Hércules, retratado por el pintor Gilbert Stuart |
Hércules
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 26 de junio de 2014
Se llamaba Hércules. Era cocinero. Era negro. Y tiene dos retratos en Madrid.
Hércules nació esclavo en la plantación de Mount Vernon, a las orillas del río Potomac. Allí se cultivaba tabaco y allí residió George Washington, que todavía aparece, con rostro severo y pelo canoso, en los billetes de un dólar.
Hércules cocinaba para él y lo hacía tan bien que Washington se lo llevó a Filadelfia. Por entonces, el presidente comía tortitas con sirope, tartas de maíz con miel, pescado a la sal enterrado bajo torreznos de cerdo y salsa de huevo con mantequilla. Están leyendo bien.
Mientras su dueño redactaba la Constitución, Hércules se convirtió en un esclavo con privilegios; aparecer retratado en un cuadro del pintor Gilbert Stuart, el mismo que dibujó la cara del presidente en los billetes de dólar; pasear por las calles vistiendo ropas de lino blanco; y vender las sobras de la cocina para ganarse doscientos dólares al año, que venía a ser el sueldo de un cocinero blanco. Pero aquello no era suficiente.
Hércules decidió escaparse. Y le pillaron. Le llevaron de regreso a Mount Vernon y en lugar de la cocina, le pusieron a fabricar ladrillos de arcilla.
Hasta que llegó el día del sexagésimo quinto cumpleaños de George Washington y en la hacienda comprendieron que faltaba una buena mano en la cocina. Sólo entonces se dieron cuenta de que Hércules había vuelto a fugarse.
Y esta vez no le pillaron.
En 1801, lo vieron en el puerto de Nueva York, embarcándose para Europa. Pero nada más se supo de él, excepto que su retrato está colgado en el Museo Thyssen de Madrid y los estudiosos de Stuart piensan que alguna pista de su paradero debe haber en el periplo del cuadro.
Y ahora pregúntense, si es que no se han fijado, quién es el hombre vestido de lino blanco que agita los brazos a punto de morir fusilado en la montaña del Príncipe Pío y qué demonios hacía un hombre negro en Madrid, convertido en icono del 2 de mayo. Si no encuentran la respuesta pueden buscarla en el Museo del Prado. O leer el libro ¡Quemad Madrid!, de Raquel Peláez, que sabe cómo cocinar una buena historia a partir de un lienzo famoso y de un billete de dólar.
'El levantamiento del 2 de mayo', de Goya. |
Arde Madrid (y la mecha es del Bierzo)
Diario de León. Jueves 26 de junio de 2014
Es periodista y devota de San Antonio de Padua, pero no quiere que el tengan en cuenta ninguna de las dos cosas. Ahora escribe en Vanity Fair, pero cuando trenzaba sus primeras entradillas en Diario de León tuvo tiempo de comprender que el infierno transcurre en una redacción local un domingo por la tarde.
Es Raquel Peláez. Es de Ponferrada. Y como nunca le ha faltado desparpajo, ha volcado todo su sentido del humor en un libro-guía sobre Madrid donde mezcla su peripecia vital de chica de provincias que recala en la capital, con su visión desinhibida de una ciduad que guarda tantos rincones y curiosidades como para escribir una enciclpedia. El libro tiene un título revelador -¡Quemad Madrid! O llevadme a la López Ibor- lo acaba de publicar Libros del KO, y además de los textos de Peláez, algunos de los cuales nacieron en su blog 'Milondón y Madroño', cuenta con ilustraciones de Alfonso Zapico a tono con el tono de la obra, y un prólogo del escritor Santiago Lorenzo.
Raquel Peláez, rodeada de fuego. |
Escrito con mucho ritmo, ¡Quemad Madrid! recoge la historia del Pirulí y de las torres Sacyr -y no falta una lejana comparación con el skyline de Ponferrada-, los inicios de Loewe en un taller de marroquinería, el eco de la Guerra Civil en el desaparecido Hotel Florida, donde se alojaban Hemigway y Dos Passos, el sexo platónico del barrio de Malasaña, algunos retratos corrosivos de madrileños ilustres como Javier Marías, David Summers o Christina Rosenvigne, y un montón de "cosas que son muy madrileñas aunque los madrileños no lo sepan". Y si no, que se lo pregunten al cocinero negro de George Washington.
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