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CUATRO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 6 de junio de 2013
Un troyano de la Policía se infiltró hace dos noches en mi ordenador. Husmeó en un libro de cuentos que estoy preparando. Y no encontró nada delictivo.
Yo estaba sentando frente a la pantalla. Tecleaba esta columna de opinión, pero no se me ocurría nada nuevo de lo que quejarme. De hecho, no había pasado de la primera frase. Intentaba huir de la sombra de José María Aznar, que estos días se ha ofrecido para salvarnos de la crisis. Y me había propuesto borrar de mi cabeza la mueca de Mariano Rajoy, que no sabe sonreír cuando insiste en que a la patria sólo la puede salvar él.
"No puedo escribir de esto otra vez", pensaba, renegando de la política económica que nos empuja hacia el abismo para que no caigamos en él. Que no apuesta por el carbón, pero subvenciona los gin tócnis en el Congreso. Que convierte la Universidad en un coto cerrado. Que pone en venta la Sanidad pública y no cree que el Estado del Bienestar sea una prioridad. Sólo importa el déficit. Y hacer los deberes de la troika; unos señores a los que nadie ha votado, pero que dictan la política económica de toda Europa, se supone que aleccionados por el Estado más poderoso de todos. Para qué nombrarlo...
Y en esto, la pantalla me tembló. Debió ser a la misma hora en la que un pequeño terremoto sacudía Sobrado.
Un troyano de la Policía se infiltró hace dos noches en mi ordenador. Husmeó en un libro de cuentos que estoy preparando. Y no encontró nada delictivo.
Yo estaba sentando frente a la pantalla. Tecleaba esta columna de opinión, pero no se me ocurría nada nuevo de lo que quejarme. De hecho, no había pasado de la primera frase. Intentaba huir de la sombra de José María Aznar, que estos días se ha ofrecido para salvarnos de la crisis. Y me había propuesto borrar de mi cabeza la mueca de Mariano Rajoy, que no sabe sonreír cuando insiste en que a la patria sólo la puede salvar él.
"No puedo escribir de esto otra vez", pensaba, renegando de la política económica que nos empuja hacia el abismo para que no caigamos en él. Que no apuesta por el carbón, pero subvenciona los gin tócnis en el Congreso. Que convierte la Universidad en un coto cerrado. Que pone en venta la Sanidad pública y no cree que el Estado del Bienestar sea una prioridad. Sólo importa el déficit. Y hacer los deberes de la troika; unos señores a los que nadie ha votado, pero que dictan la política económica de toda Europa, se supone que aleccionados por el Estado más poderoso de todos. Para qué nombrarlo...
Y en esto, la pantalla me tembló. Debió ser a la misma hora en la que un pequeño terremoto sacudía Sobrado.
En Sobrado casi no se enteraron. Así que estoy seguro de que el temblor de mi ordenador, a tantos kilómetros del epicentro, no lo causó un corrimiento de tierras.
Inquieto, entré en la carpeta de las ficciones y la encontré patas arriba. Los cuentos más tristes estaban borrados. Los cuentos con final abierto, bloqueados. Y los cuentos felices aparecían llenos de besos y de princesas y de perdices. "¡Qué horror!", pensé. "Yo no he escrito esto".
Entonces pinché en la carpeta donde guardo las columnas de opinión. "Visado por la censura" había titulado la última, y era una queja sobre los globos sondas de Alberto Ruiz Gallardón, que parece empeñado en recortar nuestros derechos básicos. El troyano, qué congoja, la había dejado en blanco.
Y AQUÍ, LA COLUMNA LEÍDA EN FM BIERZO (107.3 FM)
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