Viñeta de VERGARA |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 18 de abril de 2013
Ayer me encontré con dos nazis. Caminaban tranquilamente por la calle, de la mano. Y se pararon a saludarme. Él lleva veinticuatro meses en el paro, nadie quiere contratarle porque ha cumplido los 50 años, y ya no tiene ningún ingreso. Ella limpia oficinas sin contrato. Lo poco que cobra lo ingresa en negro. Y los han dejado en la calle.
Venían de participar en un escrache. Se habían apostado junto a un nutrido grupo de nazis como ellos frente a la casa de un diputado; un pobre desgraciado elegido democráticamente, que nunca ha roto la disciplina de voto, que apenas interviene en el Congreso, y al que querían señalar públicamente porque pertenece al partido en el Gobierno -ese que defiende su derecho a evitar que los bancos quiebren- y no hay forma de quejarse delante de un Parlamento blindado por agentes antidisturbios.
Me contaron que a los diez minutos del escrache, a trescientos metros de la casa del diputado, la policía comenzó a identificarles. Y ellos, como son dos nazis convencidos y temían que les multaran con mil quinientos euros, se negaron a mostrar su documentación.
Al final, se los llevaron a Comisaría y los acusaron de un delito de desobediencia a la autoridad. Después los dejaron irse. Y de la Comisaría venían cuando se encontraron conmigo.
Ahora están esperando la citación del juzgado. El banco los desalojó hace quince días, envió a dos policías y un cerrajero -los bomberos se negaron- cuando los miembros de la plataforma nazi contra los desahucios que les ofrecía cobertura ya se habían marchado, y tuvieron que sacarles de la vivienda a la fuerza.
Me dijeron que el banco no quiere aceptar la dación en pago. Y como se quedaron sin casa, se han ido a vivir con los suegros. Pero los suegros son muy mayores, viven de una pensión escasa en un apartamento pequeño y los roces son constantes.
Al menos no tienen hijos. Nunca se atrevieron a tenerlos.
Cuando me despedí de ellos no levantaron el brazo. Tampoco levantaron el puño. Sólo me estrecharon la mano. Se fueron caminando tranquilamente por la calle, a casa de los suegros. Y cenaron perdices.
Gracias por compartirlo, Carlos. Ayer lo intenté desde el Diario on line y me encontré con que era de pago...(Jorge Álvarez)
ResponderEliminarGracias a ti, Jorge. Aquí los seguiré publicando, al día siguiente de que salgan en el periódico.
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