'El triunfo de la Muerte', de Pieter Brueghel El viejo. Esto sí es una hecatombe |
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves, 10 de julio de 2014
Hecatombe histórica. Tragedia nacional. Vejación. Fractura emocional. Un país en estado de shock. Derrotado. Hundido. Humillado. Burlado. Ultrajado. El periódico venía ayer lleno de adjetivos traumáticos. Y no se referían al bombardeo de Gaza por el ejército Israel. Ni al de Tel Aviv por cohetes de Hamás. Tampoco a la guerra olvidada de Siria. Ni a la guerra infinita en la que está envuelta Irak desde la invasión norteamericana. Ni siquiera a la desorientación de Afganistán, un avispero de integrismo agitado por los soldados de la OTAN desde los atentados de las Torres Gemelas.
Tampoco aludían, ese pelotón de epítetos catastróficos que ayer llenaban los titulares de los periódicos, a la revuelta prorrusa en el Este de Ucrania, que nos ha devuelto a la Guerra Fría, ni a la anexión de Crimea por los herederos de la Unión Soviética. Ni a la dictadura de Obiang en Guinea. Ni a la de Kim Jong-Il en Corea del Norte. Ni siquiera a las milicias que imponen la ley de las armas y el terror en Somalia, ese estado fallido, abandonado a su suerte por la comunidad internacional.
No hablaban los titulares del día del eterno enfrentamiento entre la guerrilla colombiana y el ejército. Ni aludían a la guerra contra los cárteles de la droga emprendida por grupos de ciudadanos en el estado mexicano de Michoacán porque la Policía no garantiza su seguridad. Y tampoco mencionaban la represión de las manifestaciones en Venezuela, que está al borde del desabastecimiento.
No. Esos adjetivos eran para Brasil.
Brasil, economía emergente, paraíso natural, pulmón verde del mundo.
Brasil, nación de la samba y de la bossa nova. Del carnaval y de la garota de Ipanema.
Brasil que vive sumido en las protestas sociales.
Brasil que sufre disturbios.
Brasil, el país de las favelas, que se queja porque el Gobierno se ha gastado en infraestructuras deportivas el dinero que no tiene para mejorar la sanidad y la educación.
Brasil, que se lleva todos los titulares, todos los adjetivos, todo el asombro y toda la pena del mundo. Porque ha perdido un partido de fútbol.
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