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jueves, 30 de diciembre de 2010

Zapatos negros

Los zapatos colgados de un cable, el 27 de diciembre de 2010
(Foto del autor del blog. Podéis usarla con libertad.
Y si citáis su procedencia hacéis un amigo)
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 28 de diciembre de 2010

Dos zapatos negros cuelgan de un cable sobre la antigua carretera Nacional VI, muy cerca del cruce del acceso a Villaverde de los Cestos. Están a la intemperie, permanentemente expuestos a la lluvia y a la helada, y cuando sopla el viento con fuerza o circula un camión muy voluminoso por la carretera, se mueven y parece que caminen en el aire.

He pasado alguna vez bajo su suela, conduciendo mi coche, y siempre me he preguntado qué significado tienen. Hoy he sabido que dos zapatos colgados son un ejemplo de shoefiti -del inglés shoe (zapato) y grafiti-; una muestra de arte callejero que se ha hecho muy popular en los suburbios más conflictivos de las ciudades norteamericanas. El shoefiti puede tener múltiples significados. Buenos y malos. Dos zapatos con los cordones atados a un alambre pueden anunciar una boda inminente en el barrio o comunicar que alguien ha perdido la virginidad. Pero también pueden interpretarse como la marca de alguna banda callejera, que defiende su territorio, o incluso formar parte de un código secreto que señala un lugar donde se vende droga o donde la mafia ha cometido un asesinato. Los dos zapatos serían entonces un trofeo. Un aviso. Una forma de extender el miedo.
 
Estoy seguro de que ninguno de estos significados tan siniestros pueden explicar la presencia de los dos zapatos negros sobre la antigua Nacional VI, muy cerca del cruce con Villaverde de los Cestos. Quizá todo sea una broma. Un guiño que desconozco. Pero cada vez que pienso en ese calzado balanceándose en el cable, me viene a la cabeza una vieja leyenda de Granada. Cuenta la historia de un veleta de hierro colocada por algún potentado sobre el tejado del Palacio del Gallo de Viento. Cada vez que la veleta se movía, sacudida por las corrientes de aire, los habitantes de Granada sabían que se acercaba una desgracia. Y se escondían en sus casas.


La Alhambra de Granada. Sus paredes son un libro

Así que no dejo de pensar que los dos zapatos deben ser una metáfora. Las botas de algún minero de la última Marcha Negra, que pasó muy cerca. La marca de la minería que se muere, atada a una fecha de cierre. Y como estoy seguro de que nadie va a mover un dedo para salvarnos, si queremos llegar a alguna parte, va siendo hora de que usemos las manos para desatarnos los cordones del alambre y calzarnos los zapatos, que el camino que nos queda por delante está lleno de piedras.


Los mismos zapatos negros, sobre el cruce
de Villaverde de los Cestos

jueves, 23 de diciembre de 2010

El horror


Militares norteamericanos destacados en Kosovo detienen un automóvil en busca de explosivos.
La imagen fue tomada el 28 de julio de 1999 en la localidad de Vitina.
Fotografía de JUDY RYAN, del Ejército de los Estados Unidos. DoD Photo.
http://www.qmmuseum.lee.army.mil/

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 21 de diciembre de 2010

Acabo de leer un cuento de terror. Sucede en un lugar remoto de Europa, en el corazón de una guerra reciente, y los protagonistas son un grupo de combatientes encerrados en una granja, en una fábrica vacía, o en una casa aislada, alejada de los caminos. Ninguno espera nada bueno de su cautiverio. Todos saben que el hombre se vuelve lobo en la guerra y devora a su semejante. Pero llega la noche y les dejan dormir. Amanece y les dan de comer. No ven el sol, pero nadie les tortura. Y así viven encerrados durante semanas, bien alimentados, sin saber nada de su futuro.

