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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tarta de mierda

CUARTO CRECIENTE

Diario de León. Martes 16 de noviembre de 2010


Vengo del juzgado. Tengo las manos manchadas de bolígrafo. Y he escuchado mucha mierda, con perdón de la palabra.

Estoy sentado delante del ordenador. He acabado de escribir una crónica de dos páginas sobre el penúltimo capítulo de la guerra del hormigón. Tengo un cuaderno lleno de notas. Ocho horas de juicio en la cabeza. Y estoy cansado. Muy cansado. Cansado de escuchar mierda, con perdón otra vez, no de hacer mi trabajo. Cansado, muy cansado, de haber vivido durante 14 años en un clima de impunidad.

Recuerdo muy bien el primer sabotaje que sufrió Sindo Castro en su planta de Las Ventas de Albares, allá por el mes de abril de 1996. Yo llevaba un mes trabajando en este periódico, tenía 22 años y todavía no había terminado la carrera. Recuerdo la incredulidad que me produjo que después de aquello hubiera otro ataque. Y otro. Y otro más. Otro camión que arde. Otra explosión en una tolva. Neumáticos rajados. Y como colofón, un cóctel molotov arrojado a la vivienda del empresario maragato en Astorga, que tenía una carpintería con garrafas de disolvente almacenadas en la planta baja.

Han pasado 14 años y vuelvo a escribir de lo mismo, pero con más profundidad. Escucho a un testigo protegido declarar tras un biombo. Lo que dice abre la puerta de un submundo donde se come mucha mierda, y perdónenme otra vez. No sé lo que me pasa hoy con esa palabra, que me viene constantemente a la cabeza. Mierda.

Han pasado 14 años. No creo que a Sindo Castro se le haya pasado muy rápido todo este tiempo. Los acusados han sufrido un proceso que se ha dilatado, claro. Pero no nos olvidemos de quien es la víctima.

Catorce años. El principal acusado, no diré su nombre, -para qué si pueden leerlo en la página 16- ya tiene 81 años, un marcapasos en el pecho, y una serie de dolencias crónicas que le mantienen ingresado en un centro médico de Tenerife. El juez cree que difícilmente saldrá de allí recuperado.

Oigo a Sindo Castro decir que le querían matar como a un perro. Afirma que de no ser por la intervención de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación después del episodio del cóctel molotov, podría estar muerto. Y todo por el negocio del hormigón. Por la tarta de la autovía, dice, tan golosa.

Y se me revuelve el estómago.

2 comentarios:

  1. Total mente de acuerdo! Y no te hace falta pedir tanto perdon. De lo enfermo que está "ese hombre" se acordarán todos los trabajadores a los que ha sangrado durante años, para poder estar con 81 años en una clinica en Tenerife!

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