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jueves, 9 de febrero de 2012

Infiernos


Gulag soviético. De la película de Peter Weir The way back (Camino a la libertad).

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 9 de febrero de 2012

Paro, déficit y corrupción. Y sin convenios colectivos. Deuda, desempleo, especulación. Y una Europa de mercaderes.

Precariedad, resignación, contracción del crédito. Y sanidad de copago. Y aumento de los impuestos. Y Joaquín Almunia, el comisario europeo que una vez fue líder del PSOE y aspiró a la presidencia del Gobierno, defendiendo los minijobs. Son mejor que nada, ha dicho estos días en un arranque de pragmatismo. Mejor vivir explotado que vivir sin ingresos, es el argumento que esconden sus palabras, añado yo. Menudo pensamiento progresista.

Julio Anguita, que sigue estando a la izquierda de Almunia, ya llamaba abiertamente a la rebelión durante la última fiesta del Partido Comunista. Aludía Anguita a los indignados, que nunca han dejado que la política contamine su protesta, y afirmaba que no se puede salir a la calle sin una idea detrás porque no se consigue nada. Y detrás de sus palabras, intuyo un deseo de dirigir a las masas que me recuerda peligrosamente a aquella teoría de la vanguardia del proletariado. Nosotros sabemos lo que es bueno para el pueblo, nosotros vamos a liberarlo, era la consigna de Lenin, en el fondo no tan alejada del despotismo ilustrado.

Viñeta de El vals del gulag, comic de Pellejero y Zetner.

Y ya sabemos lo que pasó después. Todo el poder para los soviets y la igualdad tragándose al individuo, devorando la libertad y extendiendo otro tipo de pensamiento único; el mito del paraíso socialista, que lavaba los trapos sucios de la disidencia en el Gulag.

¿Y qué nos queda? El capitalismo nos machaca. El comunismo ha fracasado. La socialdemocracia está corrompida. La democracia cristiana está anclada en el pasado.

No son los sistemas, estúpido, habría que escribir parafraseando aquella expresión sobre la economía que Bill Clinton convirtió en su eslogan y de la que alguna vez he hablado aquí. No son los sistemas. El infierno está dentro de nosotros.

Porque somos nosotros los que explotamos, imponemos, acosamos, callamos, nos resignamos y miramos para otro lado. Somos nosotros los que nos tragamos la vergüenza. Nosotros, los tiranos. Y eso es lo que debemos empezar a cambiar.

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