Los más optimistas empiezan a pensar que no les han hecho daño porque los van a intercambiar por otros prisioneros. Incluso les visita un médico que se interesa por su salud y les extrae sangre para analizarla. Y es entonces cuando algunos de esos cautivos, tan parecidos a los personajes de una novela de Joseph Conrad, comienzan a temerse lo peor. Cae la noche y les sacan de la granja, de la fábrica vacía, de la vivienda aislada. Atraviesan un país devastado en automóviles sin matrícula y después de viajar entre tinieblas, se detienen ante una casa amarilla. Es un lugar siniestro. Salido de uno esos cuentos macabros donde de verdad, puede pasar cualquier cosa. Y el horror llega enseguida.

Lo que les estoy contando ocurría en 1999 en Kosovo. Prisioneros serbios en manos del UCK, la milicia albana, eran engordados como ganado antes de morir de un disparo en la cabeza. Después, abrían sus cadáveres, les extraían los riñones y los vendían en el extranjero a un comprador compatible. En Kosovo, toda esta inmundicia casi era un secreto a voces. Pero fuera de allí, nos hemos enterado ahora porque un parlamentario europeo, el antiguo juez Dick Marty, acaba de revelarlo en un informe descorazonador, que incluso implica al primer ministro, Hashim Thaçi.



Jerónima Blanco y su hijo Fernando.
La imagen llegó a los periódicos a través de la
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
memoriasocialistaleonesa.blogspot.com

Y vuelvo la vista atrás, a nuestra guerra. A nuestras fosas. A aquella mujer de Ponferrada, Jerónima Blanco, que estaba embarazada de varios meses cuando murió asesinada el 23 de agosto de 1936, tiroteada por pistoleros de la Falange junto a su hijo de tres años, sólo porque su marido estaba huido en el monte. «¡El horror. El horror!», escribió el enigmático Joseph Conrad en el final de El corazón de las tinieblas. Y ahora entiendo, de verdad, lo que el viejo loco de Kurtz quiso decirle a Marlow antes de morir.


Marlon Brando en Apocalypse Now. Coppola adaptaba al cine El corazón de las tinieblas, de forma muy libre y a la vez muy fiel, y nos mostraba el viaje a los infiernos del coronel Kurtz.

martes, 21 de diciembre de 2010

Luna de invierno

CUADERNO DE POEMAS
Antes de que amanezca, la Luna llena habrá entrado
en la zona de sombra de la Tierra.

Eclipse de luna



Marcar como no leído.
No soñado.
No vivido.
Tatuar en la piel.
La memoria es hija del miedo.
El miedo es una zona de sombra
sobre la nieve.


El agua helada
es la afonía
de las palabras
mal pronunciadas.
Un escalofrío es un espejo
donde tiritan las pesadillas
Y el agua  no es nada
si nadie le da forma en la boca.


El invierno es una emboscada.
El aliento callado
Debemos abrigarnos.
Alejarnos de los caminos.
Apuntarlo todo en la bitácora
del barco. Y negar al invierno
la ocasión de prosperar.


La libertad es una guerra ganada
a la ortografía de las palabras.


Mejor marcar como no leído.
No soñado.
No vivido.
Y pasar a otra página.




(Agregar como amigo)

jueves, 16 de diciembre de 2010

Revoluciones


Del comic de Yslaire Revolución Revolución. Tercer tomo de la serie Sambre.

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes, 14 de diciembre de 2010

El carbón caduca. Consumir preferentemente antes de 2018, dice la etiqueta que le ha puesto la Unión Europea. El carbón caduca y ni la oxicombustión, ni el almacenamiento geológico de las emisiones llegarán a tiempo de salvarlo. El ambicioso proyecto de la Fundación Ciudad de la Energía para investigar su combustión limpia en las centrales térmicas no será la solución, aunque hasta hace bien poco, el presidente del Gobierno se haya esforzado por hacernos creer todo lo contrario.

El carbón se muere. Nadie puede negarlo. Alguien podría pensar que hay cosas más importantes. Que es un sector anticuado y no se debe apostar por extraer el mineral de nuestras cuencas cuando se puede traer en barco, más barato. Vivimos en un mundo global, donde la economía está por delante de la moral. La rentabilidad es un valor de referencia. Y el dinero no tiene ética.
El carbón se apaga. Nos espera el gas natural y las energías renovables. Molinos de viento en los montes, asustando a las aves rapaces. Saltos de agua. Y quién sabe si una vuelta a la energía nuclear. A este lado de las cuencas mineras, el paisaje puede ser sobrecogedor y el invierno muy largo. Nos aguardan minas cerradas. Bocas tapiadas. Cielos abiertos. Prejubilados de cuarenta años. Otra vez.

