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domingo, 10 de abril de 2011

Por aquí se escapa el tiempo


Mil Mi-24. Los muyahidines lo bautizaron como El Carro del Diablo
(Desconozco el nombre del autor de la fotografía)

Relato de un río
que no desemboca en el mar
 
 
He escrito una historia sobre un agujero.

Es un agujero que todos llevamos dentro. Un agujero por donde se escapa el tiempo.

En este libro hay un río. Un desierto pedregoso. Una fosa llena de huesos. Un bastión antiguo. Una barbería y una cuchilla de afeitar.

Con todo eso y con los recuerdos de un soldado que se encuentra fuera de lugar en Afganistán y me atrevo a decir que en cualquier parte, he construido un círculo. Porque El agujero de Helmand es una novela circular. Nació de un cuento. Un cuento que se alargó hasta encontrar el final en su comienzo.
El agujero de Helmand.
Menoscuarto Ediciones

No les doy más pistas. Aquí el protagonista no es un soldado, aunque lo parezca. El protagonista es el tiempo. Es la muerte. Y es el río Helmand, en una de las provincias más violentas del Afganistán, que recorre más de mil kilómetros hasta atravesar la frontera con Irán.

El río Helmand es un símbolo. Es un río que no desemboca en el mar, sino en un lago. Y los lagos suelen ser circulares.

El lago Hamún, donde confluye el río Helmand, estuvo además seco durante años porque los talibanes, para combatir la sequía, decidieron quedarse con toda el agua cerrando las compuertas de los embalses e impidiendo que el caudal llegara a Irán. Así que tenemos un río, que durante años no llegó a desembocar en ninguna parte, ni siquiera en un lago, como metáfora del tiempo.

El corazón de las tinieblas
de Joseph Conrad
El agujero de Helmand es una novela de atmósfera. Una novela de terror. Una novela histórica. Y una novela de ciencia ficción. Y por encima de todas estás etiquetas, es una novela sin más. Literatura, comprimida en menos de cien páginas. Sé que en algunas librerías se vende en la sección de Fantasía porque ha ganado un premio de novela fantástica. Pero no tiene nada que ver con los libros de espada y brujería. La literatura más fantástica es la que parte de la realidad.

Está narrada en primera persona, por un marine destacado en la base de Hassan Abad, y parte de un suceso real que recogió el periódico The Times en el año 2008; el descubrimiento de una fosa con restos de soldados soviéticos en un promontorio que hace 2.500 años había sido uno de los bastiones que dejó el ejército de Alejandro Magno camino de la India.  


Alejandro Magno combatiendo contra el rey persa Darío III
en la batalla de Issos. Detalle del mosaico de la Casa Fauno
en Pompeya. Museo Arqueológico de Nápoles
El mismo suceso inspiró una película de extraterrestes de serie B que apenas llegó a exhibirse en España.  No la he visto, ni ganas tengo de verla.

El agujero de Helmand es otra cosa.

En la novela, la guerra es el transfondo. El verdadero protagonista del libro repito es el tiempo y los agujeros que va abriendo.


El río Helmand. (Foto. Gobierno de Estados Unidos. En dominio público)

La novela empieza en la dedicatoria. Gary Webb, fue un periodista norteamericano del San José Mercury News. Ganador de dos premios Pulitzer,  investigó las conexiones entre la CIA, la Contra y la epidemia de crack que asoló los suburbios de las ciudades norteamericanas en los años ochenta, en los barrios donde vivían los chicanos y los negros, que por lo demás siguen siendo la base del ejército de Obama.


Gary Webb (de la web www.henrymakow.com)

Gary Webb murió en 2004. Le encontraron muerto con dos disparos en la parte posterior de la cabeza. La investigación policial concluyó que se había suicidado. Sin comentarios.
 
Al dedicarle el libro, pretendo que el lector busque en Internet información sobre él. Seguramente, lo que encuentre añada un nuevo matiz al libro.

El escenario de El agujero de Helmand es una guerra convertida en un callejón sin salida. Afganistán es un callejón sin salida. No sé si Libia también lo será.
Nunca he estado en Afganistán. Me he trasladado allí virtualmente, viendo vídeos colgados en la red por soldados, leyendo blogs, leyendo crónicas de periódicos, recorriendo el curso del río Helmand a través de Google y viendo muchas fotos.



