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CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 20 de diciembre de 2012
Dice el responsable de Cáritas en Ponferrada, José Antonio Prada, que la solidaridad no está en crisis. Lo dice después de adelantar que la organización
eclesiástica que amortigua los efectos de la pobreza alimentará durante tres
años a 20 familias de la ciudad con 60.000 euros de la donación de 20 millones
de Amancio Ortega, uno de los hombres más ricos del mundo.
«La solidaridad no está en crisis», dice Prada. Y lo dice no sólo por Amancio
Ortega. Lo dice porque todos los días ve a gente normal y corriente donando
ropa, y dinero, y alimentos. Y a voluntarios ayudando a repartirlos.
Dice el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que a veces gobernar es repartir dolor. Lo dice para defenderse de la huelga de jueces y para justificar
el tasazo judicial, que convierte a la Justicia en un lujo al alcance de quienes
pueden pagarla. «Repartir dolor», dice en la Cope. Y me echo a temblar.
Se pregunta la viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de
Madrid, Patricia Flores, si tiene sentido que un enfermo crónico «viva gratis»
del sistema. Y tiemblo aún más. Si se lo pregunta es porque lo piensa.
Y me pregunto yo, ¿cómo puede gobernarnos alguien que piensa que su trabajo
es repartir dolor? ¿Alguien que cuestiona la asistencia a los enfermos crónicos?
¿No estaban los políticos para resolver los dolores del ciudadano? ¿No pagamos
impuestos todos, incluido Amancio Ortega, para que cualquiera que lo necesite
encuentre un alivio a sus dolores en el sistema?
La crisis es la excusa perfecta para imponer una ideología insolidaria.
Adelgazando el Estado y los gastos sociales, acotando la justicia, quitándonos
derechos laborales, sólo nos dejan el colchón de la caridad. Es de agradecer el
gesto de Ortega. Pero hubiera preferido que abriera una fábrica y creara empleo
con esos 20 millones de euros. Habría más personas con un salario sumándose al
sistema en lugar de vivir de la caridad, que no es un derecho, sino un favor que
alguien te hace por solidaridad.
No le des pescado al pobre, enséñale a pescar. Y no lo digo yo. Lo decía el
profesor que me daba catequesis cuando todavía quería hacer la primera
comunión.
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