Incendio de Viña Femita. Viernes 3 de febrero de 2012. Foto: L. DE LA MATA |
CUADERNO DE REPORTAJES
Diario de León. Lunes 6 de febrero de 2012
En temporada, envasaban castañas y cerezas, rompían nueces y las exportaban a China, a Japón, a Argentina. Y en invierno, destilaban alcohol y fabricaban sulfatos de cobre. En la antigua alcoholera de Villafranca, reconvertida en el restaurante y el albergue de peregrinos Viña Femita que ardió el pasado viernes, llegaron a trabajar hasta doscientas personas en sus mejores años. Cien años después de su primera construcción, el fuego ha arruinado algo más que un edificio.
La historia de la villa del Burbia en el siglo XX no se entiende sin la vieja fábrica de alcohol, sin su chimenea de ladrillos rojos, donde este fin de semana seguían anidando dos cigüeñas entre los rescoldos del incendio, y sin la glicinia de su jardín, un arbusto oriental casi tan famoso como el que decora la fachada del Museo de la Radio en Ponferrada. A la espera de comprobar cómo ha afectado el fuego a la planta, el complejo centenario amaneció el sábado convertido en una ruina y con sus últimos dueños, la familia de Vicente Rasilla y Eufemia Díaz, muy afectada por la pérdida de su albergue, según reconocía este fin de semana la alcaldesa, Conchi López. «Me imagino que intentarán volver a ponerlo en marcha», aseguraba expresando más un deseo que una convicción.
Viña Femita, albergue de peregrinos. www.vinafemita.com |
El edificio comenzó siendo propiedad de Eduardo Meneses Díaz, que fue actor de teatro y de cine en la España de los años veinte y treinta. Justo al acabar la Guerra Civil, recuerda Celia Ovalle, hija de un matrimonio que trabajó durante años en la alcoholera, los Meneses vendieron el inmueble a Enrique Villarejo y la chimenea de ladrillos —la cuarta de Villafranca junto a las del actual Palacio de Arganza, la fábrica de conservas Ledo y la de gaseosas Olarte— comenzó a ahumar. «Mi padre trabajó allí toda la vida, desde los 16 años hasta que se jubiló», rememora Celia Ovalle para comentar una de las fotografías de este reportaje donde se le puede ver con su esposa Divina Moreira y otro compañero también llamado Ramón, con los sacos donde embalaban las nueces para la exportación a principios de los años sesenta. También eran los años del sulfato y del envasado de castañas, cuando la fábrica tenía un personal fijo y empleaba a decenas de temporeros que cobraban su sueldo en un sobre al acabar la semana.
La fábrica dejó de destilar alcohol a finales de los sesenta y una década después, también cesaba su actividad envasadora y se ponía a la venta. En los últimos años, el inmueble, adquirido por el matrimonio Rasilla-Díaz, albergó un restaurante bautizado como Viña Femita en recuerdo de la viña que el que fue alcalde entre 1947 y 1950, Eduardo Díaz, regaló a su esposa, Eufemia madre, cuando se casó con ella.
De envasar castañas y cerezas, la fábrica pasó a explotar la última riqueza de Villafranca; el turismo, con las riadas de peregrinos que llegan a la pequeña Compostela haciendo el Camino. Las cenas a los pies de la glicinia dejaron paso a los menús especiales para los caminantes y el edificio dio cama y comida a romeros procedentes de medio mundo. Todo eso se lo ha llevado ahora el fuego.
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