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lunes, 18 de febrero de 2013

Nevadas

Nieve que cuaja.
  
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 24 de enero de 2012

Nieva en el Bierzo y leo un titular que me produce escalofríos. «Rajoy ordena investigar irregularidades en el PP, aunque asegura que no existen». Y me recuerda a esas empresas que encargan una encuesta para tranquilizar a sus accionistas y les dicen de antemano a los encuestadores los resultados que esperan obtener.

Así que cambio de periódico, mientras nieva en el Bierzo y el hielo deja en sus casas a dos mil escolares en toda la provincia, y leo otro titular que me produce sarpullidos. «El Gobierno cambia la ley para que los condenados puedan dirigir bancos». ¿Habrá algún banquero condenado al que el Gobierno le deba un favor?, me pregunto. Y miro la nieve.

Sigo leyendo el mismo periódico y no puedo huir de los sobres de Bárcenas, ni de las cuentas del ex tesorero del PP en Suiza, el país al que se iba a esquiar. Un columnista de los de toda la vida escribe al hilo de la investigación abierta por Rajoy: «Mucho me temo que va a pasar lo peor; nada», leo. Y me acuerdo de aquella frase tan famosa de Lampedusa en El Gatopardo, que tantas revoluciones ha malogrado. «Todo debe cambiar para que nada cambie».

El problema es que algunas cosas cambian a peor. Y las que no cambian, no nos hacen mejores. A los bomberos de León ya no les dejan salir de su alfoz y arden las casas en los pueblos. Qué impotencia. Y qué impotencia causa comprobar que el canal de Endesa, por ejemplo, ha vuelto a reventar por tercera vez en trece años. Una pradera de Toreno ha quedado anegada de barro y la tromba no ha alcanzado a ninguna casa, pero estamos coqueteando con una desgracia.

Enciendo el televisor para no pensar en ello. Un manto blanco cubre Castilla y León, escucho. Pero la cota de nieve se irá elevando. Y termina el parte meteorológico. Leo otro titular de periódico. «Bárcenas creó una red de blanqueo en paraísos fiscales». Resulta que el ex tesorero del PP también escondió una parte importante de su fortuna en las islas Bermudas, donde nunca nieva.

Entonces se hace de noche y veo que los tejados de la ciudad están blancos. A fuerza de nevar, pienso mientras apago el televisor y cierro los periódicos, siempre acaba cuajando.

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