Vivienda de la calle Falcón de Villalibre, con la entrada a la bodega. FOTO, cortesía de L. DE LA MATA |
Diario de León. Jueves 9 de octubre de 2014
La casa está en la calle Falcón, en Villalibre de la Jurisdicción, a pocos metros del lugar donde en el año 2000 exhumaron a trece personas asesinadas durante los primeros días de la Guerra Civil.
La casa está deshabitada y a ratos parece a punto de derrumbarse.
Es de piedra y el revoque pintado de blanco se va desprendiendo de su fachada. Tiene una escalera de madera y un corredor pintado de verde. Como la puerta de la bodega, donde una placa con el nombre de Manuela Macías Fernández todavía advierte al cartero del lugar donde tiene que dejar la correspondencia. Manuela, que vivió soltera y sin hijos, tuvo una vida muy dura, cuentan sus vecinos. Se ganaba la vida vendiendo fruta en el mercado de Ponferrada y no se fiaba de cualquiera.
Al otro lado de la puerta verde de la bodega se encuentran algunos muebles viejos, cubiertos de telas de araña, una balanza romana que Manuela empleaba para pesar la fruta, revistas del corazón atrasadas, y un viejo reloj despertador que no funciona.
"Un viejo reloj despertador..." FOTO, cortesía de L. DE LA MATA |
La bodega no tiene ventanas, es de piedra y en la pared de fondo aparecen las humedades. Es allí donde está enterrado su hermano.
Nadie sabe con exactitud cuándo tiempo estuvo escondido en la vivienda familiar Claudio Macías Fernández, un jornalero de izquierdas que había participado en la revolución del 34 y combatido en Asturias hasta que el frente se derrumbó y volvió a casa en el otoño de 1937. Claudio debió morir de una neumonía. Quizá pasara el día en el monte y la noche en la casa y por eso enfermó. Y como ya habían asesinado a su hermano Arsenio, de sólo 16 años, porque no había querido delatarle, cuando sintió que la enfermedad podía con él le pidió a su madre y a sus hermanas que metieran su cuerpo en un arcón y lo enterraran en la bodega.
Bajo un suelo de tierra y junto a una pared de piedra húmeda, han reposado sus restos durante más de setenta años. Descubro que hay miedos que no caducan ni con la muerte de un dictador. Y me pregunto por qué pintaría de verde Manuela la puerta de la bodega de su casa en la calle Falcón.
Sólo se me ocurre la palabra HORROR
ResponderEliminarNo hay otra palabra para contarlo... Gracias por pasarte por aquí.
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