Primeros pasos de la Segunda Marcha Negra. Fotografía de ANA F. BARREDO

El carbón desaparece. Y no nos quedan balas para defenderlo. Ya quemamos las naves al acabar el verano. Nos inmolamos sin obtener ningún resultado fiable y hay que darles la razón a los que decían que la protesta de septiembre fue precipitada, una explosión social controlada por la patronal.
El carbón está condenado. Y no sirven de nada las huelgas tradicionales, ni los encierros voluntarios en la mina, ni los orquestados, ni las marchas negras, que se extienden por la carretera, pero no conducen a ninguna parte.

Mayo del 68. Una de las imágenes convertidas en icono de la protesta que más se repiten en la blogosfera.


El carbón está acabado y es una lástima que los mineros no sepan informática, como los hackers que estos días defienden a Wikileaks del acoso de las multinacionales del crédito y de la presión del Gobierno norteamericano, burlado en sus secretos más íntimos. Hoy las revueltas no se libran en la carretera, quemando neumáticos, ni en la calle, arrojando adoquines contra la policía, como en Mayo del 68, o corriendo delante de los grises en los campus. Hoy la revolución se hace detrás de los teclados y los héroes son Anonymous.

Los hackers de Anonymous ha adoptado la imagen justiciera del comic

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Luna de trapo


9

Mi voz es 
un esqueleto
que nada en el silencio
y encanalla las palabras.


Mis labios, dos ecos
chocando
en la tempestad
de un beso.

Mis orejas,
agujas
atravesadas
por los pendientes
de la noche.

Que todo lo descose...

Y llevo alfileres en las rodillas
y una almohadilla en el corazón.
Duermo de pie
para no abrirme la piel
y los huesos.

Con sueños afilados.

Y ahora me callo,
pordiosera,
que no me atrape
la noche
con su vudú.



                                         (Marcar como no leído)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

insurance.aes256

Grabado de Juan Carlos Mestre.
www.juancarlosmestre.com

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. 7 de diciembre de 2010

Juan Carlos Mestre, penúltimo Premio Nacional de Poesía, tenía 14 años cuando leyó un verso que cambió su vida; «la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes». El poema se titulaba Sublevación. Y el poeta que lo había escrito era Antonio Gamoneda, que al día de hoy no necesita ninguna presentación.
 
Mestre y Gamoneda han estado estos días en la Feria del Libro de Guadalajara, México, hablando de poesía y de libertad y del valor de la palabra en una mesa compartida, entre otros, con Gustavo Martin Garzo, que citó a Octavio Paz para pregonar que «la poesía vuelve habitable el mundo». Mestre fue más lejos. Dijo que la poesía pone voz a lo que está «a la intemperie». A los olvidados. Y volvió a aludir a Gamoneda para añadir que ante la «soberbia obstinación del poder para mentir», la voz de los poetas supone «una sublevación inmóvil».
 
Visto así, todos los periodistas deberíamos ser poetas. O músicos de rock. O raperos, porque el rock ya no es lo que era. Mañana se cumplen 30 años del asesinato de John Lennon, poeta musical, abanderado de causas perdidas, una voz crítica con el sistema, que llegó a ser investigado por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, temerosos del poder de sublevación de sus palabras. A Lennon lo mató un joven trastornado, lector de El Guardian Entre El Centeno, de Salinger, que no encontró otra forma de sublevarse que vaciarle el cargador de un revólver del calibre 38 a las puertas del edificio Dakota de Nueva York.


Yoko y John. La portada más famosa de la revista  RollingStone en el número de enero de 1981.
Procede de la última sesión de fotos del cantante, el 8 de diciembre de 1980
-el mismo día en que murió asesinado- realizada por ANNIE LEIBOVITZ.

