Dumile Feni. 'Accidente ferroviario' . Iziko South Africa National Gallery. |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 2 de enero de 2014
Una niña rubia con abrigo azul y vestido rosa. Sin identificar.
Féretros negros para los hombres, blancos para las mujeres, y un número con tiza escrito sobre cada una de las 47 cajas colocadas en el patio de carruajes de la vieja estación de León.
Muertos. Quién sabe cuántos.
Periodistas alejados de la noticia. Periódicos censurados.
Un fotógrafo aficionado, que toma imágenes discretamente.
Cenizas. Soldados que retiran cadáveres de las vías. Muertos quemados.
El silbato de la máquina de maniobras, que suena después de la doble colisión hasta que el vapor que queda en la caldera se acaba.
Muertos. Los de la primera colisión. Un túnel ardiendo.
Un tren sin frenos que se precipita sobre una máquina de maniobras.
Un jefe de tracción de Renfe, subido a los estribos para apretar los frenos de tornillo, que no pasa del vagón mixto.
Una mujer que se arroja del tren cuando descubre que desciende desbocado por una pendiente con forma de sacacorchos.
Un maquinista obligado a continuar el viaje con una locomotora sin frenos. Por cojones, que llevas dos horas de retraso.
Un tren que se queda sin la doble tracción de su segunda locomotora en La Granja por una avería inoportuna.
Una parada en León, para enganchar otra máquina de vapor al convoy de doce vagones y ayudarle a frenar en el puerto.
Un equipo de fútbol, el Betanzos, que sube al completo en mitad del trayecto.
Un tren que rebosa viajeros y que sale de Madrid en plena posguerra, en un país de miedo y hambre, cuando los viajes a Galicia desde la Estación del Norte duraban dos días.
Mañana se cumplen setenta años del accidente del tren correo. Les cuento su historia al revés, como quien rebobina una película. Porque lo que sucedió el 3 de enero de 1944 en Torre del Bierzo, igual que hace unos meses con el Alvia a Santiago, es uno de esos horrores tan grandes que no caben en la realidad.
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