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lunes, 28 de julio de 2014

El sastre del Titanic (3)

Michel ha embarcado a sus hijos en el Titanic huyendo de su esposa. Es un barco de prodigios. Salones, cafés y una cúpula de cristal reflejan los lujos del siglo XX. Y devuelven la sombra de la pobreza...

"Michel se fijó en la riqueza de sus ropas, en la calidad de
 sus maletas... ILUSTRACIÓN DE PABLO J. CASAL


Un relato de Carlos Fidalgo
Ilustrado por Pablo J. Casal

Capítulo tercero

Ni el sastre ni sus hijos podían caminar por las cubiertas de primera clase, ni entrar en las estancias de primera clase, ni coger los ascensores, de primera clase, ni usar el baño turco, ni la piscina interior, tampoco la cancha de squash, ni el gimnasio, no podían leer en la biblioteca del barco, ni pisar el salón adornado con ornamentos inspirados en el Palacio de Versalles.

Tampoco pasaban al comedor de primera clase, decorado con muebles de caoba y paneles blancos, ni entraban en la sala de fumadores de primera clase, panelada con madera tallada al estilo georgiano y decorada con vidrieras que reproducían las imágenes de los puertos más famosos del mundo y la flota de barcos de la White Star Line, ni usaban la gran escalera principal, de roble pulido y remates de acero, coronada con una cúpula de cristal que tamizaba la luz natural, ni se detenían en el café de estribor, convertido en lugar de juegos de los niños de primera clase, ni en el de babor, que se parecían a las casas de campo inglesas, con paredes cubiertas de hiedra y espejos y cuatro grandes ventanales de hierro que servían para que los clientes de primera clase observaran el océano.

Los hijos del sastre si podían, sin embargo, pasear por la cubierta de los botes, reservada para los pasajeros de segunda clase, cenar en el comedor de segunda clase, decorado con paneles de madera natural y donde servían la comida de las mismas cocinas que atendían el comedor de primera clase, o correr por la galería, donde acabada la cena se reunían los pasajeros no tan adinerados, que no podían costearse todos los lujos del Titanic, pero que tenían suficientes recursos como para evitar la tercera clase, donde las estancias eran más austeras.

 
Así salió el tercer capítulo en Diario de León.


***


El Titanic hizo su primera escala en Cherburgo, donde recogió a pasajeros importantes como el magnate americano Benjamín Guggenheim y a su amante, la cantante francesa Ninnette Aubert, que embarcaron con todo un séquito de criados; o el empresario John Jacob Astor IV y su segunda mujer, Madeleine, que sólo tenía 18 años y con la que se había casado después de abandonar a su primera esposa y a sus hijos en medio de un escándalo mayúsculo.
Michel se fijó en la calidad de sus ropas, en la riqueza de sus maletas y en la confianza que transmitían en cada uno de sus gestos. Se imaginó cómo serían las suites de primera clase. Y deseó vivir en América para convertirse en uno de ellos.

***
En Queenstown, Irlanda, subieron el correo y embarcaron algunos pasajeros de tercera clase. Inmigrantes que habían reunido con muchos esfuerzos las tres libras que costaba su billete y que se alojarían en camarotes con literas, en los niveles más bajos del barco.
Michel los miró, vestidos con ropas más sobrias, con miradas más turbias, y gestos más bruscos, y maletas de cartón; y por primera vez se preguntó si aquella huida que había emprendido con sus hijos no le acercaría más a la miseria.


Continuará...




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