Pero los servicios de inteligencia de los Estados Unidos se concentran estos días en otra voz. No es la de un músico. Ni la de un poeta. De hecho, ni siquiera se oye. Es la de un periodista y le basta Internet para haber desencadenado una verdadera sublevación inmóvil. Su nombre es Julian Assange, fundador de la página Wikileaks -que tampoco necesita ninguna presentación- y ha puesto contra las cuerdas a la diplomacia mundial difundiendo miles de documentos que nos descubren las miserias de la alta política. Y ahora les voy a hablar del verso que puede cambiar nuestras vidas. Se titula insurance.aes256, pesa 1,4 gigabytes, y es un archivo encriptado, colgado en Wikileaks, que sólo se abrirá en caso de que le ocurra algo a Julian Assange. Yo no lo he leído. No tengo los conocimientos necesarios para atreverme a desencriptarlo, pero intuyo que sin esconder ninguna belleza, ya está haciendo más habitable este mundo.


Julian Assange, fundador de Wikileaks.
 contrapunto2002.blogspot.com

jueves, 2 de diciembre de 2010

Trapos sucios



Photobucket.com


CUARTO CRECIENTE
Diario de León. 30 de noviembre de 2010

 
En el verano de 2005, el grafitero Banksy viajó a Palestina y se atrevió a dibujar a un muchacho rajando el muro de Cisjordania para enseñarle al mundo el paisaje que oculta la intolerancia. La identidad de Banksy es uno de los secretos mejor guardados. Apenas se sabe que nació y creció en Bristol, donde trabajó un tiempo como carnicero, y que es hijo de un técnico de fotocopiadoras. Quizá por eso ha hecho suya una frase que pronunció Pablo Picasso: «El mal artista imita, el buen artista roba».


Banksy es un provocador. Un agitador de conciencias que dibuja nuestros trapos sucios. Y aunque ahora gane dinero, siempre ha puesto en duda el orden establecido. Ha colgado sus cuadros en los mejores museos del mundo, a escondidas, y en ocasiones han pasado semanas, incluso meses, antes de que alguien descubriera que no formaban parte de la colección oficial. Lo mismo pinta a militares meando -"no pienso escribir «orinar», estoy hablando de un artista callejero que salpica las fachadas de las casas con aerosoles-" o a soldados cacheados por niños, que decora paredes con ratas y gatos, con buitres con la cabeza convertida en una manguera de gasolina, o llena el Parlamento Británico de inteligentes monos diputados.


 http://www.lovecolors.net/

ucronialatente.blogspot.com

Banksy es un revolucionario. O lo era antes de que empezara a cobrar por algunos dibujos de encargo y contratara a un agente para vender su obra en una galería de arte. Y nadie sabe cómo se llama. Al menos nadie que no lo trate habitualmente. Alguien sugirió una vez que su nombre real era Robin Banks, pero su fonética coincide con la expresión inglesa robbing banks (robando bancos) y no se puede descartar que detrás de ese rumor sólo se esconda una broma.

 http://poneoneloff.files.wordpress.com/

Porque Banksy se burla de todo. «Ha puesto patas arriba el orden artístico mundial», escribe Emilio Gancedo en este periódico para contarnos que un escritor leonés, Óscar M. Prieto, ha publicado una novela sobre el misterioso grafitero. Y lo mismo puede decirse de las consecuencias que tendrá para el orden diplomático mundial -y para el orden periodístico establecido- la filtración por WikiLeaks de los trapos sucios de la política exterior de los Estados Unidos. Que nadie se engañe. La web de Julian Assange no está haciendo otra cosa que darle vida al muchacho de Banksy para rajar de verdad un muro todavía más grueso que el de Cisjordania.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Luna de lobo

CUADERNO DE POEMAS

Me llamo Denís y algunas noches paseo por Montmartre buscando una chica...




SUDARIO DE VIENTO


Me llamo Denís. Te estoy buscando a ti.

