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martes, 12 de agosto de 2014

El sastre del Titanic (5)

Separado de su esposa, Michel Nvratil oculta su identidad para huir en el Titanic con sus hijos. El 14 de abril, un golpe en el costado le levanta del camastro y lo que ve en la cubierta le hace temer lo peor...

".. se encontraron con un caos de gente asustada, un frío glacial,
que cortaba las manos, y un avispero de hombres que discutía
 acaloradamente con la tripulación para que
les permitieran subir a las lanchas".
ILUSTRACIÓN de PABLO J. CASAL
Un relato de Carlos Fidalgo
Ilustrado por Pablo J. Casal


 
Capítulo Quinto
"Nos hundiremos en una hora, dos a lo sumo", le decía Thomas Andrews al capitán, con los planos extendidos sobre el puente, los compartimentos estancos cerrados, el agua que penetraba por seis boquetes, el barco escorado hacia la proa y los pasajeros cada vez más inquietos, a punto de dejarse llevar por el pánico.

Y el naviero Bruce Ismay, que se había levantado de la cama, sobresaltado, se había vestido el abrigo encima del pijama y venía de la sala de máquinas, donde el ingeniero Joseph Bell le había asegurado que las bombas podrían achicar toda el agua, se quedó igual de blanco que el iceberg cuando escuchó por boca del constructor que el Titanic estaba sentenciado.


***
 
Edward John Smith estuvo a punto de mandar al cuerno a su patrón cuando lo vio en el puente.

"¿Por qué demonios le habré hecho caso?", se preguntó. Pero su sentido del deber se impuso y no perdió el tiempo en reproches.

"Ahora no puedo atenderle", le dijo a Ismay.

Y corrió a la sala del radiotelegrafista y le pidió que transmitiera un mensaje de socorro. Después reunió a los oficiales, les ordenó que descolgaran los botes salvavidas y se avergonzó por haber declarado a la prensa que el Titanic era insumergible.

***

"El Carpathia viene hacia aquí", le informó unos minutos después Jack Phillips, el radiotelegrafista.

"¿A qué distancia está?"

"Cuatro horas", murmuró Phillips.

Y el capitán del barco de pasajeros más grande y lujoso del mundo, y a pesar de todo, sin suficientes botes en los pescantes, supo que más de la mitad del pasaje iba a morir. Entonces observó a su alrededor, como si buscara un lugar donde esconderse, y se encontró con el segundo oficial Lightoller, que esperaba órdenes. "Arme a los marineros", le pidió en previsión de que se produjera una avalancha en la cubierta de las lanchas. "Y que llamen a la orquesta", añadió mientras respiraba profundamente.

***

Michel Navratil se cruzó con su vecino de cabina en el pasillo y le rogó que le ayudara a despertar a sus hijos. El barco se inclinaba y algunos miembros de la tripulación repartían chalecos salvavidas entre los pasajeros y les decían que sólo se trataba de un simulacro. Pero Michel había visto el hielo y se imaginaba lo peor.

Michel despertó a Lolo y lo vistió con ropa de abrigo. Su vecino hizo lo mismo con Momon. Después salieron al pasillo de nuevo, ahora sí, convertido en una marea de pasajeros en permanente oleaje.

"No habrá botes para todos", le decía a su espalda el hombre que llevaba a Momon en brazos mientras él se habría paso a codazos por las escaleras con el pequeño Lolo cada vez más confundido.

En la cubierta de babor, se encontraron con un caos de gente asustada, un frío glacial, que cortaba las manos, y un avispero de hombres que discutían acaloradamente con la tripulación para que les permitieran subir a las lanchas.

Al momento, una bengala se elevó hacia el cielo desde algún lugar del puente, alcanzó varios cientos de pies de altura y explotó con gran estruendo en un haz de doce estrellas blancas y brillantes.


***

La tripulación formó una cadena para impedir que los pasajeros varones embarcaran en los botes. El oficial Lightoller gritó, enérgico, que sólo las mujeres y los niños tendrían un sitio garantizado. Y a Michel y a su vecino de cabina les permitieron atravesar la barrera cuando vieron que llevaban en brazos a Lolo y a Momom.

"Déjenlos en el bote y échense a un lado, sólo puede acompañarles su madre", les advirtió el oficial, con un revólver en la mano y el barco cada vez más escorado.

El sastre observó la pistola.

                                         Miró a sus hijos.

                                                                Pensó en su esposa.



Continuará...


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