El Roto, en El País, lo tiene claro. |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 21 de marzo de 2013
Y ahora hablemos de otra cosa. Llevamos un mes atrapados en una historia de traiciones y venganzas, intrigas y chantajes, presiones, amenazas, y aburre vivir tanto tiempo en la tormenta.
Y ahora hablemos de otra cosa. Llevamos un mes atrapados en una historia de traiciones y venganzas, intrigas y chantajes, presiones, amenazas, y aburre vivir tanto tiempo en la tormenta.
Dejémoslo. Están fuera de la realidad. Están ciegos de ambición. Están llenos de rencor. Y miden mal.
No. No habemos de manteos. No hablemos de bastones, ni de apretones de mano. No hablemos de pactos bajo cuerda, de reuniones que tienen lugar a cien kilómetros de la ciudad, para que nadie se entere. Hoy no.
Hoy tenemos que hablar de otra cosa. Y ya sé que parece que el invierno no se acabe nunca. Es la crisis. Y los malos gobernantes, marionetas del dinero y de la nueva canciller de hierro. Prisioneros de las cifras, que deshumanizan, y de la lógica perversa del capitalismo, que no entiende de derechos, sino de oportunidades de negocio.
Ya sé que son las viejas formas de hacer política, la lacra del clientelismo, que lo contamina todo.
Por eso, salgamos de una vez del lodo. Nos han metido otra vez en el mismo charco. A todos.
Y es hora de reinventarnos. Si alguien tiene un cadáver en el armario, que lo entierre y que deje el despacho. El olor nos está mareando a todos.
Aquí también vive gente cabal. Ponferrada es algo más que sus alcaldes. Así que dejemos de sentirnos culpables. Dejemos de hablar de ellos a todas horas. Dejemos de avergonzarnos por lo que hacen y lo que no hacen, porque digan digo donde dijeron Diego.
Y hablemos de nosotros. Hablemos de las herramientas que tenemos. De lo que podemos hacer para cambiarlo.
Hablemos de las opciones que nos dejan.
Y si no podemos hacer gran cosa hasta dentro de dos años, no nos olvidemos.
Y si dentro de dos años tampoco encontramos caras nuevas que apuesten por un cambio de verdad, votemos en blanco.
Porque si volvemos a confiar en los de siempre, si no les obligamos a renovarse, en Ponferrada y en todas partes, tendremos lo que nos merecemos. Y nos pudriremos con ellos.
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