Te estoy buscando para abrazarte en una mortaja
de sábanas blancas. Me llamo
Denís. Mi nombre no dice nada.
Es una secuela de un árbol talado.
Y tengo barro en las venas,
nieve en los ojos,
la boca llena de nubes de tormenta.

Denís y estuve a punto de morir.
Decapitado. Hubiera sido un muñeco
sin cabeza. De boca en boca.
Perdido entre la niebla,
Y ahora te busco a ti.
Te busco para sobrevivir.
Abriéndote los poros,
llenándote la lengua
de incienso, como en las iglesias
oscuras. Me llamo Denís
y la sed me ciega.

Si algun día te encuentro
te regalaré mi nombre,
cerraré los ojos,
me arrancaré las venas de barro
y envolveré mis restos
en un sudario de viento,
para que no me pese.

Pero te ruego que conserves mis cenizas.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cometas


CUARTO CRECIENTE

Diario de León. Martes 23 de noviembre de 2010


El Principito aprovechó una migración de pájaros silvestres para dejar el asteroide B-612, donde arrancaba brotes de baobas, desollinaba volcanes y hablaba con una flor caprichosa.

Los pájaros le llevaron a otros planetas y así conoció a un rey sin súbditos, vestido de púrpura y armiño, que le hizo embajador. A un vanidoso, que le tomó por un admirador. A un hombre de negocios, que creía que las estrellas eran suyas y se pasaba la vida contándolas. A un farolero, que encendía y apagaba un farol sin descanso, porque en su asteroide, el día y la noche duraban un minuto. Y a un anciano que escribía libros de Geografía sin moverse de su despacho y que le aconsejó visitar la Tierra.

La Tierra no era un planeta cualquiera. Allí vivían un puñado de reyes y un montón de geógrafos, eran multitud los vanidosos y los hombres de negocios, incontables los borrachos, aunque la electricidad estaba haciendo desaparecer a los faroleros, que no tenían nada que encender. "El Principito", sin embargo, fue a caer en un desierto donde dio con un piloto que escribía novelas y que escuchó su historia mientras reparaba su avión, varado en las dunas. Después, regresó a su asteroide porque echaba de menos a su flor caprichosa, dejó su cuerpo como una corteza abandonada y no hizo ruido al caer.

Ha pasado mucho tiempo de aquello. El piloto cayó al mar durante un vuelo de reconocimiento, años después, y nunca se volvió a saber de él. La Tierra sigue poblada de reyes, borrachos y vanidosos. Y
El principito ha vuelto a aparecer. Lo han visto en la provincia de Badghis, en el antiguo reino de Afganistán, y los hombres que le han invocado son soldados. Esos soldados de los que hablo tienen armas, chalecos antibala, tienen munición y si no les queda más remedio, disparan. Son españoles, y estoy hablando de ellos porque reparten libros; una traducción al dialecto darí de la novela universal, tan cargada de metáforas, que escribió Antoine de Saint Exupery.

Y no se han quedado ahí. Junto al coleccionista que ha financiado la edición, Fuencisla Gonzalo, han creado la Fundación Cometa para abrir escuelas en Badghis y luchar con otras armas contra el fanatismo de los talibanes. Alguien debería bajar al fondo de mar, donde estará varado entre corales, para que Antoine de Saint-Exupéry lo sepa.

 


KIPLING, HOUSTON Y EL HOMBRE QUE PUDO REINAR

El país de Kafiristán es un lugar que no existe. Lo creó el escritor Rudyard Kipling para narrar las aventuras de dos sargentos ingleses, los truhanes Danny Dravot y Peachy Carnehan, que quisieron convertirse en reyes de una tierra lejana y exótica de la que ningún hombre blanco había logrado regresar con vida, excepto Alejandro Magno.

 

El Kafiristán de Kipling lo llevó al cine John Houston en una estupenda película titulada El hombre que pudo reinar, como el relato original, con Sean Connery y Michael Caine interpretando a los dos protagonistas y robándose planos. ( YouTube - El hombre que pudo reinar - la parte contratante ). Mi fascinación por Afganistán, que es un lugar que sí existe y que está en guerra de verdad, y la evocación de Alejandro Magno que aparece en El agujero de Helmand, la novela sobre un grupo de marines que me publicará Ediciones Menoscuarto en abril, seguramente nazca de esta historia.

