Emigrantes irlandeses en el puerto de Cork durante la Gran Hambruna |
Diario de León. Jueves 7 de noviembre de 2013
Les llaman concertinas y son cuchillas enredadas en el alambre. Hace ocho años, el Gobierno las colocó en lo alto de la doble valla de Melilla para evitar las avenidas de inmigrantes. Pero no sirvió de nada.
Al contrario. Presionados por la miseria, los subsaharianos seguían trepando por la alambrada y dejaban un rastro de sangre y de ropa desgarrada después de saltar la verja que rodea el perímetro de la ciudad.
Las oenegés se quejaron. Las concertinas causaban cortes profundos en las manos y en las piernas de los inmigrantes y el Gobierno acabó por retirarlas.
Ocho años después, las cuchillas han vuelto. Y con ellas, una malla metálica diseñada para que nadie pueda trepar hasta lo alto introduciendo los dedos. Dos helicópteros, uno de ellos equipado con una cámara térmica y un foco, vuelan además sobre la frontera.
Leo que reforzar la valla de Melilla, que cada vez se parece más a una ciudad asediada, ya costó treinta millones de euros en 2005. Y la Guardia Civil, que dispone de dos módulos de intervención rápida para tratar de frenar las avalanchas, tampoco escatima en medios.
Pero es como ponerle puertas al campo. O encerrar al mar en un cuenco.
Los inmigrantes seguirán llegando. Seguirán ahogándose en El Estrecho. Continuarán pagando a las mafias para que les hagan un hueco en pateras, cayucos o lanchas de goma, o en barcos tan viejos que recuerdan a aquellos ataúdes flotantes, así les llamaban, que en los años de la Gran Hambruna cruzaban el Océano Atlántico cargados de irlandeses famélicos.
A la pobreza no la desalientan las concertinas. Deberíamos saberlo, nosotros que hemos tenido padres y abuelos que fueron emigrantes, hijos que vuelven a serlo.
Así que podemos convertir Europa en un búnker, invertir más dinero en blindarnos mientras crece la xenofobia. O podemos repartir mejor los recursos. Crecer sin pisar a nadie. Y hacerlo antes de que llegue el día en que también nos encontremos con una doble valla salpicada de cuchillas cortándonos el paso y nos demos cuenta de que el lado pobre de la frontera es el nuestro.
La doble verja de Melilla. FOTO: ONGAYO |
TRES AÑOS DE CUARTOS CRECIENTES
Un apunte para recordar que hace tres años que empecé a escribir en la sección de Opinión de Diario de León -primero como columna, los martes, y después como faldón, los jueves- y que abrí este blog para recopilar todos los artículos, entre otros textos. Gracias a todos los que dedicáis un par de minutos a la semana para leer lo que escribo. Sigo...
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