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jueves, 18 de octubre de 2012

Será mejor que te calles

Niebla y raíles

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves, 6 de septiembre de 2012


Será mejor que te calles, escribe Juan Carlos Mestre en un poema de su último libro, La bicicleta del panadero. Y está hablando del trauma de la guerra, de la nuestra, que todavía nos empozoña la memoria.
 
Y nos la empozoña porque nadie debería discutirle una calle en Ponferrada a una mujer embarazada y a su hijo de tres años, asesinados hace setenta y seis años, y sin embargo lo hacen. Ya lo dije la semana pasada y lo vuelvo a decir esta, precisamente porque sé que hay gente, demasiada, que no le gusta que lo repita. Será porque los dejo en evidencia.
 
Será mejor que os calléis, porque no es el momento de protestar, parece que les esté diciendo Victorino Alonso a los trabajadores de sus cielos abiertos, que sacan carbón, pero no son mineros, y llevan quince días en huelga porque el empresario les quiere recortar los sueldos.
 
Será mejor que no te quejes, le dicen al funcionario, aunque le hayan quitado la paga extra, a quien conserva su empleo, aunque le haya reducido el sueldo, al que contratan por un sueldo mínimo y hace más horas de la cuenta, porque le están dando trabajo, que es un derecho, no una limosna.
 
Será mejor que trabajes, le dice el Gobierno al parado que no encuentra empleo, convencido de que no lo busca con suficiente interés y prefiere quedarse en su casa con cuatrocientos euros al mes.
 
Será mejor que no hables. Será mejor que no escupas al aire. Será mejor. Será. Será mejor que te calles. No vaya a ser que haya alguien a quien no le guste lo que dices.
 
Parece que la crisis lo justifique todo, que debiéramos aceptarlo todo, asumirlo todo, incluso que todos somos culpables de lo que nos pasa —del déficit del Estado, de la desconfianza que genera nuestra deuda soberana, del recorte del crédito, de los temblores del euro— por haber vivido durante los últimos años por encima de nuestras posibilidades, cuando los verdaderos responsables de tanto despilfarro, de tanta especulación, de tantos ladrillos en el aire, son los mismos que ahora nos piden que nos apretemos el cinturón.
 
Que se callen ellos.

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