Dibujo que el argentino MARCELO MARCHESE subió el año pasado a las redes sociales para ilustrar un conflicto minero en Mendoza. En todas partes cuecen habas |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 3 de enero de 2013
Estuvieron 52 días en el pozo. Durmiendo con la humedad. Y no sirvió de nada.
Estuvieron 52 días en el pozo. Durmiendo con la humedad. Y no sirvió de nada.
Cincuenta y dos días son siete semanas y media en la penumbra del travesal caleyo sur, a 25 minutos en vagoneta de la boca de la mina. Allí dormían en sacos, colgaban la ropa para salvarla de la humedad, mataban las horas bajo la luz artificial, y trataban de conservar la salud y la cabeza mientras le echaban un pulso al Gobierno para que renunciara a recortar las ayudas al sector minero. Pero no sirvió de nada.
El pozo Santa Cruz está cerrado. Los últimos 32 miembros de su plantilla ya sólo trabajan para desmantelarlo y aquellos ocho mineros —otros cinco les relevaron— reconocen seis meses después que perdieron el pulso, que fue una derrota. La última, quizá.
Los convertimos en héroes. Nosotros, los periodistas. Sus familiares. Sus vecinos. Sus compañeros. Dieron la cara por todos, en primer lugar por el empresario. Y ahora sufren un expediente de regulación de empleo que en el mejor de los casos los mantendrá seis meses en el paro. Eso si les queda algún pozo abierto donde recolocarse.
Hace unos días, y a las puertas del pozo donde trabajaron y donde permanecieron —lo diré otra vez— 52 días encerrados, tres de aquellos hombres reconocían que el Gobierno les dobló el brazo. Que los políticos y los sindicatos les abandonaron. Que su encierro, y mira que fue largo, no sirvió de nada.
O habría que decir que no sirvió de nada de lo que pretendían; salvar la explotación donde trabajaban, el futuro del sector minero, con cien años de historia, las condiciones laborales de unos trabajadores que hace tiempo que ya no ganan aquellos sueldos que tanto atraían a los foráneos.
Sirvió al menos para dejar en evidencia a los sindicatos, trasnochados. Para quitarle la careta a más de un parlamentario fiel a sus siglas antes que a su territorio. Y para desenmascarar definitivamente al empresario, que ha pasado de manifestarse con sus mineros en Madrid, incitándoles a la huelga, a bajarles los sueldos. A dividir a quienes eran compañeros. A seguir cerrando pozos. Porque la culpa de todo es del Gobierno.
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