Hace unos días leí en El País ('El Principito' contra el talibán · ELPAÍS.com) otra historia fascinante. La protagonista se llama Fuencisla Gonzalo y es una coleccionista de libros que ha financiado la edicición de El Principito en dialecto darí y su reparto entre escuelas, bibliotecas, mujeres y niños de Afganistán con ayuda de las tropas españolas enviadas bajo mandato internacional.  Soldados repartiendo libros. Creo que no hace falta que siga explicando por qué escribí esta columna... 

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tarta de mierda

CUARTO CRECIENTE

Diario de León. Martes 16 de noviembre de 2010


Vengo del juzgado. Tengo las manos manchadas de bolígrafo. Y he escuchado mucha mierda, con perdón de la palabra.

Estoy sentado delante del ordenador. He acabado de escribir una crónica de dos páginas sobre el penúltimo capítulo de la guerra del hormigón. Tengo un cuaderno lleno de notas. Ocho horas de juicio en la cabeza. Y estoy cansado. Muy cansado. Cansado de escuchar mierda, con perdón otra vez, no de hacer mi trabajo. Cansado, muy cansado, de haber vivido durante 14 años en un clima de impunidad.

Recuerdo muy bien el primer sabotaje que sufrió Sindo Castro en su planta de Las Ventas de Albares, allá por el mes de abril de 1996. Yo llevaba un mes trabajando en este periódico, tenía 22 años y todavía no había terminado la carrera. Recuerdo la incredulidad que me produjo que después de aquello hubiera otro ataque. Y otro. Y otro más. Otro camión que arde. Otra explosión en una tolva. Neumáticos rajados. Y como colofón, un cóctel molotov arrojado a la vivienda del empresario maragato en Astorga, que tenía una carpintería con garrafas de disolvente almacenadas en la planta baja.

Han pasado 14 años y vuelvo a escribir de lo mismo, pero con más profundidad. Escucho a un testigo protegido declarar tras un biombo. Lo que dice abre la puerta de un submundo donde se come mucha mierda, y perdónenme otra vez. No sé lo que me pasa hoy con esa palabra, que me viene constantemente a la cabeza. Mierda.

Han pasado 14 años. No creo que a Sindo Castro se le haya pasado muy rápido todo este tiempo. Los acusados han sufrido un proceso que se ha dilatado, claro. Pero no nos olvidemos de quien es la víctima.

Catorce años. El principal acusado, no diré su nombre, -para qué si pueden leerlo en la página 16- ya tiene 81 años, un marcapasos en el pecho, y una serie de dolencias crónicas que le mantienen ingresado en un centro médico de Tenerife. El juez cree que difícilmente saldrá de allí recuperado.

Oigo a Sindo Castro decir que le querían matar como a un perro. Afirma que de no ser por la intervención de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación después del episodio del cóctel molotov, podría estar muerto. Y todo por el negocio del hormigón. Por la tarta de la autovía, dice, tan golosa.

Y se me revuelve el estómago.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El libro de Ovalle

La Enciclopedia Álvarez

CUARTO CRECIENTE

Diario de León. Martes 9 de noviembre de 2010


Es difícil escribir sobre la vida de un hombre que no quiere hablar de su vida, sino de sus libros. Salvo que uno entienda que su vida son sus libros.

Detrás de Antonio Ovalle, el hombre que ha cedido su colección de facsímiles medievales al Ayuntamiento de Ponferrada para que los exhiba en el Castillo de los Templarios, hay algo más que códices miniados. Hay un padre minero en la cuenca de Fabero, una madre y cuatro hermanos. Hay un niño jovial que leía El Señor de Bembibre en la escuela de San Juan de la Mata y que al crecer, se pasó al Quijote. Un adolescente curioso que jugaba al baloncesto con los salesianos en Cambados. Hay un proyecto de seminarista abandonado. Tres años de docencia en un colegio religioso. Y un estudiante universitario, maravillado por un manuscrito medieval al alcance de cualquiera.

