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Campo de girasoles, en un cuadro de Van Gogh |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 27 de diciembre de 2012
Tenemos el campus amenazado de muerte. Las líneas de tren en el aire. Un
aeropuerto sin vuelos. Autovías aparcadas en el cajón de los proyectos
imposibles.
Y se ha muerto Lêdo Ivo.
Tenemos la minería sentenciada. El azúcar amargo. Comercios cerrados. Dos mil
personas que se han marchado de Villablino.
Y Lêdo Ivo se ha ido. Le ha dado un infarto.
Tenemos subidas de tasas, subidas de impuestos, bajadas de sueldos, recortes
sociales, inmigrantes sin papeles tratados como criminales, y un anteproyecto de
ley de reforma del Código Penal que deja en manos de un fiscal la decisión de
acusar a quienes den cobijo en sus casas a extranjeros en situación
irregular.
Y Lêdo Ivo, aquel poeta brasileño que salía con cara de loco en las
antologías y que una vez recogió un premio en León, sufriendo una fisura en el
corazón en Sevilla, después de pisar los jardines del Alcázar y exclamar que el
paraíso existe.
Tenemos gente solidaria. Tenemos gente que ayuda a la gente en Cáritas y en
los bancos de alimentos, poniendo parches, por no decir remiendos, a la política
social de un Gobierno que sólo atiende a los bancos y a las autopistas de
peaje.
Y tenemos a Lêdo Ivo, el poeta del que tanto hablaron Mestre y Pereira,
subiéndose a un avión de los que atan el cielo con cintas de vapor para
aterrizar en Cavalo Morto.
Cavalo Morto, conviene recordarlo, es un lugar donde todos los jardines son
un paraíso y las muchachas bordan en las nubes los nombres de sus enamorados con
alfabeto azul y blanco. Donde los hombres nunca son irregulares y no hay
recortes, ni caridad, ni pozos mineros cerrados. Y tampoco hay que pagar
peajes.
Donde la justicia social no es una utopía encerrada en el cajón de los
proyectos aparcados y los trenes no pasan nunca de largo.
Cavalo Morto es un lugar, ahora sí podemos decirlo, donde uno puede cruzarse
con Lêdo Ivo caminando por la calle, mientras las mujeres agitan el manojo de
llaves que llevan en el pecho a su paso, sin preguntarse a qué sastre habrán
llamado para remendarle el corazón.
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Lêdo Ivo |
UN POEMA DE LÊDO IVO
Dejo aquí un poema de Lêdo Ivo.
El Cavalo Morto que inspiró a Juan Carlos Mestre lo podéis leer en otra entrada de este blog.
EL GIRASOL
En mi mano cerrada cabe el día,
el fuego aleatorio de los instantes
y el silencio que esparcen los amantes
cuando termina la fiesta y nada queda
de la luz petrificada entre las montañas.
En mi mano abierta cabe la sombra
abandonada por la vida que me espera
lejos del invierno, cuando la primavera
devuelve al tallo la rosa fenecida
y lo que fue vuelve a ser, y toda pérdida
regresa como un lucro inmerecido.
Mi mano sostiene un girasol.
Soy la sobra y el exceso, como el viento
o como la luz incómoda del sol.
En mi mano cerrada cabe el día,
el fuego aleatorio de los instantes
y el silencio que esparcen los amantes
cuando termina la fiesta y nada queda
de la luz petrificada entre las montañas.
En mi mano abierta cabe la sombra
abandonada por la vida que me espera
lejos del invierno, cuando la primavera
devuelve al tallo la rosa fenecida
y lo que fue vuelve a ser, y toda pérdida
regresa como un lucro inmerecido.
Mi mano sostiene un girasol.
Soy la sobra y el exceso, como el viento
o como la luz incómoda del sol.
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