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martes, 29 de marzo de 2011

Guerras justas


Dresde, después de los bombardeos aliados del 13 y el 15 de febrero de 1945.
Foto de RICHARD PETER (dominio público) tomada a finales de aquel año
desde la torre del Ayuntamiento

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 22 de marzo de 2011
 
Dice Ramón Lobo que las guerras son ingobernables. Se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Desde hace unos días tenemos una guerra en Libia. Una guerra justa. Gadafi, un sátrapa paranoico, un criminal, estaba masacrando a su población para aplastar una revuelta y había que hacer algo antes de que cayera el bastión de Bengasi.

Soy de los que piensan, sin embargo, que ninguna guerra es justa. Algunas son inevitables. Parece que sirvan para contener males mayores, pero eso no lo sabremos nunca. La Segunda Guerra Mundial, nos cuentan, fue una guerra justa. Había que pararle los pies a Hitler, al Duce y al emperador del Sol Naciente. Pero cuando los aliados bombardeaban indiscriminadamente ciudades como Dresde o Colonia o asesinaban a 220.000 civiles en Hiroshima y Nagasaki con dos bombas atómicas -para evitar males mayores- se estaban poniendo a la misma altura que los dictadores a los que pretendían derribar.


Caricatura de Hitler, Mussolini y Franco sosteniendo a la
Segunda República Española. Apareció en la prensa francesa de los años 30.
COLECCIÓN PRIVADA DE TRISKU


Quería ser justa la guerra contra Franco, un reaccionario que sembró las cunetas de muertos, como bien sabemos en el Bierzo porque todavía estamos desenterrándolos. Quería ser justa, pero se volvió ingobernable, porque en el bando republicano también se cometieron crímenes espantosos.


Del blog Negro sobre Blanco.
Caricatura de LATUFF.

La guerra contra Gadafi es una guerra inevitable. No una guerra justa. Las bombas nunca son inteligentes. Nunca discriminan a las víctimas. Nunca preguntan. Y quizás hubiera sido una guerra innecesaria si nuestros gobernantes hubieran actuado de otra forma. Gadafi ya era un tipejo despreciable cuando Aznar recibía un caballo suyo de regalo, Zapatero se entrevistaba con él en una jaima, Sarkozy le besaba la mano y aceptaba su dinero para financiar su campaña, y Berlusconi, el presidente-empresario, firmaba contratos con su clan y un tratado de buena amistad. Ése monstruo, no se engañen, lo alimentaron todos ellos consintiendo su régimen de terror a cambio de petróleo. Porque Gadafi, el tirano útil que 'contenía' a los islamistas radicales, ya torturaba a sus opositores en 1988, cuando sus terroristas hacían estallar un avión sobre Lockerbie. 

Y ahora tenemos una guerra contra ese iluminado. Una guerra inevitable. Y los que la dirigen, convertidos en defensores de la revolución, son los mismos que hasta hace poco aceptaban su dinero, su petróleo y sus caballos. Perdónenme, si no contengo la arcada.


Viñeta de Forges, que publica en El País.
(Si alguna vez descubre este blog, espero que le guste verla aquí)

2 comentarios:

  1. Cualquier guerra puede y debe evitarse buscando el acuerdo y evitando el abuso.

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    1. No sé si cualquier guerra, Alfonso, pero seguro que más de una sí. Gracias por tu comentario.

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