Pedro Páramo, de Juan Rulfo
La historia tiene un antecedente lejano en un cuento que escribí en 1999, titulado La apatía, sobre un minero atrapado en un derrabe de carbón y publicado en 2005 por el Instituto de Estudios Bercianos junto a otros relatos en El país de las nieblas.

Miguel Ángel Varela me ha dicho que ve un eco de Joseph Conrad y El corazón de las tinieblas en la novela. Estoy de acuerdo.

Yo añado que también hay una huella de Kipling y de El hombre que pudo ser rey, una historia de dos sargentos británicos en un imaginado Kafiristán. La evocación que hago de Alejandro Magno nace de aquí.

El estilo conciso de la novela le recordó a Juan Pedro Aparicio, presidente del jurado del Premio Tristana, a la novela de Rulfo Pedro Páramo. Pedro Páramo es la mejor historia de fantasmas que he leído. He pretendido que en la novela no haya nada superfluo y en eso se nota que nació de un cuento.

Varela encuentra en ella cierto aliento poético. La frase corta. El párrafo corto. El punto y aparte y los espacios en blanco no son gratuitos. Los veo de la misma forma que las estrofas en un poema. Pienso que tienen unidad en sí mismos, aunque formen parte de una cadena narrativa.
 
El hombre que
pudo reinar.
Película de John
Houston
Ya les he dicho que son menos de cien páginas. Hay gente que me ha dicho, después de leerlas, que les deja con ganas de seguir leyendo. Pero una novela que es un círculo no termina nunca en realidad. Siempre está comenzando de nuevo…


RESEÑA EN EL CULTURAL DEL ABC
Sábado 9 de abril de 2011. Número 992.
A vista de microscopio
Juan Ángel Juristo


4 comentarios:

  1. He comenzado a leer su libro. La historia me resulta muy atrayente. Sin embargo, nada más comenzar la lectura, observo un error de bulto. Apunta que el río Helmand discurre de Norte a Sur para luego, girar hacia el este e internarse en Irán. Con mis conocimientos de geografía, eso ya me sonó extraño; algo que luego pude constatar consultando un atlas. Realmente, el río Helmand transcurre en dirección NE-SO.
    La historia de su novela me parece realmente buena, así que espero que en futuras reediciones (seguro que las habrá)pueda subsanar ese error.
    Atentamente,
    David Faro.
    davidef23@yahoo.es

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  2. Tiene razón, David. El río Helmand gira hacia el oeste para internarse en Irán, no hacia el este. Es el mismo error que cometía cuando hacía prácticas en la autoescuela y el profesor me decía, gire a la derecha, y yo lo hacía hacia la izquierda...
    Se lo agradezco, porque por más veces que releyera el texto, no me iba a dar cuenta, y si hay reediciones le añadiré esa "o" al este.
    Me alegro de que le esté gustando la novela.
    Un saludo.

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  3. Hola Carlos.
    Devoré tu relato. La verdad es que no te deja un momento de respiro, quieres seguir leyendo hasta ver el desenlace.
    Muchas cosas me han gustado de ella, pero tal vez me quedaría con todas las referencias (bbliográficas, cinematográficas, políticas) que, los que ya peinamos alguna cana o con calva incipiente, nos trae a la cabeza su lectura.
    Cómo me gusta sentir el poso que el tiempo va dejando en los gustos de uno. Desde luego, tengo la sensación al leer tu relato que en su día tuvimos que disfrutar mucho con ciertas películas, novelas o acontecimientos históricos.
    Y esos recuerdos que vuelven de nuevo, con su sabor añejo, me resultan entrañables.
    Así que muchas gracias y te deseo mucha suerte con tu libro.
    Sólo me permito una leve crítica o sugerencia, como se vea:
    Creo que en tu libro buscas cierta complicidad con lectores que conocen el tema del que estás hablando, y muy acertadamente, has realizado una buena labor de documentación.
    Por ello, en la escena de los helicópteros (no quiero destapar el final) hubiese sido más creible, en vez de hablar de morteros, cambiarlos por misiles Stinger (La guerra de Wilson). Otra nota de complicidad para con los lectores.
    Un saludo amigable.
    David Faro.

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  4. David. Gracias por tu comentario. Veo que tenemos el mismo poso.
    Y gracias por la sugerencia del Stinger. Le di vueltas a lo del mortero, la verdad, pero no lo suficiente. Quizá el misil (también he visto La guerra de Wilson) hubiera quedado más verosímil. A ver si hay reedición...
    Saludos.

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