Un vórtice polar, fotografiado en 1987 por el Gobierno de los Estados Unidos frente a las costas de Noruega. (FOTO: Wikipedia) |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 9 de enero de 2014
A treinta grados bajo cero, el cuerpo se congela en un minuto. El frío duele, dice la directora del Instituto de Medicina de Montaña, Anna Carceller, al hablar de las bajas temperaturas que asolan estos días el Noreste de los Estados Unidos, desde Nueva York a Chicago. Y advierte: la piel se hiela si está expuesta. Nariz, manos, y orejas sufren una sensación parecida a una lluvia de agujas cuando nada las protege.
Pero lo peor es la hipotermia. La bajada generalizada de la temperatura corporal. Primero empiezan los temblores. El cuerpo tirita. Las manos se entumecen. Los movimientos se vuelven más lentos, los pensamientos, más confusos. Las funciones vitales se ralentizan. Y poco a poco se pierde la conciencia. Es la muerte dulce, explica la doctora en un periódico de Madrid, porque uno no se da cuenta de que se está muriendo.
La solución pasa por las calorías. Comer buenos alimentos, hidratarse. olivdarse del alcohol y del tabaco, que no calientan nada. Al contrario. El alcohol es un vaso dilatador y ayuda a perder la temperatura. Y el tabaco tiene el mismo efecto en los pulmones.
Hay que aislarse, dice Carceller. Evitar que el frío entre por los pies. Mirar muy bien dónde se pisa.
Y no tirar la toalla. Alguien que parezca muerto por congelación puede revivir si recupera el calor.
El puente de Brooklyn, bajo la nieve. FOTO de JIM HENDERSON (Wikipedia) |
Así estamos.
Congelados.
Como en Nueva York y Chicago.
Dos años helados. Afectados por recortes de derechos y libertades. Dos años expuestos a la doctrina de la troika. A la receta impuesta desde Europa para reducir el déficit. Pero también, y ese es el frío que más duele, a la idea clasista de la sociedad de quienes nos gobiernan y que nos hace retroceder tres décadas. Que contrae la economía para pagar la deuda. Que prioriza las autopistas al carbón y que aprieta a los pensionistas en lugar de combatir el fraude de las multinacionales con Hacienda. Decimos adiós al Estado del Bienestar y volvemos a los parches contra la pobreza.
Así que abrígense. Hagánse los muertos, pero conserven el calor. Que tenemos dos años por delante hasta que amaine la tormenta.
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