Aeropuerto de Pekín |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 27 de septiembre de 2011
Los aeropuertos son todos iguales. Largos pasillos. Puertas de embarque. Rampas de acceso. Salas de espera. Tiendas libres de impuestos. Y mucha gente sola.
Las estaciones de autobuses también son muy parecidas. Dársenas vacías. Autocares ocupados. Taquillas. Lavabos. Un quiosco. Un bar. Y la misma voz anunciando las llegadas y las salidas por megafonía.
Tampoco son diferentes las estaciones de trenes. Largos andenes. Raíles. Traviesas. Cables. Cunetas llenas de piedras. Y vagones aparcados en vía muerta.
Siempre estamos llegando a algún lugar o marchándonos de alguna parte. Incluso cuando no nos movemos físicamente. La memoria, que no sirve para recordar lo que sucedió, sino para adaptarlo a nuestro presente, también es un viaje. Reseteamos los recuerdos. Ponemos orden en el pasado. Y nos quedamos con la combinación que más nos conviene para que todo lo que hemos vivido no nos pese demasiado.
Laboratorio de Gran Sasso. Italia. Punto final del viaje de los neutrinos. |
Imagínense ahora que fuera cierto que podemos construir una máquina del tiempo y viajar al pasado. Acaban de descubrir que hay partículas elementales que son capaces de moverse más rápido que la velocidad de la luz. Y eso significa que podemos verlas llegar antes de que hayan salido. Que puede haber dos partículas en el mismo lugar, pero en tiempos distintos. Y que pueden existir universos paralelos, donde no hay lugar para las paradojas.
Me imagino cómo serían esos aeropuertos para viajar en el tiempo y reescribir el pasado, por mucho que Stephen Hawking nos haya recordado que ningún turista del futuro ha venido nunca a visitarnos. Habrá largos pasillos, sin duda. Y puertas de embarque. Taquillas para dejar la ropa que nos sobra. Algún quiosco para llevarse un periódico del futuro. Y mucha gente sola, deseando salir de alguna vía muerta.
Estos días que han reinaugurado su parador en Villafranca del Bierzo, me está persiguiendo un verso de Antonio Pereira. Es un verso de un poema inacabado y lo escribió un personaje de uno de sus cuentos. Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos, dice. Y a mí me gustaría viajar a ese lugar que no existe para poder terminarlo.
Antonio Pereira. Dibujo de Encarnación Campesino. |
UN CUENTO DE PEREIRA
Una vez estaba Pepín Ramos el poeta inspirado en la taberna que llaman el Senado, sentado a la mesa tosca, haciendo su papel de poeta inspirado. Todos le respetamos mucho en sus esperas de la voz misteriosa, aunque nunca se le haya visto una página terminada. Vino un parroquiano de la taberna con la alegría lúcida de los primeros vasos, y fisgó el renglón que campeaba en la hoja:
Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.
El verso hermoso, todavía único, con que iba a arrancar el poema. El parroquiano suspiró:
-Es un buen empiece, Pepín. Pero ahora qué.
Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.
El verso hermoso, todavía único, con que iba a arrancar el poema. El parroquiano suspiró:
-Es un buen empiece, Pepín. Pero ahora qué.
(De Picassos en el desván. 1991)
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