Antonio Ovalle también tiene un poco del músico que quiso haber sido. Y no ha renunciado a escribir una tesis sobre la Filosofía del Derecho para sumergirse en el origen de las leyes.

Antonio es un soñador. A mí me lo ha parecido. Buena parte del dinero que ha ganado con su sueldo de directivo empresarial lo ha dedicado a comprar libros que todavía está pagando a plazos y que ha cedido al Ayuntamiento sin pedir nada para él. «No quería tenerlos de canto», afirmaba este verano durante la presentación de la exposición Templum Libri, que reúne «las páginas más bellas del conocimiento», según se dice en los folletos.

Los editores le han perseguido. Alguno incluso le ha engañado. En su casa no sabían que hacer con tanto libro. Les parecía algo descabellado. «¿Quieren que los pongamos debajo de las camas?», cuenta que les gritaba su hermana Lina a los intermediarios de las editoriales cuando le llamaban por teléfono para venderle el último breviario.

A Antonio Ovalle, la crisis también le está afectando, aunque no quiera hablar de ello. Y sin embargo, se ha empeñado en seguir comprando libros. Persigue un sueño improbable. O no. Está convencido de que podría reunir en la Biblioteca Templaria del castillo todos los facsímiles de códices miniados que estén en el mercado. Es su Biblioteca Imposible, más grande que la que imaginó el editor de Módena Franco Cósimo Panini. Y si lo consigue, habrá escrito una de las páginas más bellas del mundo. Con su propia letra.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El guardacabras

El tejo de San Cristóbal de Valdueza
CUARTO CRECIENTE

Diario de León. Martes 2 de noviembre de 2010.

Cuenta Juan Bonilla en El Cultural que Miguel Hernández se presentó en Madrid, vestido de gabán, como los señoritos, un buen día del año 1931. Venía recomendado por la hija de un ministro y el director de La Gaceta Literaria , Giménez Caballero, le preguntó por su oficio. «Guardador de cabras», le respondió.

Aquel viaje no le sirvió al pastor poeta de Orihuela para quedarse en la capital, a pesar de los esfuerzos de su protectora, Concha de Albornoz y Segovia, y del propio Giménez Caballero, que después de leer sus versos le dio dinero y publicó un anuncio en su revista pidiendo «un enchufe para este campesino», sin morderse la lengua. «¿No tenéis ovejas que guardar? Gobierno de intelectuales. ¿No tenéis alguno que esté como una cabra para que este muchacho lo pastoree?», preguntó.

Si Miguel Hernández hubiera nacido en el Bierzo hace cien años, seguramente se habría resguardado de la lluvia bajo un tejo en más de una ocasión. El árbol sagrado de los celtas también era el favorito de los pastores porque su copa tupida les protegía mejor del agua. Y así debió suceder con el tejo de San Cristóbal de Valdueza cuando todavía había cabras por el monte y su fotogenia junto a la espadaña de una ermita no le había hecho tan famoso como para llamar la atención de expertos que se pelean por cuidarlo y de políticos como Óscar López  , que esta primavera buscó su sombra milenaria, vestido con vaqueros y chaqueta marrón, para presentar su política forestal y hacerse una foto de campaña. Aquel día llovió, claro, y Óscar López tuvo que hacer como los pastores y aguardar a que escampara bajo el árbol mientras los periodistas, apiñados como un rebaño, tratábamos de cubrir el acontecimiento bajo los paraguas.

Desde aquel día lluvioso tengo la sensación de que el viejo tejo de San Cristóbal, que ya ha cumplido 1.246 años y debe estar muy resabiado, aguarda bajo los astros a que alguien acuda a liberarle de la política y de los tratamientos fitosanitarios. Y no se me ocurre mejor liberación que unos versos de Miguel Hernández como los que recitó este verano un espontáneo en el festival poético del Hayedo de Busmayor. O aún mejor, ese cuento inédito que el poeta les escribió a sus hijos desde la cárcel y que tituló Un hogar en el árbol. Todo lo demás es ir a perderse en las estrellas de los cielos.