a los palestinos, los 127 kilos de droga escondidos en el Juan Sebastián Elcano, el buque escuela de la Armada y emblema de la marca España (menuda ironía), o la corrupción del muy intocable clan de los Pujol que ha gobernado Cataluña bajo la ley del tres por ciento.

Hoy África es portada. Y lo es, no por el ejemplo de Pajares o Nshamdze. Es el temor al contagio, a que el apocalipsis no sea un cuento bíblico, lo que nos incita a saber más del ébola. Sólo el miedo ha sido más poderoso que la indiferencia.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El día en que el castillo perdió su puente levadizo

El arco de entrada del castillo de Ponferrada, fotografiado antes de su derribo en 1914.
FOTO: GUSTAVO LUZZATTI (principios del siglo XX)
 
DIARIO DE LEÓN
Lunes 8 de septiembre de 2014
 
Hace cien años, la mayor amenaza para el castillo de Ponferrada, a parte del paso del tiempo, venía del alcalde de la ciudad. Y así se lo hizo saber el entonces gobernador interino de la provincia de León en una carta que le dirigió el 23 de abril de 1914: «Por orden del señor Alcalde de Ponferrada se ha procedido sin previo examen, ni autorización competente, derribar el puente levadizo del castillo de Ponferrada (....) El derribo recién del puente levadizo por orden del Alcalde, a pretexto de una seguridad y conveniencias de policía y ornato, constituyen un atentado contra la cultura y el arte, pues aunque fuera cierto el estado ruinoso de la parte demolida, medios hay de evitar la inseguridad sin acudir al derribo».
 
El alcalde se llamaba Aniceto Vega González y según recuerda Jesús Álvarez Courel en su libro La fortaleza de los templarios (2004) tenía informes que le advertían de que el mal estado de conservación de uno de los arcos de entrada a la fortaleza medieval —propiedad municipal desde 1850— lo convertían en un peligro para los viandantes. Era 1914 y Aniceto Vega cortó por lo sano; en una muestra de que la preocupación por el patrimonio histórico todavía estaba en pañales, optó por adelantarse a la ruina y ordenó derribar directamente la pieza que suponía en peligro.
 
Cien años después, convertido el castillo en el monumento insignia de la ciudad —y del Bierzo con el permiso de Las Médulas—reconstruida parte de la fortaleza para albergar acontecimientos culturales, una exposición de códices facsimilados y una Biblioteca Templaria, el derribo del puente levadizo del monumento se ha convertido en una efeméride desagradable de recordar. Y menos en el año del Mundial de Ciclismo. Pero es la prueba de cómo ha cambiado el valor que los ponferradinos le conceden a su castillo.
 
La despreocupación por el monumento en 1914 no era nueva. El Ayuntamiento lo había adquirido al marqués de Villafranca a mediados del siglo XIX «con el cargo de pagarle anualmente una pensión de 45 pesetas y la obligación de destinar lo que más valiera en renta a la conservación de sus históricas paredes», según consta en el Libro de Actas Municipal, en un escrito de 1890 del alcalde Isidro Rueda en el que el regidor advertía del «completo abandono» de la fortaleza. El marqués, aunque sólo era alcalde honorario del castillo, se había dedicado en los años anteriores a vender la piedra de los muros del interior. El castillo se arrendaba para el cultivo y hacía falta espacio, y Rueda lamentaba que «con el fútil pretexto de que amenazaba ruina (cuando es uno de los trozos más sólidos del castillo) se empleó la piqueta en demoler la mayor parte de los tres arcos que según la tradición popular daban vistas a la Cámara de la Reina y constituían la parte más elevada y bella del castillo».
 
La Comisión de Monumentos de la provincia de León acudió en ayuda del castillo y al lograr que el Estado lo declarara Monumento Histórico, el marqués desistió de cobrar el foro, aunque nada más se hizo.
 
Alcaldes posteriores como Aniceto Vega o como Cayetano Fernández no tuvieron el mismo apego por la fortaleza. «Yo no podré evitar que alguna noche, cualquier malintencionado destruya el castillo con dinamita» y «lo mejor es que se lleven lo que sirva y el resto lo derriben», decía Fernández en sendas frases que recogía la revista Juventud en 1925, en un artículo del arqueólogo Julián Sanz que no sólo denunciaba la ruina del edificio histórico, sino los intentos de acondicionar un campo de fútbol en su interior volando algunos de sus muros.